Escasez de alimentos, medicamentos y combustibles; una situación que se había transformado en urgente
Emergencia y calamidad pública son tan solo algunos de los conceptos que se instalaron en Brasil en los últimos días a raíz de una crisis vinculada al precio de los combustibles y los camioneros. Esto ha derivado en un escenario de huelga, pero también de desabastecimiento.
En algunas de las grandes ciudades del país sudamericano como San Pablo o Río de Janeiro el escenario desde que comenzó esta paralización ha sido caótico. La situación generó además del bloqueo de rutas un efecto directo a nivel de falta de comida, insumos para hospitales y combustible.
Ante este panorama, el presidente de Brasil, Michel Temer, además de ordenar la intervención de las Fuerzas Armadas para tratar de restablecer el orden, anunció algunas medidas en pos de hacer lugar a algunas de las demandas de los camioneros (entre ellas una baja en el precio de los combustibles).
“Hicimos nuestra parte, las medidas atienden a las reivindicaciones que nos fueron planteadas, quiero manifestar mi confianza en el espíritu de responsabilidad y patriotismo”, expresó Temer en un mensaje televisado.
Sin embargo, a pesar de los anuncios, la huelga continuaba este lunes y la situación seguía agraviándose, a pesar de que también comenzaron a sonar las voces que daban cuenta al fin del conflicto. Centros de estudios sin movimiento, calles paralizadas y una situación que obligaba a una solución rápida.
Por otro lado, los efectos de esta huelga no solo alcanzaron a los propios brasileños en grandes ciudades, sino que también comenzó a hacer ruido en otras zonas de la región, principalmente las fronterizas. Por ejemplo, en ciudades como Rivera, localidad uruguaya al norte del país, o la propia ciudad de Foz de Iguazú (compartida con Argentina y Paraguay) donde se comenzó a detectar un fuerte movimiento en gasolineras y largas filas de personas buscando abastecerse.
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