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Alejandro Muñoz, el periodista colombiano que ha encontrado a 13.000 desaparecidos

COLOMBIA

Alejandro Muñoz Garzón - Facebook

Vicente Silva Vargas - Aleteia Colombia - publicado el 02/07/18

Le dicen el ‘Buscapersonas’ porque ha facilitado el reencuentro de personas adoptadas, abandonadas por sus familias o que huyeron por violencia paterna

Alejandro Muñoz Garzón empezó la búsqueda de colombianos desaparecidos luego de que su familia perdiera las esperanzas de encontrar a José Simón, un tío suyo que tras recibir una herencia cortó todo tipo de relación con su familia.

En 1997 decidió mover cielo y tierra para hallar al huidizo hermano de su padre. De nada valieron las versiones de vecinos, las fotografías ni los contactos con altos mandos del Ejército y un jefe de la guerrilla porque nadie le dijo si estaba vivo o muerto, aunque sí supo que se había refugiado en la selva amazónica. Su experiencia personal, revelada en una breve sección de un programa de televisión, tuvo un gran impacto y sirvió para que miles de personas pidieran su ayuda.

En pocos meses la sección se convirtió en un programa semanal en el que abundaban dramáticos casos de rupturas familiares. Los hechos más frecuentes eran los de mujeres buscadas por hijos entregados en adopción a extranjeros, padres irresponsables requeridos por personas abandonadas, hombres y mujeres que huyeron de sus casas o fueron echadas a la calle por maltrato de sus padres y bebés de brazos robados por familiares. Otros casos como el del tío José Simón eran inexplicables porque se trataba de personas que se perdieron como si se las hubiera tragado la tierra.

Fue necesario que la productora de televisión creara un equipo de logística, investigación y producción para que el programa prestara un servicio social eficiente en un país como Colombia donde el número de desaparecidos por graves problemas intrafamiliares puede ser más alto que el de las víctimas por desaparición forzada durante el conflicto armado.

En efecto, las cifras sobres desaparecidos por discrepancias entre parientes nunca se han podido determinar por cuanto se trata de situaciones particulares que no suelen denunciarse ante las autoridades. En cambio, en los casos originados por la confrontación armada sí se conocen datos oficiales suministrados por el Centro Nacional de Memoria Histórica. Según esta entidad estatal, entre 1958 y 2017 se documentaron 82.998 casos de desaparecidos forzosamente, un fenómeno aterrador atribuido a las guerrillas, los paramilitares, agentes del Estado y otros delincuentes.

El reto asumido 25 años atrás por Muñoz Garzón y su pequeño equipo de colaboradores fue monumental porque empezó a trabajar con precarias informaciones.

“No teníamos ayuda tecnológica, internet apenas se estaba conociendo, los teléfonos móviles acababan de llegar y los interesados solo tenían fotografías, datos que enviaban por cartas, decenas de preguntas y, en muchos casos, una enorme carga de odio y resentimiento”, recuerda Muñoz Garzón al revisar el archivo con los 1522 hallazgos ocurridos en los primeros años de trabajo.

Cuando alguien requiere los servicios de la Fundación Internacional para el Reencuentro ―Fiper― creada por Alejandro con este propósito, lo primero que se establece es si esa solicitud es verdadera o falsa.

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“Luego averiguamos si lo hace por curiosidad, si se debe a un propósito familiar, si obedece a un deseo afectivo, si hay algún sentido de identidad o si tiene interés económico”, aclara este periodista bogotano que trabajó como reportero judicial y actuó como humorista en Sábados Felices, un programa televisivo en el que también promovió reencuentros.

Tan pronto se produce el hallazgo comienza otra etapa más difícil en la que la persona encontrada puede reaccionar con vergüenza, rabia, odio, indignación o simplemente se niega a restaurar sus vínculos familiares. El siguiente paso consiste en preparar psicológicamente a las partes para el reencuentro aunque se les advierte que “deben estar listos para reconocer al otro como parte de su familia y aceptarlo con mucho afecto en el corazón, tal como es, porque a veces el que estaba perdido padece alguna enfermedad o discapacidad, vive pobremente o tiene algún defecto físico”.

Los reencuentros

De los 13.000 hallazgos promovidos por la Fiper, un 40 % corresponde a personas muertas. En estos casos, si bien no hubo reencuentros, los familiares se declaran satisfechos porque por fin pudieron cerrar un círculo doloroso en sus vidas, saber qué pasó con su pariente y encontrar a parentela de la que no tenían noticias.

De los casos terminados satisfactoriamente uno de los más recordados por la Fundación es el de Álvaro Hernández y Carmen Rosa Martínez, dos hermanos que fueron separados abruptamente por la ola de violencia que destruyó al centro de Bogotá el 9 de abril de 1948. Durante siete décadas en las que por un error de registro tuvieron apellidos diferentes, no perdieron la esperanza de reencontrarse y lo pudieron hacer gracias a la investigación adelantada en diferentes ciudades. En 2017, cuando se volvieron a ver, él tenía 71 años y ella 74.

Otro hecho notable fue el de una adolescente obligada por una partera a tener prematuramente a su hijo y al que en un comienzo dieron por muerto. El bebé fue adoptado por una tía de la joven que luego se casó con un hombre diferente al padre del niño. Cuarenta años después la mujer llamó, dio unos pocos datos y Alejandro encontró al hijo. El día del reencuentro en Bogotá, la madre se desmayó al ver que su hijo era un sacerdote católico. Ese día él también supo quién era su verdadera madre.

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