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Adam Woronowicz: “La película nació de la visita del Papa Francisco a Auschwitz”

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© Kondrat-Media

Tonio L. Alarcón - publicado el 10/05/18

El actor polaco interpreta a San Maximiliano Kolbe en Dos coronas, mezcla de documental y ficción que firma Michal Kondrat

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A la entrada de la Embajada de Polonia en Barcelona, que es donde llevamos a cabo esta entrevista, el encargado de seguridad se quedó tan sorprendido al ver llegar a Adam Woronowicz, gran estrella en su país de origen, que no pudo evitar hacerle todo tipo de preguntas. Se nota en su amabilidad y su paciencia que está acostumbrado a la fama, y a lidiar con ella con modestia y con discreción.

– ¿Cómo le explicaría la figura de San Maximiliano Kolbe, muy conocido en Polonia pero no tanto en el resto del mundo, a alguien que no sepa quién fue?

A grandes rasgos, fue un sacerdote franciscano que fundó Niepokalanów, la Ciudad de la Inmaculada, en Teresin, cerca de Varsovia. Además, fundó dos periódicos católicos con los que quería difundir su fe, y soñaba con la evangelización de Asia, lo que le llevó a viajar como misionero a Japón.

Tras la invasión de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial acaba en Auschwitz, y allí, en julio de 1941, decide dar su vida por la de un prisionero condenado a muerte, dado que ese otro hombre tenía hijos y familia, gente por la que vivir. Así que murió allí de hambre.

– ¿De qué manera nace el proyecto de Dos coronas?

La idea surgió de la visita del Papa Francisco a Polonia en 2016. Cuando viajó a Cracovia, pasó por Auschwitz y allí entró en la celda de Maximiliano Kolbe, donde se quedó en completo silencio. Algo que comentó toda la prensa, todos los medios, y empezó a extenderse la pregunta de quién era Kolbe.




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En Polonia lo consideramos un personaje conocido, así que el director Michal Kondrat decidió que había que responder a esa curiosidad haciendo una película sobre él. En principio iba a centrarse en lo que le sucedió en Auschwitz, pero cuando fue descubriendo más cosas sobre el personaje, se dio cuenta de que fue un visionario, alguien muy adelantado a su tiempo.

– ¿Qué fue lo que le impulsó a aceptarlo?

Que iba a interpretar a un personaje que conocía desde mi niñez. Estaba muy contento, pero cuando empecé a conocer más en profundidad su historia, me dieron ganas de salir corriendo.

– ¿Por la presión de estar a la altura de su figura?

Sí, al principio no sentí que me superara, pero cuando fui dándome cuenta de lo complejo y lo extraordinario que era Maximiliano Kolbe, y me hice consciente de las limitaciones de producción que teníamos, me pareció mucho más complicado.

– ¿Cómo se documentó para el papel?

Además de visitar el campo de concentración de Auschwitz junto al director, Michal Kondrat, también visité varias veces Niepokalanów. Allí guardan archivos con fotos y documentos que revisé en profundidad para empaparme de él. No obstante, es muy poco para construir un personaje tan complejo, me habría faltado preguntarle acerca de él a las personas que lo llegaron a conocer de verdad. Pero tenía que convertirme en él basándome en lo que tenía.




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– ¿Qué es lo que más le costó a la hora de meterse en la piel de Maximiliano Kolbe?

Lo más difícil es que era un personaje, en realidad, muy misterioso. Además, tenía que ser capaz de transmitir, por un lado, lo que conocemos de él como figura de fe, como santo; pero también que era una persona normal, con sus defectos y con su carácter particular. Aunque era un hombre muy devoto, y lo hacía todo por la Inmaculada, sus compañeros le ponían apodos como “Max el Loco” o “El visionario”.

– Una vez se empapó de él, ¿qué fue lo que más le impresionó a nivel personal?

Recordaba a Maximiliano Kolbe de mi infancia, cuando visitaba Niepokalanów y veía las fotos en las que aparecía flaco, vestido con su uniforme de Auschwitz, con el número tatuado en la muñeca. Pero, de alguna manera, gracias a Dos coronas, he podido quitarle ese uniforme.

Porque ese último episodio de su vida empaña todo lo que hizo antes: era un personaje extraordinario que creó el monasterio más grande de su época, capaz de albergar a 800 personas; que compró las máquinas para producir sus periódicos; que quería evangelizar Asia; y que antes de la Segunda Guerra Mundial ya se planteaba fundar una televisión y construir un aeropuerto.

– Usted ya había interpretado a otro mártir canonizado, Jerzy Popieluszko, en Popieluszko: La libertad está en nosotros. ¿En qué se asemeja y en qué se diferencia respecto a Kolbe?

Fueron personajes muy distintos que vivieron en épocas muy diferentes de Polonia, aunque creo que el mensaje que Popieluszko quizá se inspiraba un poco en el de Maximiliano, por aquello de que leía el periódico que aquél fundó, Los Caballeros de la Inmaculada. Quizás quería seguir su mismo camino de mártir, y al final lo consiguió.

Puede decirse que los dos fueron mártires de dos sistemas totalitaristas: uno, del fascismo, y otro del comunismo de detrás del Telón de Acero. Desde fuera se veía de otra manera, pero nosotros lo pasamos muy mal. De ahí la paradoja de que Popieluszko defendiera unas ideas muy socialistas, defendiendo a los obreros y a los desempleados, y en cambio lo hiciera plantándole cara al propio sistema comunista.

– ¿Qué cree que es lo más valioso que la película le transmite al público?

Demuestra que había aspectos de la vida de Maximiliano Kolbe que eran desconocidos incluso para los polacos, que quizás le hemos prestado demasiada atención a lo que le ocurrió en Auschwitz. Pero más allá de lo que descubre sobre él, también habla del carácter de la religión polaca, que es muy mariano, y de cómo eso influyó a figuras como Kolbe y el papa Juan Pablo II. Que fue, claro, quien beatificó a Maximiliano.

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