Una tradición y estilo arquitectónico que empezó con la evangelización de los jesuitas y hoy en día es Patrimonio de la Humanidad
El sur chileno es famoso por sus maravillosos paisajes, pero en medio de la naturaleza, específicamente en el archipiélago de Chiloé, se erigen 16 iglesias de madera que fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en abril de 2000 de años por su particular arquitectura.
Los jesuitas fueron los primeros religiosos en llegar a estas islas en el siglo XVII para evangelizar a la población y crearon un sistema llamado «Misión Circular», el cual consistía en recorrer distintos sectores a pie, erigiendo capillas de inspiración europea en cuanto a diseño pero construidas por los propios chilotes, quienes utilizaron los materiales locales y las técnicas de construcción que ellos conocían, que eran básicamente las que empleaban para fabricar sus barcos.
Aunque los jesuitas fueron expulsados en 1767, los franciscanos mantuvieron bastante el estilo arquitectónico por más de tres siglos (edificación rectangular, techo a dos o tres aguas, fachada con arcos falsos, una torre con campanario, etc), el cual pasó a la historia con el nombre de Escuela chilota de arquitectura religiosa en madera (por eso verán que muchas de ellas se parecen).
Se construyeron más de 100 iglesias de este tipo a lo largo y ancho de Chiloé. Sin embargo, por el tiempo, las condiciones climáticas y tipo de construcción, muchas de ellas no sobrevivieron. Al ver que había un grave peligro que todas desaparecieran y se perdiera toda esta tradición histórica (tanto religiosa como arquitectónica), fueron declaradas Monumento Nacional para preservarlas.
Posteriormente, la Fundación Cultural Amigos de las Iglesias de Chiloé postuló 16 de estas iglesias restantes para ser catalogadas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Sólo 14 de ellas lograron la denominación en el año 2000, pero un año después, se consiguió que las otras dos (las iglesias de Chelín y Caguach) también.