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Warthegau, el “campo” nazi destinado a los católicos

NAZISTI LAGER EBREI

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Unione Cristiani Cattolici Razionali - publicado el 07/09/18

La historia poco conocida del jerarca nazi Arthur Greiser y su política de persecución de los cristianos

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La persecución de Hitler contra la Iglesia católica en Alemania, aunque no está exenta de actos de violencia, tuvo un carácter más leve respecto a la de la Unión Soviética de Stalin, donde miles de sacerdotes fueron asesinados o deportados a campos de concentración.

Esto es porque el jefe del nazismo consideraba contraproducente hacer una guerra abierta a las confesiones cristianas, prefiriendo implementar una ofensiva administrativa destinada a reducir su espacio público combinado con una densa propaganda de descrédito del clero.

Como sabemos por las confidencias hechas a los jerarcas más cercanos, el dictador alemán estaba decidido a implementar una política más decisiva en la lucha contra la Iglesia una vez que la guerra terminara: «El Führer está inexorablemente decidido a aniquilar a las iglesias cristianas después de la victoria» escribió Joseph Goebbels en su diario el 24 de mayo de 1942 (cit. en P.L. Guiducci, El Tercer Reich contra Pío XII, Ediciones San Pablo 2013).

Sin embargo, hubo una región en la que los nazis llevaron a cabo una feroz persecución contra el clero, similar a la de la URSS, y esa fue en el territorio de Warthegau en Polonia.

Según la lógica nazi, mientras los judíos debían ser físicamente eliminados, los polacos eran en cambio considerados sub hombres a esclavizar y se llevó a cabo en algunas regiones una verdadera política de apartheid.

Después de la conquista del país, los nazis golpearon duramente al clero polaco porque era considerado un símbolo de la identidad nacional polaca y se estima que, durante la guerra, a causa de la represión alemana, fueran asesinados en ese país 6 obispos, 1932 sacerdotes, 580 religiosos, 113 clérigos y 289 religiosas; mientras el cálculo de las personas enviadas a un campo de concentración asciende a 3642 sacerdotes, 389 clérigos, 341 hermanos convertidos y 1117 monjas (R. Moro, La Iglesia y el exterminio de los judíos, Il Mulino, Boloña 2002 p.17).

Sin embargo, muchos historiadores especializados en el Tercer Reich como Michael Burleigh e Ian Kershaw, creen que la represión anti-religiosa llevada a cabo en Warthegau no sólo fue dictada por fines puramente políticos, sino que servía también como una especie de banco de prueba en la futura política de los nazis en relación a la religión.

Hitler nombró jefe de esa región al Gauleterier Arthur Greiser, fanático nazi que fue directamente responsable de la muerte de cientos de miles de judíos y polacos, y que por ese motivo fue procesado y ahorcado en la postguerra en Poznan en 1946. Greiser, a pesar de haber sido educado en la religión evangélica, abjuró del cristianismo a causa, según él, de la «separación entre Estado e Iglesia».

En Warthegau el jerarca nazi, además de provocar el asesinato y encarcelamiento de cientos de sacerdotes, monjes y funcionarios diocesanos, surgió de hecho un edicto, con fecha del 14 de marzo de 1940, que contenía «13 puntos» que volvían de hecho imposible el libre ejercicio del culto.

Este documento prohibía la existencia de iglesias de derecho público, admitiendo solo asociaciones de carácter privado que no podían tener contacto con grupos fuera de la región; y cuyos miembros podían ser solamente adultos que hubieran solicitado el registro por escrito.

Además, estas nuevas asociaciones no podían tener propiedades, recoger fondos o incluso realizar obras de caridad. Los sacerdotes admitidos debían proceder únicamente del Warthegau y estaban obligados a llevar a cabo una actividad para proveer su sustento.

También, Greiser disolvió todas las formas de asociacionismo como los grupos juveniles, prohibió el catecismo en las escuelas, prohibió a los alemanes y polacos asistir a la misma iglesia, y estableció la clausura de conventos y monasterios. (A. Duce, Pío XII y Polonia, Ediciones Studium 2007 p.154).

La política anti-religiosa de Greiser era admirada por los nazis, como ejemplo a seguir en el futuro en las relaciones con la Iglesia: «No hay lugar para las iglesias cristianas – evangélica o católica – en el nuevo orden de Alemania. (…) Que esos eran los deseos del Führer lo demuestra el hecho de que él encargó al Gauleiter del Warthegau seguir ese camino», afirmó el responsable de la educación en Frankfurt en un discurso llevado a cabo a los funcionarios nazis en noviembre de 1940.

Fueron frecuentes las protestas por parte de la Santa Sede por la situación en Polonia, pero estas no tuvieron éxito alguno. Las reclamaciones del nuncio apostólico Cesare Orsenigo recibían de hecho solo respuestas evasivas, también porque formalmente el gauletier Greiser (que afirmaba tener una misión especial) no recibía órdenes del Ministerio sino que recibía instrucciones directamente de Hitler (véase R.A. Graham, El plan extraordinario de Hitler para destruir a la Iglesia, por «La Civiltà Cattolica» a. 146, vol. I, pp. 544-552).

La acusación dirigida al papa Pío XII es la de no haber detenido el Holocausto denunciando públicamente las atrocidades del nazismo; sin embargo, como han observado ya en el pasado algunos estudiosos, si el Papa no tenía el poder de salvar a sus propios sacerdotes de la ferocidad nazi, ¿qué posibilidad podía tener de detener el genocidio de los judíos?

Aquí el artículo original publicado por Unione Cristiani Cattolici Razionali

Tags:
cristianos perseguidosnazismo
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