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Por qué los malos y los príncipes ya no son lo que eran

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Big Picture films

Ramón Monedero - publicado el 23/04/18

Los estragos del posmodernismo en los cuentos para niños

Se habrán dado cuenta de que, de un tiempo para acá, los villanos ya no son lo que eran. Desde hace un tiempo se ha venido imponiendo cierto empeño por humanizar a los malos de las películas. Ese rostro frío e inhumano con el que el cine y la literatura ha ido sembrando el terror a lo largo de las décadas ha cambiado y ahora son más humanos si cabe, los villanos que los propios héroes.

Hay ejemplos memorables de todo esto. Sin ir más lejos, la consabidas y polémicas precuelas de la saga Star Wars estaban destinadas únicamente a eso, a humanizar la careta de Darth Vader explicando cual había sido su origen. Pero como digo, no fue el único caso tal vez sí, el más costoso y popular. Pero fíjense en los títulos de películas como La matanza de Texas. El origen (2006), Hannibal. El origen del mal (2007), Halloween. El origen (2007), Pesadilla en Elm Street. El origen (2010) o El origen del planeta de los simios (2011).

¿Qué nos está diciendo la industria del cine con esto? Bueno, pues de estrada, que los villanos ya no son como los de antes. Tiempo atrás los malos se humanizaban a través de gestos y matices: ahora se les dedican películas enteras para hacernos comprender de dónde emanaba su maldad. Sin embargo, con este exceso de atención a la figura del villano, se está descomponiendo la arquitectura misma del drama, puesto que sin malo es imposible que haya héroe. Es lo que se suele decir, un héroe es tan bueno como interesante sea el villano.

¿Y esto por qué se produce? En realidad todo esto es fruto de una corriente que ya lleva años impregnado nuestra cultura y nuestros medios a la que se le ha llamado posmodernismo. Entre otras cosas y para lo que a nosotros nos interesa, el posmodernismo lo que viene a decir es que las grandes historia de siempre ya no funcionan porque ya no somos (o no queremos ser) tan -hipoteticamente- ingenuos.

No seré yo quien le niegue al posmodernismo películas elementales como Fargo, Pulp Fiction o El caballero oscuro. Ahora bien, esto no significa que éste sea el único camino a la hora de contar una historia.

Por ejemplo, otra forma que ha tenido el posmodernismo de evidenciar la fragilidad de los llamados “grandes relatos” ha sido ridiculizándolos parodiándolos con películas como Shreck (2001), Érase una vez un cuento al revés (2007) o Un príncipe encantador (2017). Cuidado, no quiero decir que estas opciones sean malas pero sí es conveniente saber qué estamos viendo y porque estamos viendo lo que estamos viendo.

De todos modos, afrontar una historia desde una óptica exclusivamente posmodernista a veces puede resultar peligroso, sino directamente un error, sobre todo si no lo sabemos hacer bien. Deslegitimar a los grandes relatos, desde la Biblia hasta El viejo y el mar, es desprendernos de siglos de evolución moral, intelectual y artística. Si descartamos las grandes historias, o incluso las despreciamos, podemos involucionar y regresar a un estado verdaderamente larvario.

Humanizar a un villano no es una mala idea: el problema llega cuando deja de ser un villano para convertirse en una víctima de las circunstancias, como en la vida real. Así es difícil que exista un héroe y por tanto drama y por extensión moraleja y por tanto enseñanza y al final tambien aprendizaje. Esta es la clave, creo yo.

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