Gracias a una fundación de Barranquilla, Colombia, miles de niños y adolescentes de escasos recursos económicos volvieron a sonreírA Irina Ferrer y a su esposo Víctor Alfonso Ceballos Herrera se les vino el mundo encima cuando el médico les dijo ―a los seis meses de embarazo― que su bebé nacería con un labio fisurado y el paladar hendido.
Esta mujer de 26 años relató a Aleteia el drama que vivió hace más de un año: “La noticia fue fatal para mí y nos dio muy duro porque al ver la ecografía y escuchar al ginecobstetra, pensamos en complejas cirugías, cuidados intensivos, medicamentos caros, dificultades para comer, terapias y la falta de dinero”. Irina recalca que pese a ese golpe, “jamás la palabra aborto pasó por nuestras mentes y, por el contrario, siempre pensamos que así como venía, ese era nuestro hijo y debíamos amarlo”.
Antonio Chamat Barrios, el ginecobstetra que los atendió, fue quien les abrió una puerta de esperanza cuando les informó que una fundación colombiana sin ánimo de lucro, especializada en la rehabilitación integral de niños con esta condición, podía recuperar plenamente a su pequeño Alejandro antes de que tuviera un año de edad.
“Con mucho optimismo y confiando solo en Dios, llamé a la Fundación Fábrica de Sonrisas, en Barranquilla, para pedir una cita que me agendaron sin preguntarme si tenía plata o no”, recuerda con alegría esta empleada de una universidad de Cartagena. Lo que siguió fue un proceso interdisciplinario en el que participaron cirujanos, psicólogos, pediatras, una nutricionista y una trabajadora social. La idea era preparar a los esposos para que aceptaran sin traumas al bebé y lo atendieran en medio de su particular condición.
El embarazo continuó y en medio de gran expectativa el niño nació el 1° de septiembre de 2017. Evidentemente ―como indicaban los exámenes y el concepto médico― el bebé tenía malformaciones en el labio superior, el paladar, la nariz. Aun así, los esposos Ceballos Ferrer celebraron con alborozo la llegada de un nuevo ser y de inmediato comenzaron las tareas de rehabilitación que incluían ejercicios para la respiración y el consumo de alimentos.
A los diez meses Alejandro fue sometido a una prolonga intervención quirúrgica en la Clínica Portoazul, una de las más importantes de la capital del Atlántico, al norte de Colombia. En realidad fueron cuatro cirugías en una: construcción del labio superior, corrección de la nariz, cierre de la hendidura palatina y mejoramiento del maxilar superior. Tres horas después, Jorge Leyva, un cirujano maxilofacial que en 20 años ha operado a más de 1.000 niños de sectores populares con este tipo de malformaciones, entregó el niño a sus padres.
“Cuando lo recibí yo dije: ‘¿ése es mi Alejandro?, ¿ése es mi hijo renovado?’ ¡Era un niño totalmente nuevo, con las facciones muy cambiadas! Le emoción fue indescriptible porque vimos el renacimiento de una personita”, explica la orgullosa madre que no deja de agradecerle al equipo científico que se dedicó a su segundo hijo desde antes de nacer.
La Fábrica de Sonrisas
A finales de los años 90 no existían en el Caribe colombiano entidades especializadas en el tratamiento y rehabilitación integral de niños y adolescentes con labio fisurado y paladar hendido. Ante esta situación, solo las familias que tenían dinero podían ir a Medellín, Cali o Bogotá para que costosos profesionales recuperaran a sus parientes.
Ese vacío impulsó a la familia Espinosa Dávila y al Club Rotario Oriente de Barranquilla a crear en 1997 una organización dedicada exclusivamente al tratamiento y recuperación de menores de edad de escasos recursos que además de padecer estas malformaciones congénitas, corrían el riesgo de tener una vida limitada y estigmatizada. Igualmente, los fundadores del Centro de Rehabilitación Integral de Labio y Paladar ―Crilap―, que poco después se llamó Fundación Fábrica de Sonrisas, se propusieron ayudar integralmente a las familias de los pacientes teniendo en cuenta que en muchos casos los padres se traumatizan y marginan a sus hijos.
En sus veinte años de existencia la Fábrica de Sonrisas ―literalmente― ha llenado de risas a más de un millar de pacientes llegados de pueblos remotos de siete departamentos. Tan solo en 2017 se practicaron 106 cirugías, una cifra que en 2018 puede llegar a 120 operaciones. Casi todos esos tratamientos y su posterior rehabilitación se realizaron gratuitamente o se limitaron a un aporte voluntario, como en el caso de los Ceballos Ferrer, que solo pagaron 300.000 pesos colombianos (aproximadamente 100 dólares).
El bajo costo de esta cirugía múltiple podría llegar a más de 10.000 dólares en Europa o Estados Unidos. Esta suma, inalcanzable para un hogar con un padre desempleado y una madre de pocos ingresos, demuestra la enorme tarea social emprendida por la Fábrica de Sonrisas, una fundación ejemplar que financia sus actividades con aportes de empresas privadas, donaciones de ciudadanos y eventos benéficos.
Irina está feliz con el nuevo semblante de Alejandro y su bautizo el pasado 18 agosto. Por estas razones no duda en pedirles a quienes están en situaciones similares que busquen la asesoría de profesionales calificados y que “jamás aborten a sus hijos, los escondan o se avergüencen de su discapacidad porque ellos son personas normales que regalan alegrías y bendiciones a sus hogares”.