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Las falsas profecías de Malaquías y de Catalina Emmerick sobre los dos papas

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Unione Cristiani Cattolici Razionali - publicado el 10/08/18
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Las investigaciones desmienten una y otra vez la fiabilidad de estas profecías. Pero hay quien sigue creyéndolas… Muchas personas siguen teniendo la manía de correr detrás de las “profecías”, tanto más creídas cuanto más pueden hacer pensar en un cercano fin del mundo. ¡Como si el 21 de diciembre de 2012 no nos hubiera enseñado nada!

Grupos de tradicionalistas extremistas o en los márgenes de la Iglesia católica (como la secta de la “vidente” Maria Divine Mercy y la secta de Gallinaro), y otros seguidores de revelaciones católicas privadas falsas o no aprobadas, levantan una gran polvadera con la presunta “profecía de los dos papas”.

Otra muy seguida es la “profecía del último papa o profecía de los Soberanos Pontífices”, falsamente atribuida a san Malaquías.



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Profecía de los dos papas

La “profecía de los dos papas” está tomada de los escritos de la beata Anna Catalina Emmerick.

Muchos tradicionalistas (y también la propia falsa vidente María Divine Mercy, MDM) sostienen que esta “profecía” se refiere a la Iglesia después del Concilio Vaticano II y, en particular, a la relación entre el papa Francisco y Benedicto XVI.

El texto demuestra claramente que esto es totalmente falso: para empezar, las palabras transcritas de la Emmerick no son una profecía, sino una visión.

Sabemos además que desde 1819 hasta el día de su muerte, en 1824, Emmerick dictó sus visiones al poeta romántico Clemens Brentano, quien transcribió lo que decía sentado a su cabecera: esto pone en guardia sobre la interpretación al gusto de cada una de las revelaciones privadas.

¡Hay que tener cautela a la hora de hacer paralelismos peligrosos en un discernimiento que corresponde sólo al Magisterio de la Iglesia!


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La visión de la Emmerick se refiere a la situación de la Iglesia en el siglo XIX, y se identifica a los dos papas: Bonifacio IV, que reinó los años 608-615, y Pío VII, reinante entre 1800-1823. Los pasajes relevantes son estos:

Después tuve una visión maravillosa. Roma se me apareció de repente en los primeros tiempos … vi un Papa y un emperador cuyo nombre no conocía. No lograba encontrar mi camino en la ciudad, también las ceremonias sagradas; sin embargo, las reconocí como católicas […]. Cuando asistí a esta visión, también en los más pequeños detalles, vi una vez más al Papa actual (Pío VII) y la iglesia oscura del tiempo en Roma. Parecía haber una casa grande y vieja como un ayuntamiento, con columnas en el frente… [esta descripción se adecua a un templo masónico de aquel tiempo, nda]. Después vi la conexión entre los dos papas y los dos templos […]. El cuadro era favorable a los primeros tiempos, porque en ellos la idolatría estaba en descenso, mientras que en nuestros días es justo al contrario» (de “La vita e le rivelazioni di Anna Caterina Emmerick completi”, p. 277 y sig.).

El card José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las causas de los Santos, ha considerado no auténticos los escritos atribuidos a Emmerick:

La beata (Anna Katharina Emmerick, 1774-1824) nos dejó con seguridad sólo tres cartas. Los demás escritos, que se le atribuyen por error, tienen origen distinto: las “visiones” de la Pasión de Cristo fueron anotadas, reelaboradas con gran libertad y sin control alguno, por el escritor alemán Clemens Brentano (1778-1842) y se publicaron en 1833 con el título La amarga pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por tanto, las obras en discusión no pueden considerarse ni escritas ni dictadas por la Emmerick ni tampoco transcripciones auténticas de sus afirmaciones y de sus narraciones, sino una obra literaria de Brentano y con tantas ampliaciones y manipulaciones que es imposible establecer cuál es el nucleo verdadero que atribuir a la beata. De ahí que los escritos en cuestión no sean el espejo veraz del pensamiento y de las experiencias místicas de la monja agustina. Las afirmaciones individuales, tanto las que expresan una religiosidad sana como las que presentan extrañezas y sentimientos antisemitas, brotaron de la creatividad y la fantasía artística de Brentano» (J.S. Martins, en L’Osservatore Romano, 7/10/2004).



