Una piadosa tradición reúne cada 25 de julio a los niños en recuerdo de los que ayudaron al santo a quitarse la molestia del pie
Cuentan que el Apóstol Santiago, a su regreso de Zaragoza, donde se le había aparecido la Virgen del Pilar en carne mortal, iba a pie junto a su borrico camino de otras tierras donde anunciar el Evangelio.
El pobre Santiago, cuando quedaban pocos kilómetros para alcanzar la ciudad de Lleida, en Butsènit, sufrió un percance: fue a clavársele una espina en el pie. Tanto era el dolor que era ya noche cerrada y el Apóstol no podía casi andar pero tampoco lograba quitarse la espina porque no se veía nada.
En este punto, la leyenda tiene dos versiones.
La primera versión dice que entonces unos ángeles bajaron del cielo y ayudaron a Santiago Apóstol a quitarse el pincho.
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