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4 millones de niños refugiados no pueden ir a la escuela

VENEZUELANS

Antonio Cruz-Agência Brasil-(CC BY-NC 2.0)

Paul de Maeyer - publicado el 03/09/18

Revelaciones del último informe de la agencia de la ONU

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En el mundo, unos cuatro millones de niños refugiados no tienen acceso a la instrucción, un aumento de medio millón en el arco de un solo año. Sin calcular a los niños prófugos palestinos, el número representa más de la mitad de los 7,4 millones de refugiados en edad escolar. Los datos los revela el nuevo informe Turn the Tide: Refugee Education in Crisis, hecho público el miércoles 29 de agosto por el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) [1].

Según las estimaciones de la agencia de la ONU, a finales de 2017 en el mundo había 25,4 millones de prófugos, de los cuales casi 20 millones (19,9 millones) bajo el mandato de ACNUR. Poco más de la mitad, o sea el 52%, eran menores de edad, de los que 7,4 millones están en edad escolar.

Aunque en 2017 medio millón de niños fueron matriculados en la escuela, las matrículas no logran compensar una población de refugiados “en rápido crecimiento”, y esto a pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional, observa el informe.

Itinerario escolar

El documento pone de manifiesto además que sólo el 61% (es decir, menos de dos tercios) asiste a la escuela elemental, respecto al 92% de los niños a nivel global. Esta divergencia aumenta a medida que crecen los niños.

Casi dos tercios de los niños prófugos no logran pasar de la escuela primaria a la secundaria. De hecho, solo el 23% — por tanto, menos de la cuarta parte — de los niños refugiados asiste a la escuela secundaria, respecto al 84% de los niños del mundo, revela el informe.

En lo que respecta al tercer nivel de la formación, esta divergencia se convierte en un autentico “abismo”, constata el documento de ACNUR (o UNHCR en siglas inglesas). Mientras que a nivel global, la tasa de participación en la instrucción superior es del 37%, entre los jóvenes refugiados se queda en el 1%, un porcentaje que “sigue sin cambios en los tres últimos años”, observa el informe Turn the Tide.

Si en general los niños refugiados tienen menos oportunidades para estudiar que sus coetáneos en situaciones normales, esto se acentúa en los países de renta baja, que están afectados «de manera desproporcionada» por los flujos de refugiados, prosigue el documento.

Según el informe, en 2017 las regiones en vías de desarrollo han acogido al 92% de los refugiados en edad escolar. «En los países de renta baja, menos de la mitad de los niños refugiados en edad escolar va a la escuela”, recuerda el documento de la ONU. “A nivel secundario, sólo el 11% tiene esa oportunidad”.

Las niñas refugiadas

Los autores del informe se detienen también en la situación de las niñas y chicas refugiadas, obligadas a afrontar “aún mayores obstáculos a la educación”. En Kenia y Etiopía, hay solo siete chicas por cada diez chicos en la educación primaria, y sólo cuatro por cada diez varones en la secundaria.

“Si las niñas refugiadas pueden tener instrucción, sus familias y comunidades tienen más probabilidades de mejorar su posición social y económica”, recuerda el informe. Por lo demás, un año extra de educación escolar puede hacer crecer hasta un 20% los ingresos de una mujer, continua el documento.

Si todas las mujeres recibieran una instrucción primaria, los fallecimientos infantiles por enfermedades como diarrea, malaria y pulmonía disminuirían, explican los autores del informe. En lo que respecta a la diarrea, que constituye la tercera causa de mortalidad infantil, las muertes descenderían un 8% si todas las madres completasen la instrucción primaria, y hasta un 30% si tuvieran acceso a la secundaria.

Expuestos a los elementos

La realidad cotidiana de los niños refugiados que tienen la fortuna de poder ir a la escuela a menudo no es fácil. Falta un poco de todo, desde los libros de texto a las aulas escolares. “Cuando llueve se moja todo”, observa Irahoze Diello (14 años), huido de Burundi y que vive ahora en el campo de refugiados Nduta, en Tanzania.

