El guardameta de la selección iraní era pastor de rebaño y el fútbol ha supuesto para él, como para muchos, un ascenso social impensable de otro modo.
El once de Irán en el Mundial de Fútbol de Rusia 2018 puede convertirse en unas horas en el Ocean’s Eleven de este campeonato si logra vencer a España, el equipo favorito del grupo B y uno de los que mejor avanza en líneas generales pese a su empate con Portugal.
Nada tienen que ver las cifras millonarias de muchos de los jugadores de España en sus respectivos clubes, a lo que se añaden las primas que se les ha prometido si ganan en Rusia’2018; en comparación con los jugadores de Irán, algunos de ellos con unas trayectorias dignas de Tom Sawyer.
Un país con alto desempleo juvenil
Llegar desde Irán en calidad de futbolistas de la selección hace a estos hombres un modelo para los jóvenes de su país, donde el 25% de los muchachos se encuentran en el paro, según estadísticas recientes.
Para colmo, el boicot de Estados Unidosa Irán ha provocado que algunos jugadores no dispongan de las botas de la equipación ya que la marca patrocinadora no ha podido entregárselas. En los entrenamientos se ha visto a varios seleccionados con zapatillas pagadas de su bolsillo.
La historia de David
Pero quién sabe. En el antiguo Testamento se nos relata la historia de David, un joven del pueblo de Israel que se dedicaba al pastoreo. Al enfrentarse Saúl y el pueblo contra los filisteos, David se ofreció para combatir con un gigante llamado Goliat.
David solo disponía de una honda y un morral donde introdujo cinco cantos rodados, pero confiaba en el Señor: “De la misma manera que Dios me ha librado de las garras del león y de las zarpas del oso, así también me librará de las manos de este filisteo“, rezó. Y así fue: dio un golpe mortal a Goliat, este cayó y David le cortó entonces el cuello.
El camino a una vida mejor
El fútbol, como para muchos niños y jóvenes de países con pocos recursos, es el camino hacia una vida mejor en Irán.
Así, el hoy guardameta de la selección, Alireza Beiranvand, tiene presente que era pastor de rebaño. Un día decidió abandonar a su familia y viajar a Teherán en busca de una oportunidad. Tuvo que dormir en la calle, lavó coches, fue barrendero y más tarde pizzero antes de encontrar finalmente un lugar en un club de fútbol. Hoy juega en el Persépolis, que es el campeón de Liga en su país.
Sus 25 años y su 1,95 m. de altura le ayudan a ser imbatible en la portería porque, como el mismo Beiranvand explica, el recuerdo de la pobreza le impulsa a no querer regresar a pastorear las cabras.
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