Entre el 14 y 16 de agosto Bolivia celebra una festividad cargada de folclore y religión que rompe fronteras La familia de Bartolina Rodríguez Ortiz, una mujer boliviana de 78 años, dijo presente, como no podía ser de otra manera. Tanto ella como los suyos guardan una profunda devoción a la Virgen de Urkupiña, también conocida como “La Mamita”.
“Gracias a ella estamos vivos. En 2016, un camión derribó nuestra casita cuando dormíamos en la noche. Se cayó el techo y el vehículo nos amontonó, pero milagrosamente todos salimos ilesos”, dice a El Deber, Juana Gloria, hija de Bartolina, quien junto a su madre le bordan año a año un vestido diferente a una pequeña imagen de la Virgen para llevar a la Iglesia durante esta festividad cargada de colorido, cultura y devoción.
Es que el municipio boliviano de Quillacollo, en el departamento de Cochabamba, se transforma en centro de referencia para miles de peregrinos dispuestos a homenajear a la Virgen y acompañar diversas actividades entre las que se destacan danzas, despliegues folclóricos, la presencia de fraternidades y celebraciones religiosas.
Tanto Bartolina, como su hija, forman parte de una de estas fraternidades y representan tan solo un testimonio de la importancia de una fiesta que rompe fronteras.
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¿Cómo surge esta devoción?
La tradición sobre la Virgen de Urkupiña en Bolivia se remonta al año 1700 y está vinculada a una humilde familia de campesinos. Más precisamente con la aparición de la Virgen a una pastorcita que recorría las colinas de Cota, al sudeste de Quillocollo. Luego de varias oportunidades en que la pequeña era visitada por “La Mamita”, junto a un hermosísimo niño en brazos, sus padres lograron ser testigos de los hechos e incluso llevar el caso al párroco local.
Desde aquel momento la Virgen de Ukupiña es muy venerada en esa región y los relatos de milagros son extensos, recuerda el portal del santuario que lleva su nombre.
Con el correr de los años esta festividad cobró mayor relevancia. Hoy en día – de alguna manera gracias a los migrantes bolivianos- la festividad que se vive en Quillacollo ha atravesado fronteras y se celebra en varias ciudades del mundo de países como Argentina, Chile, Paraguay, Brasil, además de España e Italia.
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