Su formación católica nunca le abandonó y se ha acercado a la religión sin ningún tipo de complejo
Martin Scorsese ha sido galardonado con el Premio Princesa de las Artes de 2018, que se ha fallado hoy en Oviedo. Un director surgido en una época muy convulsa de la historia de Hollywood y con la única excepción de Steven Spielberg, es el único que se mantiene vivo y coleando en la primera fila del medio y en plena actividad.
Martin Scorsese es un cineasta de auténtico acontecimiento. Puede que sus películas no revienten las taquillas de medio mundo pero sí que generan ríos de tinta y por lo general suelen provocar un importante revuelo. Scorsese, que ingresó en un seminario, a punto estuvo de convertirse en sacerdote si el cine no le hubiera gustado tanto. Se crío en un barrio complicado de Nueva York pero aún así, el cine pudo más.
De todos modos su formación católica nunca lo abandonó. De hecho, la mayoría de sus películas, suelen hablarnos de personajes que sin explicación clara, se sienten culpables de algún tipo de pecado original que nunca es lo suficientemente aclarado. Importa más el sentimiento pecaminoso y los ejercicios de fustigamiento de sus personajes que por qué, cómo y cuándo surgió el pecado en cuestión.
Scorsese siempre se ha acercado a la religión sin ningún tipo de complejo, de hecho, tal es su seguridad al respecto, que nunca ha dejado indiferente a nadie. Kundun, sobre el Dalai Lama fue tachada de plana, La última tentación de Cristo de blasfema y Silencio casi un insulto.
Sin embargo, Scorsese es un director profundamente católico que nunca le ha preocupado llevar al límite su fe y de ponerla en tela de juicio tal vez porque así se hará aún más fuerte. Aún así, no son pocos los que han defendido su vertiente religiosa en sus películas, incluyendo La última tentación de Cristo que en su día fue calificada por el obispo episcopaliano de Nueva York, Paul Moore, como “cristológicamente correcta” según “las decisiones del concilio de Calcedonia celebrado en el año 451” (MONTERDE, José Enrique, Martin Scorsese, Cátedra, p. 352).
En cualquier caso, la verdad sea dicha, nadie nunca ha dicho que para aprender sobre Cristo haya que ir cine. Scorsese es un director personal y arriesgado por eso sigue siendo un número uno. El que no se acerca a los límites nunca podrá evolucionar y Martin Scorsese ha logrado a lo largo de su carrera hacer películas muy diferentes de resultados muy dispares.
Aún así, sus películas siguen conservando su verdadero valor en el la propia técnica del cine. En cómo está planificada, en cómo está montada y en cómo está planteada. Las películas de Scorsese no se parecen a ningunas otras, son las demás las que se parecen a él y eso es por algo.