Una luz que rompe la oscuridad y brinda seguridad a los navegantes ante los peligros y amenazas de posibles naufragios. A pesar de los avances de la tecnología para contrarrestar estos aspectos, su sola presencia sigue cosechando admiración. Los hay a lo largo y ancho el mundo. Varían en sus formas, dimensiones y colores, pero el propósito de un faro sigue siendo el mismo: guiar, acompañar e inspirar.
Un ejemplo de ello es el faro San Juan de Salvamento (Isla de los Estados, Tierra del Fuego, Antártida) considerado el más antiguo de Argentina y el primero en ser construido en las aguas australes. Precisamente, esta estructura fue la que inspiró a Julio Verne para escribir “El Faro del Fin del Mundo” (1905), obra que a la postre le diera fama y apodo.
Sin embargo, la majestuosidad de otro faro cercano conocido como Les Éclaireurs (cerca de Ushuaia, Canal de Beagle) ha generado confusión y suele asociarse con el que había inspirado a Verne, algo que lo ha convertido en un gran atractivo turístico. Y no es para menos, pues su imagen habla por sí sola:
Pero aquel original, el verdadero, ha quedado en el abandono, muchas veces olvidado y hasta con la necesidad de ser replicado.