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El esclavo que amó a la Virgen de Luján: “Soy de la Virgen, nomás”

NEGRO MANUEL

basilicadelujan.org.ar

Esteban Pittaro - publicado el 08/05/18

“¿Cómo es que eres tan amiga de los pecadores, que sales en busca de ellos, cuando ves que te tratan tan mal?”

El 8 de mayo se celebra la Festividad de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina. El peregrinar a la basílica en su honor, erigida en el homónimo pueblo, es especialmente intenso durante mayo, ya que las diócesis y las comunidades peregrinan en masa hasta la casa de la Virgen.

Son cada vez más los que además de rezarle a la Virgen, de pedirle, de agradecerle, de presentarle sus hijos, se acuerdan del otro protagonista del milagro de la carroza: el “Negro” Manuel.

Manuel había nacido en África, probablemente en Cabo Verde o Angola, capturado, esclavizado y llevado a Pernambuco, Brasil, donde fue adquirido por el capitán Andrea Juan para realizar viajes a Buenos Aires.

Por él, fue embarcado hacia Buenos Aires con dos imágenes de la Virgen María destinadas un estanciero que vivía en el norte de lo que es hoy territorio argentino.

Cuenta una tradición que como al llegar a Buenos Aires el capitán tuvo problemas en la Aduana, y otro amigo suyo lo ayudó, le “regaló” a este último al esclavo Manuel, quien ya había sido bautizado. Otra tradición indica que el camino lo asumió siendo propiedad todavía del capitán.

De cualquier manera, Manuel habría de participar pues del traslado de las imágenes de la Virgen desde Buenos Aires.

En tierras que hoy pertenecerían a Villa Rosa, partido de Pilar, acontecieron los hechos que dieron origen a la devoción. Dos bueyes arrastraban la carroza con las dos imágenes de la Madre de Dios que debían llegar a Sumampa, a la segunda noche y en suelo bonaerense, la carroza no avanzaba.

Tras varios intentos, probaron bajando una de las cajas. Sin la caja con una de las imágenes de la Virgen, la carroza, de inmensas ruedas, se desplazaba.

Esa imagen de la Virgen descendida de la carroza no quiso moverse de la orilla del Río Luján. Allí se quedó custodiada por el esclavo Manuel, que la cuidó durante 40 años en el medio del campo.

La historia pronto se propagó y miles comenzaron a peregrinar hasta la capillita de la Virgen, de la que hoy se erige en el lugar del milagro una preciosa réplica de adobe.

Una de las afectuosas historias que llegan hasta hoy dan cuenta de que Manuel advertía los pies de la Virgen mojados por el rocío por la mañana, cosa que creía se debía a las salidas de la Virgen para estar cerca de sus hijos.

“¿Cómo es que eres tan amiga de los pecadores, que sales en busca de ellos, cuando ves que te tratan tan mal?”, le decía.

Tras 40 años, la imagen fue trasladada a la Villa de Luján, y con ella fue Manuel, tras un gran esfuerzo de los vecinos. Ocurre que Manuel fue reclamado por los herederos de su difunto dueño, y tuvo que ir a Buenos Aires a explicar su procedencia.

Allí pronunció la bellísima frase oración: “Soy de la Virgen, nomás”. Los vecinos de la Villa hicieron una colecta, y “compraron” a Manuel, para que pueda servir a María hasta el final de sus días.

Falleció en 1686. En 2016 fue iniciada su causa de beatificación.

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