La tragedia de Nicaragua entronca con la realidad de Venezuela
Mientras el cardenal venezolano Jorge Urosa Savino se encuentra en Roma, desde donde solicitó ayer a la comunidad internacional «benevolencia» con sus compatriotas emigrados, difundir “la realidad” de su país y el envío de víveres ante “la situación de crisis integral” que atraviesa, Vilma Núñez, presidenta del centro nicaragüense de Derechos Humanos, explicaba a los medios internacionales lo ocurrido en un choque de manifestantes en honor a las madres, a las mujeres que han perdido a sus hijos durante los últimos 42 días, con militantes a favor de la administración del presidente Daniel Ortega. “Definitivamente la vida de los nicaragüenses no vale nada para Daniel Ortega, solo la de su familia”.
El problema del nulo valor de la vida es lo que, en realidad, está sobre el tapete. Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela, representan lo que el episcopado venezolano ha denunciado como “moralmente inaceptable”: el socialismo del Siglo XXI.
El arzobispo de Caracas, Jorge Urosa Savino, criticó que el régimen de Nicolás Maduro “ha querido imponer un sistema totalitario y marxista que ha arruinado Venezuela”. Lo hizo en la presentación de una campaña solidaria promovida por Cáritas y Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN). Describió la situación que vive su país como de “crisis integral, política, social y económica”.
Núñez enfatizaba: “Estamos en capacidad de afirmar que no fue un encuentro casual, fue un montaje dirigido por Daniel Ortega usando toda su fuerza, él es el jefe supremo de la Policía Nacional, más las fuerzas paramilitares, más la juventud sandinista a la cual ha instrumentalizado. La marcha de las madres ya iba a concluir pacíficamente y no había como encontrarse casualmente con otra marcha organizada por el gobierno. Ellos fueron los causantes”, agregó la defensora de los Derechos Humanos desde Managua, describiendo una situación que para los venezolanos resulta muy familiar.
La señora Núñez subrayó algo que no debe pasar desapercibido: “Ortega reafirmó que no se irá y que Nicaragua no le pertenece a nadie; nos pertenece a todos pero, aunque lo haya dicho, realmente no lo piensa después de que un pueblo entero le está pidiendo que renuncie y él dice que no se va”.
Lo mismo ocurre en Venezuela. La consulta del 20M pasado evidenció la escasa capacidad de convocatoria y respaldo con que cuenta el presidente venezolano. La histórica cifra de abstención representó el mayor desacato evidenciado en el país por parte de la sociedad civil desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1998. Todo un pueblo negándose a respaldar su permanencia en el poder, pero ellos pretenden continuar, a la fuerza. Son ilegítimos pero se escudan en una legalidad hecha a medida que los blinda por sobre cualquier arbitrariedad y prevalece por encima de cualquier violación a la Constitución.
El cardenal venezolano en Roma aboga por ayuda internacional para mitigar el hambre. Pero junto a ello, la delincuencia impune, la falta de medicinas, la tortura y la represión ha cobrado más vidas en Venezuela que las propias guerras. En Nicaragua, los ataques contra la población civil -que ejerce su derecho a protestar- han sido calificadas de “masacres” por los obispos nicaragüenses.
La Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) emitió a primera hora de la mañana de este jueves 31 de mayo un comunicado condenando al orteguismo. “Queremos dejar claro que no se puede reanudar la mesa del Diálogo Nacional mientras al pueblo de Nicaragua se le siga negando el derecho a manifestarse libremente y continúe siendo reprimido y asesinado“, expresan los obispos en la parte medular del comunicado. Horas antes, la Universidad Centroamericana (UCA) y la Catedral de Managua, habían sido atacadas a balazos por refugiar manifestantes.
La Iglesia nicaraguense suspendió el diálogo ante semejante panorama. Mons Silvio José Báez, obispo auxiliar de Managua informaba en su cuenta de tuiter: “Rector de la UCA me resume en una palabra lo que ha ocurrido en Managua al finalizar la marcha de las madres: ¡Masacre! Disparan ráfagas contra manifestantes pacíficos. Herido de gravedad en la cabeza”. Disparos a la cabeza: idéntico proceder en Venezuela durante las pasadas protestas.
“Realmente es muy triste que este pueblo esté enlutado por el capricho de dos personas (Daniel Ortega y Rosario Murillo) que está clarísimo que no pueden gobernar”, denunció el padre José Idiáquez, SJ. Rector de la UCA.
Según el último reporte preliminar del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), en las últimas horas previas al inicio del fin de semana indicaba que habían fallecido 15 personas y centenares de heridos, víctimas del terrorismo de Estado desatado contra la población civil de Nicaragua.
La Iglesia ha dado un paso la frente por la vida en ambos países. Un paso profético que obliga a la denuncia pero también al compromiso liberador, que siempre lleva el riesgo por delante.
El respetado jesuita y exrector de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, Luis Ugalde, acudía ayer a la Universidad Central de Venezuela, invitado como orador en un multitudinario foro en rechazo a las elecciones del 20 de mayo.
Sus palabras no pudieron ser más elocuentes: “Ustedes saben que soy sacerdote católico. Permítanme que, desde las fuentes de mi identidad, comparta con ustedes, no mi religión, sino una profunda sabiduría que trasciende a cualquier parcela religiosa y es patrimonio común de toda la humanidad”.
Acto seguido, recordando las palabras de Yahvé a Moisés, ante la zarza ardiendo, “quítate las sandalias de los pies, porque el sitio que pisas es terreno sagrado” (Éxodo 3,5) sentenció: “El terreno sagrado de esta asamblea es la vida de la gente, la vida de los cientos de asesinados, torturados y maltratados, de los millones de exiliados, de las decenas de millones que malviven sin esperanza y acaban de recibir la pésima noticia de que el gobierno dictatorialmente quiere perpetuar su miseria por seis años más”.
Terminó con un llamado a la Fuerza Armada Nacional “que conoce mejor que nosotros la tragedia nacional y el fraude y está obligada a restablecer la Constitución y evitar que se perpetúe la miseria”, y con un emplazamiento al régimen: “Los venezolanos no podemos esperar meses o años la respuesta a la emergencia humanitaria y el cambio del funesto modelo que nos ha llevado a este inmenso fracaso y mucho menos podemos esperar que ese cambio nos sea otorgado por quienes lo han impuesto y quieren perpetuarlo con la fuerza y el atropello. Su renuncia es reclamada por las realidades y las víctimas, para así abrir las puertas del cambio”.
Al final, el alerta esperanzador del valiente sacerdote a los venezolanos, que vale igual para los nicaragueneses: “El camino no es fácil por eso necesitamos una fuerza interior superior, una solidaridad y una unidad de salvación nacional. Si coincidimos en eso, sabremos trazar los cauces concretos con la bendición de Dios”.