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102 años velando por los más necesitados en Venezuela

MAFALDA

Cortesía Macky Arenas

Macky Arenas - publicado el 25/05/18

La asombrosa historia de Mafalda Maldonado, el ángel de los inmigrantes y los niños

Pocos imaginan, por ejemplo, que el Grande-Liga Andrés Galarraga, el legendario pelotero venezolano que sorprendió a la fanáticada de todas las gradas con su impresionante actuación en los terrenos de juego, salió de la Casa-cuna ‘Madre Cabrini’, fundada por una mujer incansable, generosa y entregada, como lo es Mafalda Maldonado.

De Chapellín, un humilde y populoso barrio caraqueño, llegó de la mano de su madre Juana apenas dio sus primeros pasos. Ella, una mujer trabajadora, que servía como cocinera en una elegante mansión de la capital, confiaba a Andrés cada mañana, desde bien temprano, a los cuidados de la Casa-cuna que regentaba Mafalda.

Cuando Andrés, ya famoso, puso en vilo a toda América apasionada del béisbol, a causa de su terrible enfermedad, Mafalda corrió a su lado y en Miami, junto a su madre, lloraron y rezaron por su recuperación. Un cáncer amenazaba con quitarle la vida.

“Nos parecía terrible ver a un gran deportista, a un triunfador, en tan lamentable situación”, cuenta Mafalda.

Andrés se aferró a su devoción por la Virgen Rosa Mística y ganó la batalla. “Durante mi enfermedad, me dijo Mafalda: quien persevera, vence. Lo tomé al pie de la letra y aquí estoy, curado”.

Andrés, hijo insigne, esposo amoroso y padre ejemplar, entendió que aquello había sido la voluntad de Dios y, públicamente, agradeció las oraciones por su recuperación. Nunca se apartó de su Casa-cuna ni de Mafalda.

Hasta hoy, cuando ella está a punto de cumplir 102 años de edad, lúcida y llena de alegría y agradecimiento al Creador por su vida, Andrés la llama con frecuencia y tiene palabras de elogio para la que llama su segunda mamá.

“Ella es parte de mi vida en la Casa-cuna –dice Andrés- allí me enseñaron a rezar, aprendí mis primeras letras y muchas otras cosas. Es una señora increíble, con un gran carisma, simpática, elegante, educadora y batalladora que consigue todo si se trata de ayudar a personas de pocos recursos”.

La Casa Cuna tenía un objetivo: brindar a las madres trabajadoras un hogar para sus hijos mientras ellas estaban en sus deberes. Los niños tenían un espacio de tranquilidad donde hacían sus tres comidas y recibían los cuidados de especialistas.

Durante los años de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Civil española fueron muchas las familias de inmigrantes que llegaban a Venezuela. Otra oleada llegó huyendo de las secuelas de miseria y desempleo que dejaron esos conflictos. Mafalda les abrió su corazón de par en par. Venezuela era entonces un país soñado para vivir y progresar.

Muchos niños se encontraban solos, una de ellos es Lily D’Aló. Fue la primera niña en entrar a la vida de Mafalda con apenas 6 meses de edad. Su madre biológica estuvo viviendo en un lugar para enfermos mentales y luego el consulado italiano la devolvió a su país de origen.

Lily no conoció otra madre que Mafalda y así la llama porque eso es para ella. “Era apenas un bebé y necesitaba que me cuidaran –recuerda Lily-. Fue entonces cuando Mafalda se enteró de mi situación y se encargó de mí, a partir de ese momento y hasta el día de hoy”. La Madre Cabrini –patrona de los inmigrantes y con quien tuvo un contacto milagroso- fue declarada patrona de su Casa-cuna.

Mafalda ha tenido una vida llena de acontecimientos sorprendentes y muy interesantes. Siempre llenos de la presencia divina.

No se queja de nada. “Cada mañana que despierto y veo que aún estoy viva, doy gracias a Dios porque me regaló un día más”.

María de San José, primera beata venezolana, fue su inspiración para el trabajo de atención y enseñanza a los niños.

Mafalda tuvo pretendientes pero nunca llegó a casarse. No tuvo hijos pero cientos de venezolanos le deben su fe y su vida de hombres y mujeres de bien.

Recibió importantes condecoraciones vaticanas por su labor. La Iglesia venezolana le reconoce con admiración y cariño, los casi 60 años que dedicó a ofrecer un hogar y educación religiosa a los niños que nada tenían.

Mafalda exhibe una vida llena de frutos. Para quienes la conocen y saben de su trayectoria, es lo más cercano a una santa mujer en Venezuela.

Hoy, ve ocurrir un milagro en su familia: su sobrina política, Trinette Durán, recibió la curación por intercesión de la Madre Carmen Rendiles, la cual será beatificada en Caracas el próximo 16 de junio, justo por ese milagro. Dice Trinette: “Mafalda es un ejemplo. Es puro amor, nunca se la ha visto un mal carácter, ni palabras desagradables para nadie. Cada semana iba, ella misma, al mercado a comprar alimento para más de 200 niños que tenía a su cargo”.

La vida de Mafalda está llena de virtudes. Ha marcado para bien la vida de mucha gente. Todo lo que dio fue sin esperar nada a cambio. Su gran familia la tiene como su más valiosa inspiración.

Todos -especialmente las mujeres- estuvieron, en algún momento, involucrados en el intenso trabajo de la Casa-cuna. Les inculcó el desprendimiento y el gozo de hacer el bien. Siendo una familia muy acomodada, les enseñó con el ejemplo la importancia de la solidaridad con los menos favorecidos.

Las nuevas generaciones conocen poco de lo mucho que Venezuela le debe a Mafalda. Con 102 años de recorrido, hace tiempo que salió de circulación. Pero vive en su apartamento de Caracas, rodeada del afecto de los suyos y del agradecimiento de tantos, ya mayores, que no olvidan sus desvelos. Otros, más jóvenes, la han precedido en la ruta hacia la Casa del Padre.

Un día, ella se dijo, en voz alta que, a pesar de todo, alguna misión debía tener aún en esta tierra para que Dios aún no la hubiera llamado. Uno de sus sobrinos presente, ya mayor y con sus padres fallecidos, le dijo: “Claro que la tienes, tía, que yo aún tenga a quien pedir la bendición!” (*).

Una vez, Trinette Durán comentó: “Cuando Mafaldita falte, esta Casa-cuna será un huequito donde pueda refugiarme. Trataré de seguir sus pasos y ayudar cien por ciento para que esta labor se mantenga viva”. Lo mismo pensaban sus sobrinos.

Pero no podrá ser: el gobierno tomó la Casa-cuna y Mafalda, la gran animadora, ya no tiene la fuerza vital para reemprender obras tan trascendentales. No obstante, reza tres rosarios al día y sigue dos misas por televisión.

Seguro que la Casa-cuna, los niños y los inmigrantes, hoy desde Venezuela hacia el exterior, están en sus oraciones. “Hasta el el Señor lo quiera. Estamos en sus manos. Dios es lo más grande!”, repite constantemente.

(*) En Venezuela, se acostumbra pedir la bendición a los sacerdotes y obispos, pero también a los padres, madres y miembros mayores y queridos de la familia, como los tíos y abuelos.

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