No defrauda la esperada biografía de este extraordinario santo polacoMaximiliano Kolbe fue uno de los grandes santos de la Iglesia católica en el siglo XX. Franciscano. Polaco. Comunicador. Misionero. Mártir nada más y nada menos que en el campo de concentración de Auschwitz. Allí, para estupor de todos, se le permitió ofrecer la vida a cambio de la de un padre de familia condenado a muerte como castigo por un intento de fuga en su edificio. Mientras éste era separado de la fila entre llantos, diciendo que quería vivir, Kolbe se acercó al comandante nazi y negoció con él el cambio.
En este documental dramatizado tenemos una canónica hagiografía de este monje y sacerdote polaco, donde aquellos que hayan leído algo sobre él solo descubrirán como novedad el hecho de que, durante sus estudios en Roma, tuviese inquietudes ingenieriles y se atreviese a dibujar bocetos de futuras naves espaciales. Un curioso Julio Verne que decidió tomar un camino bien distinto en la vida.
La narración arranca con una conversación entre el niño Kolbe y su madre. A través de ella, el espectador entiende que al niño se le ha aparecido la Virgen dándole a elegir entre dos coronas: la blanca, de la pureza; y la roja, del martirio. El chico dice haber escogido las dos y esa es la hipótesis que se va a verificar durante el resto del metraje.
A partir de ese momento el montaje intercala imágenes de archivo en blanco y negro, testimonios de frailes y sacerdotes de todo el mundo, y la interpretación de algunos momentos no siempre relevantes de su paso por la tierra interpretados por actores. Ejemplo de esto son escenas prescindibles como la de Kolbe pasando por las celdas de los monjes que tenía a su cargo en el convento diciendo María a todo quisque en lugar de buenas noches.
El relato, sin embargo, sí muestra sus grandes obras: la creación de La milicia de la Inmaculada contra los masones que él había visto en Roma; la difusión de la devoción a la Inmaculada; la publicación de su revista El caballero de la Inmaculada, llegando a tener tiradas de más de un millón de ejemplares; la construcción del convento de Niepokalanow en el que en poco tiempo llegó a haber casi 800 hermanos franciscanos; su viaje a Japón y la construcción allí de un convento enorme en las afueras de Nagasaki y no en el centro –gracias a lo cual sigue en pie- porque, misteriosamente, Kolbe sabía que una inmensa bola de fuego iba a arrasar aquella ciudad; y su vuelta a Polonia y su tremenda experiencia en Auschwitz, donde se le condenó a morir de hambre y sed, sobreviviendo a todos sus compañeros de celda pese a solo tener un pulmón.
Lo más interesante del largometraje aparece al final, en boca de un sacerdote alemán que suele hacer de guía en Auschwitz. Él explica cómo, ensimismándose con la experiencia del padre Kolbe, un día entendió lo que significó el paso de aquel monje por el campo de concentración más inhumano que haya conocido el hombre.
Su fe no sólo se convirtió en luz de esperanza para todos los que le rodeaban, sino que su modo de enfrentarse a la circunstancia fue un testimonio claro de la resurrección.
Pese a fallecer tras la inyección letal que le administraron, nos dice el clérigo, él había vencido: la muerte no había tenido la última palabra. Prueba de ello es que, a pesar de que los guardias alemanes estaban acostumbrados a escuchar cómo les llegaba la muerte a los reclusos entre gritos de horror, de la celda en la que estaba Kolbe sólo salió el sonido de los cánticos y las oraciones que él dirigía.
Una película recomendable, sobre todo, para dar a conocer a este santo y sus obras de vida eterna.
Ficha Técnica
Título: Dos coronas
Género: Documental
País: Polonia
Duración: 92 min.
Dirección: Michal Kondrat
Guión: Joanna Ficinska
Reparto: Adam Woronowicz, Cezary Pazura, Antoni Pawlicki, etc.