En la vida hay cosas que son intocables, pero la profesión… No dejes nunca de perseguir tus sueñosAna es hija de mecánico. Creció en el taller de su padre, entre ruedas de neumático y grasa en la camiseta. Le gustaba ver cómo entraba un vehículo casi para el desguace y allí lo convertían en un auto de carreras de los que tienen destrozada la carrocería.
No le asustaban los golpes.
Ana creció y quería trabajar en el taller, pero fue su padre quien más se opuso. Quería que estudiara, que tuviera un título. Aparcó el mono de trabajo que ya tenía y se sacó una ingeniería mecánica. Se casó, tuvo hijos y su carrera le sirvió para disponer de un buen ingreso en la familia. Trabajaba como supervisora de control de calidad.
Pero transcurrieron los años y no podía apartar la mirada de las carreras de Fórmula 1. El ruido de los motores le seguía fascinando.
Un buen día, llamó a la puerta del director de Recursos Humanos y le dijo que en la fábrica prefería ensuciarse las manos con los motores. Y así fue. Pactaron el sueldo, algo menor que el que venía percibiendo, pero Ana regresa cada día a casa con una sonrisa de oreja a oreja: “Con 45 años, creí que había llegado el momento de vivir mi vida y no la de mis padres”, explica.
Como ella, a muchas el tiempo nos ha planteado un cambio profesional. Las circunstancias familiares, un cambio de país, una enfermedad, una necesidad económica, el amor,… Cualquier cosa puede hacer que la vida profesional que llevamos requiera un cambio.
Si antes las personas solían comenzar su vida profesional en una empresa y se jubilaban en la misma, la crisis de 2008 dejó claro en Occidente que aquello se había acabado.
La cultura del cambio nos lleva a hacernos más dúctiles. Sabemos adaptarnos a una nueva ciudad, a un nuevo vecindario y, por qué no, a un nuevo trabajo.
Unas veces es nuestro sueño dorado; otras, la necesidad del momento. Pero no podemos olvidar cuál es nuestro principal objetivo. Y a por él.

Renovarse profesionalmente no es fácil, pero ayuda mucho ver la botella medio llena (tanto si el cambio es voluntario como si nos hemos visto empujados a ello).
Veamos 5 pautas que nos ayudarán a convertir el obstáculo en reto:
Vencer el miedo
Hay miedo a lo desconocido, a la inseguridad económica, a no saber si eso que escojo me va a disgustar a las dos semanas… Deja de dar cancha al miedo y concéntrate en el objetivo: nadie mejor que tú sabe por qué quieres el cambio.
En “Karate Kid”, el maestro muestra al alumno un ladrillo y le dice: “Enfoca”. Esto es, concéntrate. Luego le da una patada que parte en dos el material. Pues así tú: enfoca.
Optimismo ante todo
Tómate el cambio como una apuesta seria, pero hazlo con la mejor de tus sonrisas. Piensa que a pesar de las dificultades y de algún mal momento, renovarse profesionalmente (sin así lo deseas) vale la pena. Sé paciente y espera resultados como el jardinero en su jardín.
Es bueno buscar aliados. Leer libros (o biografías) de personas que han pasado por lo mismo, seguir blogs de alguien que cuenta experiencias similares a las tuyas… Eso sí, que no falte la dosis de humor.
Conocer el sector nuevo
Me ayudará conocer el sector al que quiero pertenecer: sus peculiaridades, personajes destacados, cuál es su estilo propio de hacer…

En este aspecto es importante ser humilde. Si pretendes llegar a un nuevo sector porque crees que hay que cambiarlo todo, mejor que esperes un tiempo a decirlo abiertamente. Sitúate, observa y comienza a conocer los aspectos menos agradables.
¿Quién te abrirá la puerta?
Tu currículum ha de estar en consonancia con el cambio profesional que deseas llevar a cabo. Escribe una carta de motivación (muchas empresas la piden) donde se lea qué te mueve a cambiar y en qué te ves fuerte desde ahora mismo.
Y respondiendo a la pregunta: ¿quién te abrirá la puerta?… Pues es muy posible que tú misma, pero no dejes que la ambició te ciegue. Sé agradecida con todas las personas que han jalonado tu camino.
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Déjate ayudar
Por tus amigos, por tu familia, por una profesora que te influyó especialmente y es especialista en esa materia… Los amigos te pueden dar consejos sobre cómo a ellos les fue el negocio o sobre los horarios o sobre cómo hacer determinada gestión.

Tener a alguien a quien le vamos explicando nuestros progresos y nuestros pequeños fracasos ayuda psicológicamente. Descarga la tensión y facilita pensar en lo siguiente.
Es posible que nos angustiemos por cosas que al principio cuestan, hasta que uno aprende la mecánica. Si lo comentas con alguien que ha vivido la misma trayectoria, te dará el peso adecuado de esa preocupación.
Do It Yourself está muy bien para los trabajos manuales, pero para renovarse profesionalmente, mejor Do It with Friends (hazlo con amigos, aunque al amigo acabes de conocerlo en la cola de un papeleo administrativo).