Situada en la comuna de La Brigue, en el corazón del valle del Roya (Alpes Marítimos), la iglesia de Notre-Dame-des-Fontaines posee excepcionales frescos del siglo XV en perfecto estado de conservación.A 870 metros de altitud, la iglesia de Notre-Dame-des-Fontaines bien merece una visita. Su aspecto exterior sobrio, sin ningún atractivo particular, no invita inmediatamente a entrar. No hay nada que pueda predecir lo que esconde su interior. Y sin embargo, puede presumir de un tesoro único: frescos del siglo XV cubren sus paredes en una superficie de 220 metros cuadrados. Son obra de dos pintores piamonteses de estilo muy contrastado: Giovanni Canavesio y Giovanni Balisons.
Profusión de capillas
El departamento francés de los Alpes Marítimos, cerca del Piamonte italiano, esconde innumerables capillas de espléndida decoración, perdidas en el valle. Hace más de cinco siglos, los artistas italianos viajaron al interior de la región nizarda para decorar las pequeñas capillas que florecían aquí y allá a lo largo de los caminos de montaña. Notre-Dame-des-Fontaines de La Brigue es sin duda la más famosa. Construida a principios del siglo XV sobre las ruinas de una antigua capilla, fue erigida después de un terremoto para pedir a la Virgen María que reviviera los manantiales secos después del seísmo. El deseo de los aldeanos se cumplió: el agua volvió a fluir y Notre-Dame-des-Fontaines se convirtió en un lugar de peregrinación muy popular en la región.
Contraste de estilos
La decoración interior, pintada al fresco, fue confiada en primer lugar al piamontés Giovanni Baleison, quien pintó el coro en torno a 1481, en un estilo muy simple y muy suave. Diez años más tarde, Giovanni Canavesio continuó la decoración de la iglesia en un estilo diametralmente opuesto caracterizado por un dinamismo sorprendente para la época. La iconografía, inspirada en los Evangelios y en el pseudoevangelio de Mateo, da testimonio de la excelente cultura bíblica de los artistas: presenta escenas de la Pasión de Cristo, del Juicio Final, pero también de la vida de la Virgen y de la infancia de Jesús.
Ante estas paredes saturadas de colores, el ojo no sabe dónde posarse. El Juicio final, realizado en el reverso de la fachada, está repleto de detalles y bulliciosas escenas. Con la intención de infundir en los fieles el temor de Dios, les recuerda la importancia de prepararse para los últimos fines. Mientras Cristo juzga, en el centro, pone a los justos a su derecha; los condenados, destinados al fuego del infierno, luchan en medio de escenas aterradoras: un esqueleto pavoroso domina la escena mientras los demonios tiran del pelo a los pecadores condenados. Los monstruos devoran a los humanos, mostrando solo las piernas que salen de sus bocas, la sangre fluye de los cuerpos, los rostros asustados, retorcidos por el dolor… Características del estilo violento de Giovanni Canavesio, estas escenas no tienen nada que envidiar a las de El Bosco, igual de terribles.
La estupenda conservación de los frescos hoy en día se debe a los aldeanos. Por el gran afecto a sus pequeñas capillas de los valles del Roya y del Tinée —a veces franceses, a veces italianos, como consecuencia de las invasiones que siguieron a los tratados de paz—, los habitantes tenían por costumbre, en el momento en que se anunciaba un ataque, subir a su capilla y protegerla de los agresores. A lo largo de los siglos, la capilla de La Brigue ha logrado permanecer intacta.