Este martes concluyó un encuentro regional en Ecuador, del que surgió una declaración de buena voluntad por parte de trece países, quienes acordaron seguir acogiendo a emigrantes venezolanos dentro de un sentido de “hermandad y solidaridad”.
La cita continental busca soluciones a un éxodo masivo que tiene su principal paso en Colombia, uno de los destinos preferidos también como estancia final por quienes huyen del alguna vez rico país petrolero.
Pero la vida no es fácil ni dentro ni fuera de las fronteras venezolanas para quienes intentan sobrevivir a la crisis humanitaria derivada de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que sumieron a la nación sudamericana en la peor situación social, política y económica de su historia.
Mientras las cifras de quienes pasan por Migración se multiplican, crecen también el temor y las expectativas de los que evalúan si es mejor irse o permanecer en su país.
Uno de los miles que está en ese dilema es Johan Alarcón, un profesional de 34 años que acumula poco más de una década al frente de un conocido supermercado de la región.
Esta semana se reencontró con su prima en la casa de un familia en Bucaramanga, adonde viajó con motivo de sus vacaciones. Para sorpresa suya, ambos partieron el mismo día, pero por vías muy distintas: ella, indocumentada; él, con cédula y pasaporte.
Tras su reencuentro con la joven dama, Johan le contó a Aleteia que él cruzó el puente internacional Simón Bolívar, tras un breve recorrido hasta San Antonio, pues actualmente vive en San Cristóbal, la capital del fronterizo estado Táchira.
Conoce bien la zona y a los colombianos, porque en las venas de su familia corre sangre de esa nacionalidad. Además, recuerda que durante los últimos dos lustros atendió a miles de colombianos que llegaban día y noche a su tienda, cada vez más grande y surtida, para llevar a buen precio los productos básicos que ahora son escasos.
Selló pasaporte y viajó por tierra a casa. Mientras que ella pagó parte de sus ahorros para que le dejaran cruzar por una trocha, como le llaman a los improvisados caminos verdes. Son rutas, advierte, que están llenas de peligros, especialmente al cruzar al caudaloso río que separa a los dos países.
Dos historias distintas, dos esfuerzos unidos a una realidad: el éxodo masivo de venezolanos que cruzan fronteras en busca de un futuro mejor, en contraste con la supervivencia a la que tantos se ven obligados en su país de origen.
Revela que le costó 50 mil pesos, apenas una fracción de los casi 800 mil que corresponden a un salario mínimo en Colombia, pero una fortuna para los venezolanos, pues representa más de treinta salarios; o casi medio del actual, poco más de unos 15 dólares, al cambio real.
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“Se paran en parques a recargar energías”
Johan viajó a Bucaramanga de visita, con motivo de sus vacaciones y ya está por regresar. Aprovechó para visitar a su familia. Cuenta que durante el viaje, observó el éxodo, a la gente caminando.
Me llamó la atención ver las paradas, pues avanzan “como haciendo estaciones. Son comunes las paradas en algunos parques donde la gente descansa, para luego seguir su camino”.
Llegó a Cúcuta, se detuvo un par de días en Pamplona y finalmente prosiguió a Bucaramanga. Narra que en el trayecto estuvo en el parque El Centenario y después también en “El Agua”. Es como un oasis “en la entrada de Bucaramanga”, donde muchos venezolanos “se alojan un día para recargar energías y poder avanzar”.
No cree que la vida sea particularmente dura. Dice que “es dura en todas partes y depende más de la capacidad de respuesta de la gente; no sólo de cómo a uno lo reciban”. Afirma que aunque “los alquileres y servicios son costosos, el vestido y la comida son económicos”, por lo que “para quien se sepa administrar, le es fácil vivir en Colombia”.
Son muchas las diferencias de percepción, sin embargo, entre las dificultades y las oportunidades para quienes huyen de la crisis venezolana. En las diversas realidades está presente la Iglesia, a lo largo y ancho de los países de acogida, además de los puntos de frontera, donde se han establecido innumerables asentamientos para la atención humanitaria.