El Mundial te da la oportunidad de pasar un tiempo de oro con tus hijos para transmitirles grandes valores
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Hay un filtro claro para esta nota. Si tu nación no clasificó para la fase final del Mundial que tendrá lugar en pocos días en Rusia, es probable que no sigas leyendo. Si aún así continúas, el mayor de los respetos para ti, por ser alguien que lleva al fútbol en su sangre al punto de animarse a admirar el circo en el que confluirán sus más grandes titanes aún con la espina de no ver tus propios colores en él. Eres, o como decimos en el Río de la Plata, sos un grande.
El fútbol para muchos es apenas un gran negocio. En torno al espectáculo del fútbol se mueven algunos de los vicios más nocivos y tóxicos con los que el hombre ha degradado su dignidad. Pero despojado de todo eso a lo que ya hemos hecho referencia, el fútbol, ese deporte en el que 11 se enfrentan a 11 para intentar meter más veces que el otro el mismo balón de 22 centímetros de diámetro, es gozo, es refugio del cansancio, es transporte al mundo de la nada durante un período efímero pero vital…
Para muchos estas palabras serán exageraciones, pero es innegable que somos miles los que lagrimeamos de emoción y reímos cuando vemos a sujetos como Messi, Ronaldo, Neymar, Suárez, y tantos otros, hacer en un estadio eso que toda nuestra vida de amateur quisimos hacer en el jardín de nuestros hogares o en las plazas.
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Hay estudios sociológicos varios, y múltiples referencias a las metáforas de la vida que se pueden hacer con el fútbol:
- que el trabajo en equipo puede más que las individualidades;
- que el entrenamiento paga;
- que se puede hacer todo bien pero aún perder;
- que no está todo dicho hasta que no se acaba el partido; etc.
El Papa Francisco en numerosas ocasiones se basó en las pasiones que mueve el fútbol para sus mensajes. El discurso “futbolero” por excelencia del Papa Francisco fue la Vigilia de oración con los jóvenes en la Playa de Copacabana, en tierras brasileñas donde los buenos futbolistas brotan por doquier. “¿Qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo? Debe entrenarse y entrenarse mucho. Así es en nuestra vida de discípulos del Señor”, invitó en aquella ocasión, entre muchas otras ideas como “sudar la camiseta” y “jugar en su equipo”.
Pero más allá de las metáforas que uses para abordar tu propia vida, y que incluso pueden servirte en tus diálogos de Fe con tus amigos y familiares, el Mundial es una ocasión propicia para pasar un buen tiempo con tus hijos.
¿Te sientes alejado de él?, ¿Sientes que está más atento a Netflix que a ti, que no tienen temas en común? Hermano, tienes en el Mundial un mes de motivos para conversar, sufrir, disfrutar, vivir, con él. Y si no sientes pasión por el fútbol, anímate a considerarlo a partir de estas ideas.
1. Gritar un gol de tu equipo con tu hijo
Lo único más sublime que el espontáneo grito de gol de tu equipo es el grito de gol de tu equipo con tu hijo. Abrazarte con él casi de manera irracional, pero sentir su corazón palpitando de emoción junto a tu pecho también latiendo como un volcán…
¿Quieres juntarte con amigos? Bueno, está bien. Pero no prives a tu hijo de verte celebrar y de poder celebrar contigo un gol. La solemnidad de ese momento familiar acaso sea mayor cuando sumas a ese abrazo a tu padre, y las generaciones se funden en la alegría del gol.
2. Ver con tu hijo un partido en el que no juegue tu equipo:
Tu selección puede jugar entre tres y siete partidos, de acuerdo a cuan lejos llegue en el Mundial. Pero el Mundial regala un mes ininterrumpido de enfrentamientos entre las 32 selecciones que lograron su pasaje a Rusia.
Aún si no eres español o portugués, ¿cómo perderse el partido en primera rueda de ellos dos? ¿Cómo no estar atento a la garra charrúa uruguaya haciendo frente a los locales rusos?
Tu hijo quizá no lo comprenderá, pero ver un partido de estos supone una actitud contemplativa, es como ir al teatro sin saber de qué va la trama. <p>Esos partidos desapasionados suponen ocasión para compartir ideas de la nada, ideas de fútbol, admirar jugadores que nunca más vas a volver a ver, supone elevarlo a tu nivel y charlar entre pares… otro momento sublime.
3. Hablar de fútbol todo el día
En la cena, tras la cena, tras el colegio, tras tu trabajo. “¿Papá viste los goles de Senegal? Hay un delantero muy bueno”, te dirá. Y lo buscarán juntos en Youtube.
Aprenderás de él, y él te enseñará lo que tú ensimismado en los problemas verdaderamente importantes te perdiste. Cuatro ojos pueden más que dos.
4. Lamentar la eliminación de tu equipo y explicar, o apenas llorar con tu hijo
Es ese momento que uno dice y piensa “Dios no lo quiera”, pero que las chances matemáticas apoyan: tu selección probablemente quedará eliminada.
Momento devastador que ocurre tras cuatro años de esperar un evento que en 90 minutos convierte todo ese período expectante en recuerdos del pasado.
Metáfora de la vida, pero también oportunidad de ejercitar ese diálogo conducente a la superación de la adversidad. La vida sigue, claro que sí, pero qué buen momento abrazar a tu hijo en ese momento de dolor indoloro que tú también sientes.
5. Terminar de ver los partidos, e ir a patear la pelota con él
Lo más importante. Inspirado por los titanes del deporte improvisar un arco con sillas o camisetas, en la calle, en la plaza, en el jardín, en el living, donde sea, y patear. Solo patear.
Pasarte la pelota con él, atajar sus disparos, hacer que te quite la pelota y quitarle la pelota a él. Y que pasen los minutos.
Bendito el Mundial que moviliza momentos tan sublimes como estos. Y que a su final te dejará más unido a tu hijo que antes, lleno de recuerdos de un mes de pasión compartida.