Según un informe del Pew Research Center, EE.UU. “sigue siendo un país robustamente religioso y la más devota de todas las democracias occidentales ricas”.Cuando en 1966, la revista Time publicó en portada la pregunta “¿Dios ha muerto?, hacía eco al existencialismo en boga y a la reivindicación de Nietzsche, pero no porque fuera una afirmación válida en Estados Unidos.
Han pasado 52 años desde entonces, y Estados Unidos, dice Dalia Fahmy en un reporte para el Pew Research Center (PRC), “sigue siendo un país robustamente religioso y la más devota de todas las democracias occidentales ricas”.
Un pueblo que ora más del doble que Europa
De acuerdo con datos de las encuestas realizadas por el PRC, los estadounidenses oran más a menudo, son más propensos a asistir a servicios religiosos semanales y atribuyen mayor importancia a la fe en sus vidas que los adultos en otras democracias occidentales ricas, como Canadá, Australia y la mayoría de los estados europeos.
Por muestra, dicen, basta un botón. Y en ese sentido, más de la mitad de los adultos estadounidenses (55 por ciento) dicen que oran a diario, en comparación con 25 por ciento en Canadá, 18 por ciento en Australia y apenas 6 por ciento en Gran Bretaña.
Si asistimos al promedio de oración diaria que se suscita en los países europeos (22 por ciento), Estados Unidos ora más de doble que ellos. Y no nada más frente a las democracias desarrolladas, sino también compite frente a países en desarrollo, incluidos Sudáfrica (52 por ciento), Bangladesh (57 por ciento) o Bolivia (56 por ciento).
Un tema que resulta importante es que, según los sondeos del PRC, Estados Unidos es el único país de 102 países examinados en el estudio que tiene niveles más altos que el promedio tanto de oración como de riqueza. En todos los demás países encuestados con un producto interno bruto de más de 30.000 dólares por persona, menos del 40 por ciento de los adultos dicen que rezan todos los días.
Papel “desmesurado” de la religión
“La propensión de Estados Unidos a contradecir las tendencias internacionales sobre la religiosidad ha fascinado por mucho tiempo a los científicos sociales. En particular, Alexis de Tocqueville, el pensador político francés de principios del siglo XIX, discutió extensamente el papel desmesurado que la religión desempeñaba en la sociedad estadounidense en su famoso libro, La Democracia en América“, escribe Fahmy
¿Qué es lo que ha sucedido en Estados Unidos? Primero que nada, que un pilar de la Constitución de este país es la protección a la libertad religiosa, lo que ha permitido una “oferta” extraordinaria de opciones y alternativas que van desde la ortodoxia puritana hasta las religiones animistas.
En otras palabras, el “mercado” religioso estadounidense es tan amplio como la imaginación pudiera abarcar formas de ejercer la religiosidad. En este sentido, el liberalismo que en materia económica defiende el país del norte, también se ve reflejado en la apertura de caminos religiosos a menudo bastante raros.
A pesar de que Estados Unidos es más religioso que otros países ricos, no ha sido completamente inmune a la secularización que se extendió por muchas partes del mundo occidental, sobre todo a partir de 1968 y la revolución estudiantil de mayo.
Mezclado en todo
De hecho, acota Fahmy, estudios previos del PRC han mostrado descensos leves pero constantes en los últimos años en el número total de estadounidenses que dicen creer en Dios.
“Esto concuerda con el hallazgo de que los adultos estadounidenses menores de 40 años son menos propensos a orar que sus mayores; declaran una menor probabilidad de asistir a servicios religiosos y son menos propensos a identificarse con ninguna religión, todo lo cual puede presagiar un futuro descensos” en los niveles de compromiso religioso”, termina diciendo el comentario de Fahmy.
Puede ser, pero lo que es inamovible, al menos hasta ahora, es la mezcla de la religión en todos los asuntos de la vida diaria de la mayor parte de los estadounidenses.
Desde la leyenda de “En Dios confiamos” impresa en los billetes verdes (los dólares), hasta en la petición constante que “El Señor proteja a nuestras tropas”, de misión en Oriente Medio.