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Cuatro abuelos, un mismo amor y más de cuatrocientos años

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Thodonal88 - Shutterstock

Carlos Zapata - Aleteia Colombia - publicado el 10/06/18

Puede que la fórmula de la “eterna juventud” varíe, pero en estas cuatro bellas personas, que superaron los cien años de edad, parece haber una especial coincidencia. ¡Y el Papa emérito lo celebra!

Don Laureano y la tía Elisa celebraron juntos más de doscientos cumpleaños. Padre y tía de un jovencito, estos amigos tenían costumbres muy distintas, tan diferentes como sus estados de ánimo; pero los unía un extraordinario amor a la Eucaristía, los principios y la familia.

Ella, la hacedora de los más sabrosos desayunos, que humeaban desde las cinco de la mañana, al calor de una cocina de hogar cargada de valores cristianos. En la mesa nunca faltaron los alimentos, que generosamente compartían con las más variopintas visitas.

Mesa grande, mesa llena… para obsequiar a los demás, en silencio, con cariño y desinterés al que requería posada, un plato de comer o un plato de beber.

No sólo abundaba la comida, junto al aguamiel tan típico de las frías zonas de los andes venezolanos, junto a un trozo de pan o de algunas galletas. Sino que estaban acompañados de historias o anécdotas que comenzaban y terminaban con una bendición.

Él, un enamorado de los caballos, de diálogo inteligente, fluido e impecable. Se hacía el sordo, para evitar las conversaciones aburridas. Aunque el tiempo disminuyó su capacidad para escuchar. No le hacía falta oír mucho; pues, hablar y ser escuchado le bastaba para sonreír.

De una compañía maravillosa que hacía pasar las horas como si fuesen segundos, fundidos en historias y anécdotas marcadas por una piel curtida en alegrías y tristezas.

Hablaba del respeto a los mayores y de una tradición irremplazable, tras señalar con orgullo la bendición de haber criado a un hijo sacerdote.

Era un adicto al pan integral, pero no más que al café o a un poco de papelón caliente. Y a diferencia de su amiga, no despreciaría un trago de buen vino que tomaba literalmente sin degustar.

Sabía de la importancia del trabajo y exaltaba la posibilidad de los cultivos y de levantar un hogar con el sudor de la frente, a partir de labores complejas y en muchos aspectos agotadoras. ¡Sabía de todo, menos de flojera!

Construía bloques para hacer casas, y cuidaba los animales. Hombre de finca y de principios, que con el mismo cuidado y precisión que en algún momento le exigieron el cincel y el martillo levantó a su muchacho.

*Así se les fue la vida, sin que un día dejaran de comulgar… Sin cansancio, sin apuro, con 104 y 106 años encima y una sonrisa que se fue apagando lentamente en una respiración que se convirtió en suspiro.*

Con los ojos apuntando al Cielo, como buscando a Dios en espera de abrazarle, bendijeron. Se fueron casi juntos… Tan juntos como llegaron tras compartir una vida como inseparables amigos.

La tía Elisa cuidaba su comida y evitaba los excesos. El abuelo, no. Él bendecía esos gustos exóticos que ella rechazaba. Pero ambos coincidían plenamente en la oración, la necesidad de la Misa diaria y en un amor profundo a la reconciliación.

Un caballero de su misma región piensa del mismo modo, aunque lo enseña de manera diferente: “Poca cama, poco plato y mucha suela de zapato”. Esa es la clave de sus casi 101 años de edad.

Raúl Méndez Moncada es un muy querido sacerdote venezolano. Una autoridad moral de los andes venezolanos, donde ha formado a no pocas generaciones, que incluye tanto a las más jóvenes como a las del clero del que ahora es decano.

Nunca se retiró… Pues más que un trabajo, su labor de pastoreo fue una pasión característica de este prelado. Y su modelo de santidad sigue motivando a las nuevas y jóvenes generaciones. Sigue viviendo para Dios, con la alegría que lo marcó su ordenación sacerdotal.

*Enseña que la clave de una vida sana y prolongada es la oración, un profundo amor a Dios, los valores como el respeto, dormir apenas lo necesario para el descanso, comer sin excesos y caminar mucho. *

Es un enamorado de la naturaleza y hace uso de su autoridad moral para defender la verdad cuando lo cree preciso. Actualmente habla poco, pero cuando lo hace todos guardan silencio. Sus gestos hablan por él, al igual que su vida, ya convertida ella misma en oración.

A miles de kilómetros de distancia, en Reino Unido, vive una dama que tampoco se casó. No es religiosa, pero afirma que el secreto para durar mucho… es no tener novio: “Nunca tuve de eso. Y por eso he llegado hasta esta edad”.

La simpática dama es Madeline Dye, quien cuenta 106 años y goza de muy buen humor. Eso y la abstinencia serían la razón de la sana y prolongada vida de esta longeva británica, quien disfruta las conversaciones amenas con amigos, como su sobrina, una “jovencita” de 80 años que desde hace poco la cuida y acompaña.

Los ancianos, enseña Benedicto XVI, son “una riqueza para la sociedad, también en el sufrimiento y la enfermedad. Y esta fase de la vida es un don también para profundizar en la relación con Dios”. Por lo que “¡Nunca hay que dejarse aprisionar por la tristeza! Hemos recibido el don de una vida larga. Es bello vivir también a nuestra edad, a pesar de algún achaque y limitación. Que en nuestro rostro se vea siempre la alegría de sentirnos amados por Dios”.

Dos damas y dos caballeros, dos vivos y dos en el Cielo… Juntos, los cuatro abuelos superan los 400 años de edad. Y juntos comparten un mismo amor: Dios, que es amor y es vida.

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