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Las hermanas siamesas que cambiaron el corazón de Tanzania ahora están en el cielo

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BBC Africa

Annalisa Teggi - publicado el 28/06/18

Nacieron abandonadas y con un terrible diagnóstico, fueron acogidas por una misión católica, después de la universidad soñaban con dar clases: María y Consolata mostraron a África el rostro herido y resucitado de Jesús

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Murieron a los 21 años por complicaciones respiratorias, pero en realidad el diagnóstico sin piedad que recaía sobre ellas las habría matado en el nacimiento: María y Consolata Mwakikuti nacieron unidas del ombligo para abajo, compartían el hígado y los pulmones, pero cada una tenía su corazón, cabeza y brazos.

Tras la muerte del papá, la mamá abandonó a las gemelas al no poder cuidarlas. Las acogió la misión católica de Ikonda: en Tanzania, en un contexto humano en donde la discapacidad, sobre todo si es grave, es objeto de rechazo y descarte.

Se puede decir que María y Consolata fueron fruto de un milagro, al vivir plenamente el misterio doloroso de su condición.

Escribe el sacerdote Giuseppe Inverardi:

María y Consolata. Un mistero de la vida. Un misterio de vida juntas. ¿Quién podrá jamás  sondear este misterio?Missioni Consolata

Su presencia cambió la mirada de la gente, contra cualquier pronóstico asistieron a la preparatoria y se inscribieron a la universidad católica de Iringa: estudiaban historia, inglés y swahili con el deseo de algún día ser profesoras.

Un caso verdaderamente único, que captó el interés de los medios y las volvió «famosas», o mejor dicho «observadas».

Y así, María y Consolata se dieron al público, compartiendo fotos en que mostraban sonrisas sinceras, entrevistas llenas de compromiso por cambiar la opinión pública.

Llena de entusiasmo, María había declarado a la televisión nacional, al dirigirse a los padres de personas discapacitadas:
«No escondan o encierren en casa a sus hijos discapacitados. Deben saber que como seres humanos son iguales a todos y tienen los mismos derechos»Daily Nation

Quizá sabían que eran observadas con curiosidad morbosa por la gente, pero más que nunca eran conscientes de que incluso por un interés superficial se puede empezar a hablar de cosas indispensables.

La dignidad del ser humano que sufre, antes que nada; ese abrazo sin condiciones ni peros que ellas, debe decirse, conocieron solo dentro de la experiencia de la misión católica que las acogió.

Eran dos corazones en un cuerpo. Qué imagen vertiginosa. Hacían muchas cosas juntas, les encantaba cocinar y tejer.

Y sin embargo, no eran ni una ni iban al unísono: Consolata era locuaz, María más silenciosa; no estaban de acuerdo en los tiempos en los que hacer las cosas, en el momento en que una quería leer, la otra se habría puesto a limpiar la casa.

Hablaron públicamente con la sencillez que desarma de los débiles que mueven montañas.

El cristianismo se basa en el misterio de la encarnación, no existe otra voz en el mundo que hable del cuerpo que mantiene firmemente en un nudo la humildad y la realeza.

El cuerpo es un apéndice menospreciado del alma y, no obstante, el cuerpo es la parte más flexible, frágil, provisional de nosotros. El cuerpo del Rey de los Cielos fue asesinado, para que las almas de todos pudieran ser dignas del Bien Eterno.

Durante todo el tiempo en que el pueblo de Tanzania siguió con afecto y estupor la historia de estas gemelas, el pensamiento dominante y sus prejuicios se alteraron: es extraño ver un cuerpo único sobre el que surgen dos sonrisas, dos almas, dos voces.
María y Consolata rompieron un gran tabú en su país de origen y ver al pueblo conmovido por su fallecimiento es una gran confirmación: en cualquier latitud que une se encuentre (y quizá aún más en nuestras ciudades ultramodernas, súper conectadas y sofisticadas) nuestra alma clama la buena noticia.
Todos esperamos una respuesta a la cuestión más urgente: a pesar de todas mis contradicciones y límites, ¿mi persona es un bien?

Sí lo es, y en sus misteriosos caminos, Dios nos llama a dar testimonio como hicieron María y Consolata. El tiempo de vida que les fue donado (un tiempo de sufrimiento y de gozo), fue completamente donado también a quien, al mirarles, se dejó lavar el cerebro por su mensaje valiente.

El pasado enero su condición de salud se precipitó, y fueron precisamente sus dos corazones quienes padecieron mayormente. El sábado pasado, a una hora de distancia la una de la otra, se fueron al cielo.
El mensaje del Presidente de Tanzania John Magufuli nos explica cuánto sus vidas, tan frágiles y que alguno podría juzgar de inútiles, cambiaron montañas de prejuicios:
«Estoy triste por la muerte de las gemelas, María y Consolata. Cuando las encontré en el hospital la última vez estaban rezando por el país. Mis más sentido pésame a la familia, descansen en paz hijas mías»Daily Nation

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áfricadiscapacidadprejuicios
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