El Tour de Francia adquirió un fuerte acento latino con la llegada a meta del colombiano Nairo Quintana en la etapa 17, que constaba de 65 kilómetros entre Bagnères-De-Luchon y el Col du Portet, en pleno Pirineo francés.
En la etapa más corta de todo el Tour, Quintana (del equipo español Movistar) se batió contra los que dicen que no es suficientemente luchador y que, pese a poseer cualidades que hacen pensar en él como un posible Merck, a la hora de la verdad no muestra agallas para desmarcarse del pelotón. Incluso hay quien contabiliza las veces que ha ido de tapado y ha chupado rueda de otro miembro de su equipo.
Pues bien, Nairo ayer dejó muy claro que la montaña es lo suyo y que de algo han servido los miles de idas y venidas en bicicleta por la hermosa y recortada geografía de su país desde que era un niño.
No ha considerado nunca que procediera de una familia pobre pero si humilde, de origen campesino, y eso hizo que Nairo, como muchos “escarabajos” colombianos, emplearan la bicicleta para desplazarse y acudir a la escuela.
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Ayer, cuando quedaban todavía 5 kilómetros para la meta, Quintana se desmarcó del grupo y ya no hubo quien pudiera con él. Hoy se encuentra a tres jornadas del podio para conseguir el maillot amarillo en París y una jornada de montaña, la del viernes 28, en la que podría volver a mostrar los talentos que Dios le regaló.