Entrevista con el arzobispo de San Antonio (Texas), Gustavo García-Siller, sobre el Quinto Encuentro, la migración y los escándalos de abuso sexualEl arzobispo de San Antonio (Texas), Gustavo García-Siller, habla para Aleteia sobre tres temas centrales en el momento actual de la Iglesia católica estadounidense. La presencia del catolicismo hispano; el tema migratorio, especialmente el de la reunificación de las familias y, finalmente, la repercusión y las consecuencias de los informes sobre abusos sexuales en el clero de ese país.
El arzobispo García-Siller es, actualmente, presidente del Comité de Diversidad Cultural de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos y, junto con el obispo de Cleveland, Nelson Pérez, presidente del Subcomité de Asuntos Hispanos, encabezan el más grande esfuerzo de la pastoral hispana de Estados Unidos, de cara al Quinto Encuentro de Pastoral Hispana / Latina, a celebrarse del 20 al 23 de septiembre próximo en Grapevine, Texas.
¿Qué expectativas tiene la Iglesia católica de Estados Unidos frente al Quinto Encuentro?
En esta ocasión, el punto central está dedicado a la formación de líderes con la mentalidad de la cultura del encuentro. Esto viene de Aparecida y ahora el Papa Francisco lo ha propuesto con carácter universal. Formar discípulos y misioneros que colaboren en la nueva evangelización, que alcancen a las periferias, a los grupos de personas que están fuera de la Iglesia. La expectativa es que de este proceso de tres años que culmina con el Quinto Encuentro, surjan de 20.000 a 25.000 nuevos líderes en todo el país. También se trata de conectar a la Iglesia con las nuevas generaciones de católicos, no solo hispanos, sino también de otras culturas.
¿Es la Iglesia hispana el futuro de la Iglesia católica en Estados Unidos?
Más que la Iglesia hispana es la membresía hispana de la Iglesia católica de Estados Unidos. Ahora ya va entre 50 y 55 por ciento la proporción de fieles católicos de ascendencia hispana o latina. Es un cambio fuerte de liderazgo. Ese es el reto que tenemos.
¿Sigue siendo escuchada la voz de la Iglesia católica por las autoridades federales de Estados Unidos en materia migratoria?
Sí se nos ha escuchado, pero en el momento presente hay otros elementos que han estado distrayendo al Gobierno y lo de migración no es de interés prioritario. La insistencia de la Iglesia sigue siendo con mucha fuerza. Tenemos una presencia importante en Washington y en todas las diócesis. Veo que las autoridades piensan que es una cosa ya medio resulta.
Y está muy lejos de eso, ¿no es así?
Muy lejos. Tenemos todavía muchas familias que han entrado a Estados Unidos que están sin papeles, sin atención, los campos de detención están saturados, la actitud es bastante negativa contra los inmigrantes. Prevalece una actitud nacionalista y racista. Automáticamente como que se elimina la importancia del tema.
¿Cómo lo maneja la arquidiócesis de San Antonio?
Hemos trabajado por décadas en la ayuda a refugiados y a emigrantes. Tenemos todo un frente de ayuda, a través de Caridades Católicas, para los emigrantes. Desde apoyo legal hasta casas de acogida para los niños. El Gobierno nos pidió hace seis meses que atendiéramos a la reunificación de las familias. Y lo hemos enfrentado con todas las dificultades que esto trae consigo.
¿Cuántas familias piensa usted que se han podido reunificar?
Yo creo que ni la mitad. Me refiero a los 2.500 niños que fueron separados de sus padres en los tiempos en los que imperó la “tolerancia cero” en la frontera con México. No hay ni la mitad de los niños que tengan bien hecho el proceso de reunificación con sus padres. Es un desastre. Y eso además de que hay alrededor de 11.000 niños que en los últimos años han llegado al país y están en 90 centros de detención en Estados Unidos.
Además está el hecho de que muchos de estos niños que fueron separados de sus padres entre abril y junio de este año –esos 2.500 de los que usted habla—ya no pueden reunirse con sus padres porque éstos ya han sido deportados a El Salvador, a Guatemala, a Honduras…
Es cierto. A los padres no les van a dar permiso de entrar de nuevo a Estados Unidos para recoger a sus pequeños. Y hay niños hasta de meses que no van a poder identificar a sus papás. ¿Dónde están esos niños? ¿Qué sucede con ellos? ¿Dónde están los papás? En San Antonio, a través de Caridades Católicas, hemos logrado la reunificación de 120 familias.
Por otro lado, si me lo permite, ¿cómo ha recibido usted todos los informes y la andanada de prensa sobre los escándalos sexuales del clero en Estados Unidos?
Desde luego, el efecto del abuso sexual de menores es devastador. Nos da mucha vergüenza, porque hemos estado manejando esto desde hace muchos años, y sigue siendo una realidad. Cristo sufre. Cargamos esta vergüenza.
¿Va a repercutir entre los fieles este dolor y este distanciamiento con respecto a la Iglesia católica?
Claro que va a influir en la falta de confianza, en la separación, en el distanciamiento de personas con respecto a la Iglesia. Pero también es una oportunidad de purificarnos de renovarnos. La misión de la Iglesia no hay que perderla. Pero hay que ser claros: en San Antonio, tenemos un teléfono abierto todos los días del año para que las víctimas expresen su dolor. Es un crimen. Y si han sido víctimas de un crimen, tienen que expresarlo. Además, tenemos un equipo que trabaja con las víctimas y con personas alrededor de las víctimas que necesitan atención.
¿Se puede decir que a partir de la implementación –en 2002—de la “cero tolerancia” de abusos sexuales del clero en contra de menores ha contribuido a controlar estos crímenes?
El documento de Pensilvania nos dice que hay que hacer mucho más. Aunque se trata de crímenes y encubrimientos de setenta años, los cierto es que hay que hacer más. Se van a promover otros mecanismos para asegurar que no se de esto. Yo estoy agradecido a las autoridades civiles y a los medios que han hecho que esto salga a la luz. Es muy importante no vivir en aislamiento.
¿Cómo ayudar a las víctimas?
Nosotros, cada vez que tenemos una denuncia de abuso sexual contra menores, inmediatamente lo pasamos a las autoridades civiles. Porque son crímenes. Y no nos toca a nosotros investigar si la denuncia está fundamentada o no. El abuso de menores en Estados Unidos. Nosotros, los sacerdotes y obispos tenemos parte en ello. Tenemos que rendir cuentas a la gente. Esto lo que pide es conversión personal. La solución somos todos y cada uno.