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Indígenas venezolanos mueren por falta de medicamentos

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Ramón Antonio Pérez - publicado el 12/05/18

Robertina Andrade, una religiosa venezolana, con 33 años como misionera laurita, está preocupada porque “cada cultura indígena que se acaba, es un proyecto de vida que desaparece”

“A partir de los principios del Evangelio apoyamos la denuncia de actitudes contrarias a la vida plena en nuestros pueblos originarios, y nos comprometemos a proseguir la obra de evangelización de los indígenas, así como a procurar los aprendizajes educativos y laborales con las transformaciones culturales que ello implica”.

Este ha sido el compromiso de la iglesia latinoamericana abrazado en la Conferencia de Aparecida http://www.celam.org/aparecida/Espanol.pdf, en el año 2007, una obligación que debería ser practicada no sólo por los creyentes, sino también por las autoridades e instituciones de todos los países. El gobierno de Venezuela también debería garantizar el cumplimento de este compromiso, sin embargo, su negligente accionar en favor de “los más olvidados”, es evidente.

Un reporte enviado a Aleteia por la hermana Robertina Andrade (Misioneras de la Madre Laura), titulado: “Cuando la sabiduría muere, la cultura se acaba”, alerta sobre esta preocupación de la iglesia al tiempo que relata el deceso por falta de medicamentos de dos niños y dos adultos en San José de Kayamá, una comunidad indígena ubicada en la Sierra de Maigualida, municipio Cedeño del Estado Bolívar.

Robertina, quien nativa el estado Zulia, vivió en esta comunidad indígena entre 2004-2018, pero mantiene permanente contacto debido al trabajo que allí cumplieron las misioneras lauritas. Ella recibió una carta el 18 de abril pasado, por parte de Gerardo Liye, un indígena de la étnia Jodï, y director de la Escuela Intercultural Bilingüe “Jelau Mansawin” de esta comunidad, advirtiendo la grave situación.

“Están volviendo a aumentar muchos casos de malaria en esa comunidad donde habitan cerca de 1300 habitantes entre los indígenas Eñepa y Jodï. Hasta los momentos tenemos reportes de 54 casos positivos (en la escuela) entre paludismo tipo Vivax y Falciparum”, denunciaba el educador en carta que también recibió Aleteia.

“Como causa de dicha malaria tenemos 2 mayores Jodï fallecidos, uno de ellos un maestro de la escuela y un sabio curandero; y 2 niños Eñepa estudiantes fallecidos hijos de los docentes de aula”, dice la carta, mencionando que los casos ocurrieron en marzo.

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Hermanas Lauritas

La malaria, el gran enemigo

Sin embargo, a principios de mayo, los casos de malaria aumentaron a 179 en esta comunidad que está a dos horas de Ciudad Bolívar, y cuya única manera de llegar es por aire. Robertina visitó la zona la semana pasada para llevar algunos medicamentos y confirmar estas tristes noticias. “Como causa de dicha malaria tenemos 2 mayores Jodï fallecidos, uno de ellos un maestro de la escuela y un sabio curandero”, dijo.

Se trata de Alejandro Molo que era curandero e Iván Juae, maestro de cultura en la escuela. Alejandro vio que Iván estaba “demasiado mal” y “requería otros medicamentos”, cuenta Robertina, según lo conocido. El curandero regresó a su casa en busca de los medicamentos; “todo un día de camino”; al llegar “se sintió mal, débil, con dolores musculares, dolor de cabeza, pero pensó que era efecto de la caminata”.

“Aun así preparó las medicinas e implementos para regresarse al otro día muy temprano y poder empezar el tratamiento al maestro de la cultura. Y así lo hizo, salió muy temprano, pero no había avanzado mucho cuando se sintió débil. Creyendo que el malestar era pasajero entró en la casa de una familia Jodï que estaba cerca. Sin embargo este sabio curandero se fue debilitando cada vez más”. Murió el 18 de marzo pasado.

Robertina contó que Iván esperaba a Alejandro “con la esperanza de ser curado pero nunca llegó”. El maestro Iván reunió a sus hijos y les dijo: “ya no tengo fuerza para luchar, voy a morir”, citó la religiosa. “Les dejó recomendaciones y repartió sus pertenencias, y el 31 de marzo se acabó este gran maestro cultural”, dijo la religiosa.

Robertina explicó que cuando el equipo de indígenas Jodï de Malaria se trasladó al lugar y “le tomó la gota gruesa” a Iván, vieron que el parasito lo había consumido todo. “Me dijo Gerardo: “¡hermana, parecía un colador! Ya no tenía más lugar para consumirlo”.

Semanas antes de viajar a Ciudad Bolívar, Robertina estuvo solicitando tratamiento de malaria requerido para esta comunidad en varios centros médicos. “Lamentablemente lo que pude obtener fue muy poco, muy agradecida con el Dr. Oscar Noya y las personas que haciendo un esfuerzo casi sobre humano, nos donaron algunos tratamientos, que por supuesto no alcanzaron para todos los enfermos”, dice el informe de la religiosa.

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Hermanas Lauritas

Adiós maestro de la cultura indígena

Con gran inquietud aunque sin perder las esperanzas se preguntó: “¿Tendremos fuerzas de seguir luchando para que estos hermanos nuestros no sigan muriendo y para hacer posible una sociedad verdaderamente humana, justa, sensible y solidaria?”.

“Confiamos que el Dios de la vida, en quien creemos, nos de la fuerza para asumir un compromiso más radical en favor de los pueblos indígenas de nuestro país que mueren en el anonimato, sin que nadie conozca sus dolores, sufrimientos, ni el grado de violación en que se encuentran sus derechos fundamentales”, dijo.

He aquí el clamor de la hermana Robertina Andrade: “No permitamos que la sabiduría continúe muriendo, porque cada cultura indígena que se acaba, es un proyecto de vida que desaparece. Hasta luego gran maestro, tu flauta resuena en la eternidad”.

Más inocentes indígenas que mueren en el Zulia

Lamentablemente, este 10 de mayo, en la Sierra de Perijá, estado Zulia, se conoció de la muerte de otros dos niños indígenas: Franyer Corona y Daniel Matutu, según confirmó para Aleteia Migdalis Salgado de la Fundación Ojenke de ayuda a los indígenas. Comentó que los niños fueron atendidos pero ya estaban desvanecidos ante las enfermedades, la falta de comida y de medicamentos.

Así, los dos niños y los adultos de las etnias Jodï y Eñepa, Alejando e Iván, que fallecieron en San José de Kayamá; y los niños Yukpas, Franyer y Daniel, de la Sierra de Perijá, son un claro testimonio de los sufrimientos que están padeciendo los indígenas en Venezuela y hacen visibles las denuncias hechas por Robertina Andrade

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