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El Papa: Explotar a las mujeres es un pecado contra Dios

GIRL POWER

Isaiah Rustad/Unsplash | CC0

Vatican News - publicado el 15/06/18

Homilía de Francisco en la Casa Santa Marta sobre la revolución de Jesús al poner al hombre y la mujer al mismo nivel

Una oración “para las mujeres marginadas, para las mujeres explotadas, para las chicas que tienen que vender su propia dignidad para tener un lugar de trabajo”. Esta es la exhortación del Papa en la Misa matutina en Casa Santa Marta.

Francisco reflexiona sobre el Evangelio de Mateo y sobre las palabras de Cristo: “quien mira una mujer deseándola ya ha cometido adulterio” y “quien repudia a su esposa la expone al adulterio”.

Y recuerda que las mujeres son “lo que falta a todos los hombres para ser imagen y semejanza de Dios”.

Jesús pone a la mujer al mismo nivel que el hombre

Jesús pronuncia palabras fuertes, radicales, que “cambian la historia”. Porque hasta ese momento la mujer “era de segunda clase”, por decir un eufemismo, “era esclava”, “no gozaba siquiera de la libertad plena”, observa el Papa.

Y la doctrina de Jesús sobre la mujer cambia la historia. Y una cosa es la mujer antes de Jesús, otra cosa es la mujer después de Jesús.

Jesús dignifica a la mujer y la pone al mismo nivel del hombre, porque toma esa primera palabra del Creador, los dos son “imagen y semejanza de Dios”, los dos; no primero el hombre y después un poco más abajo la mujer, no, los dos.

Y el hombre sin una mujer cerca  -sea como mamá, como hermana, como esposa, como compañera de trabajo, como amiga-, ese hombre solo no es imagen de Dios.

Las mujeres no son un objeto de deseo

Francisco reflexiona en particular sobre el “desear” a una mujer evocado en el Evangelio. “En los programas de TV, en las revistas, en los diarios – dice – se muestra a las mujeres como un objeto de deseo, de uso”, como en un “supermarket”.

La mujer, quizás para vender una cierta calidad “de tomates”, se convierte en un objeto, “humillada, sin vestidos”, haciendo caer la enseñanza de Jesús, que la “dignificó”.

Y, añade, no hay que ir “tan lejos”: sucede “aquí, donde vivimos”, en las oficinas, en las empresas, las mujeres son “objeto de esa filosofía de usar y tirar”, como “material de descarte”, en el que no parece siquiera que sean personas.

Esto es un pecado contra Dios Creador, rechazar a la mujer, porque sin ella los hombres no podemos ser imagen y semejanza de Dios.

Hay un encarnizamiento contra la mujer, un grave encarnizamiento. Aun sin decirlo… ¿cuántas veces las chicas, para tener un puesto de trabajo, tienen que venderse como objeto de usar y tirar? ¿Cuántas veces? “Sí, padre, he oido que en ese país…”. Aquí en Roma. No te vayas lejos.

Miremos alrededor para ver la explotación

El Papa se pregunta qué veríamos si hiciésemos una “peregrinación nocturna” en ciertos sitios de la ciudad, donde “tantas mujeres, tantas inmigrantes, también no inmigrantes” son explotadas “como en un mercado”.

A estas mujeres, prosigue, los hombres “se acercan no para decirles ‘buenas noches’”, sino “¿cuánto cuestas?”, dice el Papa.

Y a los que se lavan “la conciencia” llamándolas “prostitutas”, el Papa les dice:

Tú la has hecho prostituta, como dice Jesús: el que repudia la expone al adulterio; porque no tratas bien a la mujer, la mujer acaba así, explotada, esclava, tantas veces”.

Despreciamos la imagen de Dios

Hará bien a todos mirar a estas mujeres y pensar que, frente a nuestra libertad, ellas son “esclavas de este pensamiento del descarte”.

Todos esto sucede aquí en Roma, sucede en cada ciudad, las mujeres anónimas, las mujeres – podemos decir – “sin mirada” porque la vergüenza cubre la mirada, las mujeres que no saben reír.

Y tantas de ellas no saben, no conocen la alegría de dar el pecho y de escucharse llamar mamá.

Pero, también en la vida cotidiana, sin ir a esos lugares, este mal pensamiento de rechazar a la mujer, como un objeto de “segunda clase”. Deberíamos reflexionar mejor.

Y haciendo esto o diciendo esto, entrando en este pensamiento despreciamos la imagen de Dios que hizo al hombre y la mujer juntos a su imagen y semejanza.

Este pasaje del evangelio tiene que ayudarnos a pensar en el mercado de las mujeres, en el mercado, sí, la trata, la explotación que se ve; también en el mercado que no se ve, lo que se hace y no se ve. La mujer es pisoteada porque es mujer.

Jesús, recuerda el Papa, “tuvo una mamá”, tuvo “muchas amigas que lo seguían para ayudarle en su ministerio” y para apoyarle.

Y encontró a “muchas mujeres despreciadas, marginadas, descartadas”, a las que levantó con mucha “ternura”, devolviéndoles la dignidad.

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