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Profecía de Malaquías

Pasemos a considerar la profecía de Malaquías, citando del libro 2012. Catastrofismo e fine dei tempi (Piemme 2010).

Se trata de un elenco de 111 papas, aparecido 450 años después de la muerte de Malaquías, en una obra en lengua latina del monje benedictino Arnoldo Wion, Lignum Vitae (1595), el cual la introduce así:

“San Malaquías murió el 2 de noviembre de 1148. Nosotros poseemos tres cartas de san Bernardo dirigidas a él, las epístolas CCCXIII, CCCXVI y CCCXVII. Se cree que él escribió también algún opúsculo. Pero de él solo conozco una cierta profecía sobre los Soberanos Pontífices. Como este escrito es breve y por lo que parece aún no ha sido impreso, lo reproduzco aquí para responder al deseo de muchos”.


El elenco parte de Celestino II (1143-1144) y cada uno de los papas es definido por un lema en latín que debería poner de manifiesto su nombre, el símbolo, el lugar de procedencia o un elemento que le distinguiera. Tras el elenco de los 111 papas, en el manuscrito se encuentra esta frase: En la persecución extrema, el trono de la Santa Romana Iglesia será ocupado por Pedro el Romano, que apacentará a su rebaño en medio de muchos sufrimientos, terminados los cuales la ciudad de las siete colinas será destruida y el tremendo Juez juzgará a su pueblo. Fin (o Amén)”.

La “profecía” se puso de gran actualidad tras la muerte de Juan Pablo II, que era el 110 de la lista, y obviamente aún más desde que Benedicto XVI renunció al ministerio de obispo de Roma.

La autenticidad de la “profecía”, sin embargo, ha sido repetidamente desmentida por una seria investigación histórica.

San Malaquías fue una figura muy importante de la Iglesia irlandesa y del monaquismo cisterciense.

San Bernardo escribió su biografía citando todos los aspectos posibles, personales y de gobierno de la Iglesia, sin jamás mencionar presuntas profecías o revelaciones personales respecto a la sucesión de los Papas. Lo que sería realmente extraño si hubiera habido un manuscrito de este tipo.

En segundo lugar, la referencia a los Papas anteriores a 1590 es bastante precisa, con lemas que recuerdan su lema pontificio, mientras que para los Papas siguientes la referencia es mucho más vaga y sólo es posible si se buscan elementos heterogéneos que, en realidad, los harían compatibles con cualquier otro personaje.

Por ejemplo, el primer papa de la lista, Celestino II, es definido Ex castro Tiberi, con alusión al lugar de origen del Papa, que nació en Città di Castello, en el río Tíber.

Eugenio III (1145-1153) es definido Ex magnitudo montis, y también aquí la referencia es al lugar de nacimiento: Montemagno, en provincia de Pisa.


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Pero si miramos a los Papas de nuestra época, las interpretaciones dadas a cada lema son bastante forzadas. Juan XXIII sería Pastor et Nauta (pastor y marinero) con presunta referencia a su mandato como Patriarca de Venecia (antigua república marinera) o al papel de “timonel de la Iglesia en el mar de la modernidad” a través del Concilio Vaticano II.

Pablo VI es indicado con el lema Flos Forum, flor de flores, definición que algunos atribuyen al lirio: en el escudo de Pablo VI aparecen tres flores de lis.

Juan Pablo I es De Medietate lunae, que muchos refieren al hecho de que su pontificado – 33 días – duró “el tiempo de una luna” en referencia al mes lunar; en realidad, el mes lunar es de 28 días y medio mes lunar, como indica el lema, es 14 días.

Juan Pablo II sería De labore solis, que algunos ven como referencia a la procedencia de un país del Este (donde sale el sol).

