En la mayoría de los western, aparece una escena con la mítica frase: “Yo de ti no lo haría, forastero”. Se me ocurre que durante las vacaciones hay mil momentos en que uno hace determinado comentario y conforme va pronunciando las palabras, la conciencia le exclama: “¡Pero qué locura, no se te ocurra decir eso jamás!”.
Pero tú ya lo has dicho. Así que toca aprender la lección para no caer la próxima vez.
La convivencia en vacaciones está llena de retos porque nos encontramos personas de distintos temperamentos y caracteres, unos cansados y otros eufóricos, unos soñadores y otros con ganas de desaparecer. La familia o las amistades nos han unido pero eso no significa que todo vaya rodado. Hay que poner un poco de nuestra parte.
Para que podamos ser prudentes y no herir o levantar suspicacias con determinados comentarios, aquí va una lista de frases que es mejor no pronunciar (alguna de ellas les sonará, ¿verdad?). Suerte y feliz convivencia.
¿Todavía no está hecha la comida?
El mal humor es indicio de hambre. Mereces que te respondan con un “pues hazla tú”.
Las vacaciones tienen un horario pero es lógico que se viva con más flexibilidad. Ten paciencia, colabora a quien lleva a cocina, prepara la mesa, sirve las bebidas, adelanta un aperitivo…
Todo menos que la persona que prepara la comida se sienta infeliz porque no llega a la hora prevista. ¡Qué más da! Luego vendrán la sobremesa y la siesta.
¿Otra cerveza? Te estás pasando con el alcohol, ¿no?
Habitualmente en verano tenemos más sed y la cerveza es para muchos la bebida que quita la sed. No hay que ser cenizos, aunque sí prudentes en este asunto.
Si papá toma demasiado habrá que ayudarle a saciar la sed de otro modo o a que orientemos su atención hacia otra actividad que no sea ir al bar.
Pero nunca hay que avergonzar a alguien en público: eso solo causa disgusto. Si ves que alguien tiene serios problemas con el alcohol, háblalo con quien corresponda en la familia para poner remedio.
Uf, con tus platos es imposible comer sano
Vives las vacaciones a mesa puesta y ¿te quejas de lo que cocina tu madre, tu hermana o quien sea?
Lo primero será agradecer los alimentos, lo segundo ajustar tu dieta a lo que te sirven en el plato. Siempre estás a tiempo de tomar menos de lo que más engorda y listos.
También en vacaciones es un buen momento para intercambiar recetas, fomentar modos de cocinar saludables, introducir más ensaladas y fruta en la dieta de niños y mayores…
“Ana, ven conmigo a la cocina, así te enseño cómo alimentar a tu marido”
La (mala) suegra no debe emplear nunca los días de vacaciones para dar lecciones a su nuera sobre cómo alimentar a su querido hijo, al que ya no tiene en casa.
En el caso de que se den este tipo de comentarios, que sea el hijo el que ataje la situación: “Gracias, mamá, tú cocinas de fábula, pero Ana también lo hace de maravilla”.
Importante: no entres en discusión, porque seguramente ese comentario escondía una lista de quejas. No destapes la caja de Pandora.
“Mañana, a madrugar todos, que así aprovecharemos el día”
Puede que veranees con un equipo destinado al Iron Bike, pero si tu familia se desenvuelve en coordenadas de normalidad, es posible que algunos quieran aprovechar estos días (o al menos los primeros) para dormir más horas.
Cuando uno va corto de sueño durante el invierno, sueña con recuperar todo eso en verano. No luchas por un madrugón ni pienses que se están volviendo unos blandos por dormir más.
Háblalo con ellos y tal vez cuando hayan pasado unos días de vacaciones tu idea de despertar al salir el sol tenga mejor acogida.
“No paras de leer. ¡Viva la convivencia!”
Unos disfrutan con la piragua y otros con la lectura. Deja que se siente sobre la cama y devore cómics.
No es signo de poca sociabilidad, es sencillamente que tiene gusto por la literatura y la ficción.
Y, aunque no lo parezca, está alimentando el espíritu. Verás como tarde o temprano eso redunda en beneficio de su capacidad creativa y de sus temas de conversación.