Uno de esos filmes en los que uno disfruta de la educación, de la relación maestro-discípulo, pero esta vez con un giro inesperadoUna película deliciosa. Muy recomendable para todos aquellos a los que les hayan gustado otras como El club de los poetas muertos (1989), El hombre sin rostro (1993), Profesor Holland (1995), El indomable Will Hunting (1997), Descubriendo a Forrester (2000) o The Emperor’s Club (2002).
Es uno de esos filmes en los que uno disfruta de la educación, de la relación maestro-discípulo, aunque el registro, en esta ocasión, es menos meridiano y clásico que en los casos citados anteriormente. La novedad está en que quien aprende es, tachán: el profesor tradicional.
Si vamos a la moraleja, la podemos extraer de un diálogo que se produce a mitad del metraje y que funciona como poderosísimo giro narrativo:
- ¿Conoces el concepto de “resignación aprendida”?
- …
- Es increíble. Coges una pecera llena de agua, la separas en medio por un cristal. De un lado pones un lucio hambriento, y del otro un puñado de pececitos. Inmediatamente el lucio intentará devorarlos. Pero cada vez se da contra el cristal. Al cabo de un rato, entiende que es inútil y lo deja. Entonces quitas el cristal y los pececitos podrán nadar tranquilamente delante del lucio. Habrá tirado la toalla. De tanto fracasar, se habrá resignado.
Igual que en La Ola (2008) se recreaban en una clase los mecanismos de ingeniería social necesarios para convertir una democracia en un totalitarismo. Sin ser algo tan explícito ni negativo, en El buen maestro (2017), su protagonista, François Foucault, profesor de lengua en el excelentísimo instituto parisino Henri IV, aprenderá qué impacto tiene esta teoría de la resignación aprendida en la educación, especialmente en las periferias.
La experiencia será posible gracias a su disponibilidad para prestarse al experimento de enseñar durante un curso entero en una escuela del extrarradio de la capital, repleta de chicos inmigrantes. Tras fracasar en el intento de imponer las relaciones de poder a las que está acostumbrado en el aula, favorecidas por la institución educativa también en el gueto, François va a ser capaz de ponerse en cuestión tanto a sí mismo como a sus métodos, adaptando su acción a sus alumnos, tal cual son, no como él imagina que deberían ser.
Los jóvenes con familias rotas, con pasados durísimos, con pocos recursos económicos, consumidores habituales de drogas, son como lucios. Están tan convencidos de su futuro de fracaso que dejan pasar sistemáticamente todas sus oportunidades. Cuando François entienda esto, cambiará de estrategia a la hora de educar. En lugar de imponer y humillar, va a empezar a estrujarse las meninges para averiguar cómo interesar a sus alumnos por los contenidos de su materia y motivarlos para que trabajen. Se da cuenta de que necesitan percibir un afecto incondicional.
El camino que hace es humanamente precioso. Un hombre soltero, consagrado a la educación, convirtiendo Los Miserables de Víctor Hugo en un proyecto, más que en un arma arrojadiza, organizando los pupitres de modo que el trabajo se pueda hacer en grupo, quitando el piloto automático y aprendiendo de nuevo a caminar. Digno de ver.
Recuerda vagamente a Half Nelson (2006), aquella película indie protagonizada por Ryan Gosling, que interpretaba a un profesor drogadicto; aunque no es tan dirty, sino mucho más solar. También, viéndola, resuena en la memoria del espectador aquella canadiense, no tan lejana en el tiempo, El profesor Lazhar (2011), por la actualidad de ambas, ya que abordan temas de interés para una sociedad globalizada e intercultural como la nuestra. O bien la hipnótica Los chicos del coro (2004), por el buen sabor de boca que queda al final: con ella sonríes tanto como te emocionas.
Ficha Técnica
Película: El buen maestro
Género: Comedia
Año: 2017
País: Francia.
Director: Olivier Ayache-Vidal
Guion: Olivier Ayache-Vidal, Ludovic du Clary
Reparto: Denis Podalydès, Abdoulaye Diallo, Léa Drucker, Marie-Julie Baup, etc.
Año: 2017