Tu familia siempre debe ser lo primero, no caigas en la gran mentira del consumismo
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“En la familia que se siembre verdad, se cosechará confianza. En la que se siembre tiempo, se cosechará seguridad. Cariño, se cosechará gratitud; servicio, se cosechará felicidad… Amor, se cosechará unión… Pero en la que se siembre solo dinero y ausencia, se cosechará abandono y fracaso familiar”.
Por lo tanto, ningún éxito profesional, por muy grande que este sea, justifica el fracaso familiar/matrimonial.
En esta vida debe de haber prioridades bien marcadas y, sobre todo, respetadas y protegidas.
Hace tiempo llegaron a mí Manuel y Carmen con una crisis matrimonial y familiar muy severa. Tenían más de 25 años de casados y 3 hijos: uno en la cárcel por consumo y posesión de drogas, el otro había dejado de estudiar simplemente porque “no tenía ganas de hacerlo” y al menor le gustaba vivir la vida loca y se la pasaba “enfiestado”.
Carmen se sentía muy culpable de las decisiones de sus hijos y Manuel estaba en el otro extremo, sin sentirse responsable de ninguna forma.
“No sé qué es lo que pasó con mis hijos”, dice Manuel. “A estas alturas nosotros no somos responsables de sus decisiones porque ya son mayores de edad. Fueron hijos a los que nunca les faltó de nada, siempre les dimos todo. Si están así es culpa de ellos, no de nosotros; así nos salieron”.
A lo que yo le respondí: “Manuel, quiero suponer que en ese ‘les dimos todo’ está incluida toda su atención, todo su tiempo, todo su amor, protección y cuidados… Sobre todo, toda su presencia activa siendo unos padres presentes en sus vidas.”
“Ah no, eso no”, me respondió. “No pudimos darles tiempo porque nosotros nos la pasábamos trabajando para darles todo. Nunca estábamos con ellos…”.
Definitivamente, en una crisis como esta no se trata de buscar culpables, sino de encontrar soluciones y de tomar cada uno la responsabilidad que le corresponde.
Estamos inmersos en una sociedad donde nos creemos que darles “lo mejor” a los hijos es producir más dinero -o éxitos- para compárales todo y que no les falte nada, a costa de quitarles el derecho inalienable de nuestra presencia y atención.
Perdemos de vista que al faltarles las figuras “segurizantes” -mamá y papá- les falta todo y generalmente las consecuencias serán como las que ahora padece esta familia.
Necesitamos reconocer que hay cosas que tienen valor que no se compran con dinero -tu tiempo y presencia- y otras que tienen precio…
¿Tú crees que tu cónyuge y tus hijos se van a sentir muy orgulloso de ti porque eres el/la número uno de tu compañía y quien más gana, justificando así los largos días de ausencia, tanto emocional como física?
Claro que no. Ambos desean -necesitan- que ellos sean lo principal en tu vida y que se lo demuestres activamente, con tu presencia amorosa y no con un gran cheque o costosos regalos.
“Trabajo y trabajo para darles todo a mis hijos; no importa que casi no los vea, ellos saben que todo lo hago por amor a ellos y para darles lo mejor”. Esta es la gran mentira del consumismo.
Es una pena que algunos padres no sepan o no se den cuenta de que en realidad ellos son lo mejor para sus hijos.
Su presencia activa en sus vidas es importantísima y nada la puede sustituir. Las cosas materiales por las que trabajan y trabajan solo les dan alegrías temporales.
A sus hijos jamás les va a hacer más felices un juguete que su presencia. Es más, acostumbren a sus hijos a estar sin ustedes y ya verán lo que pasará después. Quizá ustedes también se tendrán que consolar con algún juguete.
¡Despertemos! Defendamos, cuidemos de nuestras familias y matrimonios a capa y espada porque hoy son los que más ataques sufren.
Si de verdad deseamos alcanzar la plenitud, no puede haber nada por encima de nuestra familia (claro, solo Dios).
No seamos una historia más de “éxito” profesional, pero a costa de descuidar o tristemente de destruir un matrimonio y familia. Todo lo bueno lo podemos tener viviendo en equilibrio.