“He visto muchas muertes, pero cuando vengo aquí, la muerte es diferente”
Hace poco una enfermera de hospicio visitó a una hermana moribunda en nuestro convento. Tras sentarse junto a la hermana, se percató de la paz que reinaba en la habitación. Me dijo: “He visto muchas muertes, pero cuando vengo aquí, la muerte es diferente”.
La vida religiosa tiende de forma natural a la muerte. Los religiosos aceptan la muerte en los votos, renunciando a cosas buenas —una pareja de vida, bienes materiales y autonomía individual— como signo de que Dios es suficiente.
“A la vida consagrada se confía la misión de señalar al Hijo de Dios hecho hombre como la meta escatológica a la que todo tiende, el resplandor ante el cual cualquier otra luz languidece, la infinita belleza que, sola, puede satisfacer totalmente el corazón humano”.
Dios basta
La vida religiosa es una señal especial de la vida venidera, pero vivir para el paraíso no es exclusivo de ninguna vocación.
Todos los cristianos están llamados a vivir sus vidas de forma que declaren que Dios es suficiente y que Dios es el objetivo hacia el que tiende la vida.
Cuando los cristianos reconocen que Dios es el objetivo de la vida, entonces toda la vida se convierte en una preparación para la muerte.
La muerte se convierte en una realidad que no está solamente integrada y aceptada en la vida propia, sino quese abraza.
Paz en la vida y en la muerte
En las vidas de los santos, podemos inspirarnos por los últimos momentos de esos hombres y mujeres que vivieron completamente para Dios.
Incluso bajo las circunstancias más dolorosas y horribles, sus últimas palabras revelan una paz que solamente puede venir de saber que pronto verán al Único por el que han vivido y a Quien tanto han amado.
Los últimos momentos de seis santos, relatados por testigos:
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