Ocurrió en Argentina 78 y su protagonista es Víctor Dell’Aquila, que había perdido sus dos brazos a los 12 años en un accidente con un poste de luz40 años atrás, la selección argentina de fútbol se convertía por primera vez en su historia Campeón del Mundo. En el Mundial organizado en su casa, llegaba a la final y vencía por 3 a 1 a Holanda. Noche de gloria en el Monumental, de emociones y llanto en las tribunas y en los hogares argentinos, del paso a la inmortalidad del deporte de apellidos como Fillol, Ardiles, Gallego, Kempes, Luque, Bertoni, Passarella, Tarantini, Olguín, Alonso y tantos otros, noche de muchos abrazos.
En el campo de juego, dos de los emblemas, lloraban de emoción. Rezaban mirando al cielo y a sus manos como diciéndose a sí mismo si eran dignos de tanta alegría, incrédulos por el camino que habían recorrido y lo que habían conseguido. Alberto “Conejo” Tarantini y Ubaldo Matildo “Pato” Fillol arrodillados en llanto se abrazaron en lo que ya era la foto del Mundial. Pero apareció un protagonista más. Un anónimo, de esos que lograron atravesar la cerca del Monumental y saltar al campo de juego en el medio del descontrol para buscar hacer lo que sea: esas emociones que solo se expresan en el fútbol.
El hasta entonces anónimo se acercó a los campeones del mundo, abrigado hasta la médula en esa fría noche de junio pero con las mangas sueltas, lo que evidenciaba la ausencia de los dos brazos, y los abrazó… Se abrazaron. Los campeones del mundo y el hincha sin brazos fundidos en un abrazo en el, como se consagró popularmente después, el abrazo del alma.
El sagaz fotógrafo deportivo de El Gráfico Ricardo Alfieri capturó la secuencia y el momento, que de otra manera hubiese caído en el olvido popular. La llevó a su revista, sin duda una de las mejores revistas deportivas editadas en español. Y luego buscó al protagonista anónimo para entregarle un ejemplar de la foto, al hombre sin brazos que igual pudo abrazar. Se llamaba Víctor Dell’Aquila, vivía en San Francisco Solano, provincia de Buenos Aires, era fanático de Boca Juniors, y había perdido sus dos brazos a los 12 años en un accidente con un poste de luz.
El fútbol, reconoció tiempo después en entrevistas, le ayudó a recuperar las ganas de vivir y a superarse y todos los domingos o juega o necesita estar en contacto con el fútbol. Muchos años después, para el Mundial 2014, la empresa Coca Cola lo reencontró con Fillol y Tarantini en un comercial de televisión, y le permitió ir a otro Mundial, su segundo Mundial, en Brasil. En el comercial se lo veía cabeceando y jugando a la pelota como uno más.
La amputación había enfrentado a Víctor a los 12 años a una angustia inmensa. “¿Para qué me deja vivir?”, le dijo entonces al médico. “Vos le tenés que devolver la vida a tu vieja”, le respondió. Dell’Aquila le devolvió la vida a su madre, formó su propia familia, jugó al fútbol, y protagonizó, aún sin brazos, uno de los abrazos más emocionantes de la historia del deporte.