Nacieron abandonadas y con un terrible diagnóstico, fueron acogidas por una misión católica, después de la universidad soñaban con dar clases: María y Consolata mostraron a África el rostro herido y resucitado de Jesús Murieron a los 21 años por complicaciones respiratorias, pero en realidad el diagnóstico sin piedad que recaía sobre ellas las habría matado en el nacimiento: María y Consolata Mwakikuti nacieron unidas del ombligo para abajo, compartían el hígado y los pulmones, pero cada una tenía su corazón, cabeza y brazos.
Tras la muerte del papá, la mamá abandonó a las gemelas al no poder cuidarlas. Las acogió la misión católica de Ikonda: en Tanzania, en un contexto humano en donde la discapacidad, sobre todo si es grave, es objeto de rechazo y descarte.
Se puede decir que María y Consolata fueron fruto de un milagro, al vivir plenamente el misterio doloroso de su condición.
Escribe el sacerdote Giuseppe Inverardi:
María y Consolata. Un mistero de la vida. Un misterio de vida juntas. ¿Quién podrá jamás sondear este misterio? Missioni Consolata
Su presencia cambió la mirada de la gente, contra cualquier pronóstico asistieron a la preparatoria y se inscribieron a la universidad católica de Iringa: estudiaban historia, inglés y swahili con el deseo de algún día ser profesoras.
Un caso verdaderamente único, que captó el interés de los medios y las volvió “famosas”, o mejor dicho “observadas”.
Y así, María y Consolata se dieron al público, compartiendo fotos en que mostraban sonrisas sinceras, entrevistas llenas de compromiso por cambiar la opinión pública.
“No escondan o encierren en casa a sus hijos discapacitados. Deben saber que como seres humanos son iguales a todos y tienen los mismos derechos”. Daily Nation
Quizá sabían que eran observadas con curiosidad morbosa por la gente, pero más que nunca eran conscientes de que incluso por un interés superficial se puede empezar a hablar de cosas indispensables.
La dignidad del ser humano que sufre, antes que nada; ese abrazo sin condiciones ni peros que ellas, debe decirse, conocieron solo dentro de la experiencia de la misión católica que las acogió.
Eran dos corazones en un cuerpo. Qué imagen vertiginosa. Hacían muchas cosas juntas, les encantaba cocinar y tejer.
Y sin embargo, no eran ni una ni iban al unísono: Consolata era locuaz, María más silenciosa; no estaban de acuerdo en los tiempos en los que hacer las cosas, en el momento en que una quería leer, la otra se habría puesto a limpiar la casa.
Hablaron públicamente con la sencillez que desarma de los débiles que mueven montañas.
El cristianismo se basa en el misterio de la encarnación, no existe otra voz en el mundo que hable del cuerpo que mantiene firmemente en un nudo la humildad y la realeza.
El cuerpo es un apéndice menospreciado del alma y, no obstante, el cuerpo es la parte más flexible, frágil, provisional de nosotros. El cuerpo del Rey de los Cielos fue asesinado, para que las almas de todos pudieran ser dignas del Bien Eterno.
Sí lo es, y en sus misteriosos caminos, Dios nos llama a dar testimonio como hicieron María y Consolata. El tiempo de vida que les fue donado (un tiempo de sufrimiento y de gozo), fue completamente donado también a quien, al mirarles, se dejó lavar el cerebro por su mensaje valiente.
“Estoy triste por la muerte de las gemelas, María y Consolata. Cuando las encontré en el hospital la última vez estaban rezando por el país. Mis más sentido pésame a la familia, descansen en paz hijas mías” Daily Nation
H.E @MagufuliJP sent condolences following the untimely demise of conjoined twins Maria and Consolata whom he had once visited in hospital. pic.twitter.com/zJHgl6PtKo
— TanzaniaSpokesperson (@TZSpokesperson) June 3, 2018