Benedicto XVI sería De gloria olivae, lema que hace sudar bastante a los exégetas de Malaquías: la interpretación que triunfa se refiere al nombre Benedicto, afirmando que los benedictinos son también llamados olivetanos, lo que no es cierto, pues los Olivetanos son sólo una rama reformada del monaquismo benedictino.

Más recientemente se refieren al hecho de que Benedicto XVI canonizó al fundador de los Olivetanos, san Bernardo Tolomei, pero se nota que para hacer creíble la profecía hay que hacer un notable esfuerzo de fantasía.

Por lo demás, ¿cómo no darse cuenta de que un lema de este tipo es tan vago que podría adaptarse a cualquiera?

A un papa italiano (tierra de olivos) como a un papa de Oriente Medio o norteafricano (de piel aceitunada) o también a un Papa comprometido con la paz (el olivo es símbolo de paz).

Alguno antes del conclave que llevó a la elección del cardenal Ratzinger, había visto en la profecía de Malaquías un refuerzo de la candidatura al papado del cardenal Martini: era seguramente alguno experto en cócteles que había asociado la oliva al Martini.

Otro elemento subrayado por los críticos es el hecho de que en la interpretación clásica, en la lista de los papas se han incluido también diez antipapas, lo que es por lo menos curioso.

Para la Iglesia, los antipapas no pueden ser incluídos en la sucesión de Pedro (tan es así que la existencia de un antipapa Juan XXIII a principios del siglo XV no impidió que el papa Roncalli asumiese ese nombre en 1958) ni en la profecía se hace mención a eventuales antipapas, como sería de esperar.

Si quitásemos a los antipapas de la lista, encontraríamos que Benedicto XVI no sería el papa 111, sino el 101, y auguramos a los exégetas que sigan buscando una nueva conexión entre el nombre y el lema.



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Un último problema tiene que ver con el 112 de la lista, Petrus Romanus. Según algunos historiadores, se trataría de un añadido al texto del siglo XIX, pero aparte de esto, la profecía no habla de un papa 112.

La cosa ha dado pie a dos interpretaciones.

La primera es que puedan haber otros papas después del 111 y antes de Petrus Romanus, que en la tradición sería Pedro II: en este caso, el fin de la Iglesia y del mundo se reenviaría a una fecha indeterminada.

La segunda es que después de Benedicto XVI no habrá otro Papa, sino un “regente” que guíe a la Iglesia sin que haya tiempo ni condiciones para convocar o concluir a un conclave.

En este caso el final estaría realmente cerca: al desaparecer un Papa (por muerte o, como en este caso, por renuncia) la regencia de la Iglesia toca, hasta la elección del siguiente Papa, al cardenal Camarlengo.

Por tanto, tras la renuncia de Benedicto XVI, debería haber estado como regente el Camarlengo, que en ese momento era el cardenal Tarcisio Bertone, que era también secretario de Estado vaticano.

Pues bien, el nombre completo del cardenal Bertone es Tarcisio Pietro Evasio, nacido en Romano Canavese: ya tenemos a Petrus Romanus, con tal de no hacerse preguntas sobre por qué Malaquías indicaría el segundo nombre y no el primero, y usado como adjetivo (Romanus) el nombre de la ciudad, que en este caso es sustantivo.

Pero vaya, cuando uno está firmemente convencido de creer en al catastrofismo apocalíptico, se toma por buena una cosa y su contraria…

En el libro-entrevista Ultime conversazioni (Garzanti 2016), el papa emérito Benedicto XVI respondió con ironía a una pregunta sobre la “profecía” de Malaquías, según la cual el papado terminaría con su pontificado:

Probablemente esta profecía nació en los círculos de Felipe Neri. En esa época los protestantes afirmaban que el papado terminaría, y se quería sólo demostrar, con una larguísima lista de papas, que esto no era así. Pero no por esto hay que deducir que terminará de verdad. ¡Más bien que su lista no era bastante larga!” (p. 205).

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