Irahoze es uno de los casi 200 niños refugiados de la Furaha Primary School, donde la enseñanza se realiza al aire libre. En la escuela se registra también un “preocupante” gender gap o divergencia entre los sexos: de hecho, por cada niña hay tres alumnos varones.

A los niños de los campos de refugiados o asentamientos informales en Cox’s Bazar, en Bangladesh, donde viven en condiciones precarias más de 700.000 rohingya huídos del vecino Myanmar (ex Birmania), les toca afrontar las a menudo devastadoras lluvias monzónicas.

Pero los niños, como Minara (12 años), no se desalientan, porque su permanencia en el asentamiento de Kutupalong ofrece con todo una oportunidad: por primera vez en su vida pueden ir a la escuela, aunque sea improvisada. Los prófugos en Bangladesh de hecho no tienen acceso a la educación formal, recuerda ACNUR.

DAFI, IKEA…

En su informe, la agencia de la ONU subraya también la importancia de las partnership no solo con los gobiernos o con las organizaciones humanitarias y las ONG para el desarrollo, sino también con el sector privado.

Entre las varias iniciativas, Turn the Tide menciona el programa alemán DAFI (la sigla es por Deutsche Akademische Flüchtlingsinitiative Albert Einstein), que otorga becas a jóvenes reconocidos como refugiados para seguir los estudios superiores en los países donde encontraron asilo. Puesta en marcha en 1992 en colaboración con ACNUR, la iniciativa ha acompañado ya a más de 14.000 jóvenes, entre ellos la somalí Hawo Jehow Siyad.

Llegada en 2000 al campo de prófugos Dadaab en Kenya, Hawo ha tenido la oportunidad de concluir la escuela primaria y la secundaria en el campo. Gracias a una beca de la DAFI, se licenció después en la Universidad de Nairobi. Hawo ha vuelto a su país de origen, donde hoy trabaja como database officer.

Otro ejemplo de partnership es el que hay entre ACNUR y la IKEA Foundation, que permitió en 2012 la puesta en marcha de un programa de microcréditos para los refugiados en el woreda (distrito) de Dollo Ado, en la región de los Somalíes, en Etiopía sud-oriental, cerca de la frontera con Somalia.

Gracias al acuerdo con la fundación sueca, a finales de 2017 iban a la escuela 47.000 niños refugiados, más del doble respecto a 2012. A principios de 2018 se inauguró un centro de formación para profesores, donde 200 estudiantes etíopes y 23 estudiantes refugiados se preparan para ser maestros. Los primeros deberían diplomarse en 2020.

Las palabras del Alto Comisario de la ONU para los Refugiados

En el prólogo al documento, el Alto Comisario de Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, explica que  “la educación es un modo para ayudar a los jóvenes a sanar, pero es también el modo de hacer revivir países enteros”. “Sin instrucción — advierte el diplomático italiano –, el futuro de estos niños y de sus comunidades será irremediablemente dañado.”

Recuerda que los prófugos transcurren ya años e incluso décadas en el exilio, a veces toda su infancia y juventud, y por ello “la escuela es el primer lugar después de meses e incluso años en los que los niños refugiados encuentran una cierta normalidad”, afirma Grandi. Aunque los niños sean “extraordinariamente resilientes”, hacen falta inversiones urgentes para evitar que cientos de miles de menores formen parte de “estas inquietantes estadísticas”.

En la introducción, el Alto Comisario de la ONU lanza también un llamamiento a la comunidad internacional para incluir a los niños prófugos en los sistemas educativos nacionales en los países que les albergan, pues “la educación es una de las formas más importantes de resolver las crisis del mundo”, declara.

*

1] El nuevo informe es el tercero dedicado por ACNUR al tema de la educación. El primero, titulado Missing Out, se publicó en 2016. El segundo, Left Behind se difundió el año pasado.

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