Un candidato presidencial de ultraderecha que se define como católico, un ataque con cuchillo y el argumento de una “misión divina”. Cuando la religión se mezcla con la política y la necesidad de ponerle punto final a las campañas cargadas de violencia en América Latina.
«Quiero agradecer a Dios en este momento, somos mortales”, expresó con voz entrecortada el candidato presidencial brasileño Jair Bolsonaro, quien resultó apuñalado este jueves mientras marchaba en andas durante un acto político en el Estado de Minas Gerais.
Este mensaje, difundido recientemente, fue grabado a manos de un pastor evangélico –correligionario de Bolsonaro- desde una cama del hospital Santa Casa de Misericordia en el que recibió una intervención quirúrgica, situación que lo lleva a permanecer en una situación de salud delicada y tener que haber sido trasladado a San Pablo.
“¿Será que el ser humano es tan malo? Nunca le hice mal a nadie”, expresó también este candidato presidencial, un hombre de ultraderecha –que venía liderando las encuestas con una intención de voto de más de 20% en primera vuelta- criticado por muchos por sus mensajes cargados de discriminación hacia ciertos sectores de la sociedad y con una postura a favor de la liberalización del porte de armas, entre otras.
Es que el ataque a Bolsonaro más allá de presentarse como un candidato “polémico” con chances intactas de convertirse en el próximo presidente del país sudamericano, conmocionó a Brasil, y generó el amplio repudio general tanto de quienes comulgan con sus ideas, como de sus más duros adversarios.