Gestantes, jefas de hogar, mujeres con niños y en situación de enfermedad encabezan la prioridad del Servicio Jesuita de Refugiados. En un esfuerzo descomunal, resguardan los derechos humanos de la población especialmente vulnerable de la nación sudamericana.
Más de 50.000 venezolanos cruzan a diario el puente internacional Simón Bolívar huyendo de la crisis humanitaria con rumbo a Colombia. Un grueso de esa población está integrada por mujeres, entre las que figura un significativo número de gestantes; la mayor parte de ellas activan el servicio de salud “por razones de violencia”.
Lo afirma en entrevista exclusiva con Aleteia el coordinador del Servicio Jesuita de Refugiados en la zona Norte de Santander, donde está ubicado el principal paso fronterizo colombo-venezolano.
En un excepcional despliegue, con presencia en unos 50 países e innumerables años de experiencia, el SJR hace extraordinarias maniobras en distintos flancos –incluido el legal- y articula esfuerzos para atender el masivo éxodo de venezolanos y “colombianos retornados” que llegan a tierras cafeteras.
Consultado con respecto al trato que reciben las damas, Óscar Calderón confirma que el volumen de “lactantes y gestantes” es cada vez mayor. En este sentido, detalla que “uno de los asuntos por los cuales principalmente activan el sistema de salud en Colombia es debido a la violencia por razón o motivo de género. Llámese violencia intrafamiliar o sexual”.
¿En qué consiste el servicio a favor de las embarazadas?
Lo que hacemos primeramente es apoyar a las gestantes en temas de revisiones médicas, controles prenatales y medicamentos. Además de otros asuntos complementarios que preparan a la mujer para el parto y disminuye el riesgo de mortalidad de su persona y la criatura.
Pero eso incluye a sus familias…
Naturalmente. Y atendemos a muchos grupos familiares en situación de calle, a quienes les apoyamos en algunos casos con arrendamientos; pero eso es complementario a la acción jurídica y de restablecimiento psicosocial.
¿Tienen registro de madres o gestantes seropositivas o en riesgo de VIH-SIDA?
Sí. Es alta la influencia de casos de personas seropositivas. Pero no solamente mujeres, sino también hombres, tanto adultos como niños. Gente joven y adolescente, en general.
¿En qué consiste el apoyo?
Trabajamos en coordinación con el sistema público nacional y hacemos gestiones para apoyarles con el tratamiento retroviral; así como para el restablecimiento de su salud en Colombia.
Ha habido polémica con respecto a si son “refugiados” o no quienes llegan a ese país desde Venezuela…
Para el Servicio Jesuita de Refugiados, amparado en las enseñanzas de la Iglesia, el movimiento migratorio que se está dando en la frontera constituye el desarrollo del término de ‘refugiados de facto’.
Antiguamente, razones jurídicas limitaban la consecución de ayuda hacia solicitantes de asilo… ¿Qué medidas han adoptado, teniendo en consideración la urgencia humanitaria?
De acuerdo con la doctrina social de la Iglesia Católica, más allá de los criterios jurídicos internacionales, lo que ocurre respecto a personas que huyen por motivos asociados no sólo a guerra o conflicto armado, o invasión extranjera, se puede considerar y tratar como refugiado.
Una situación particular es la violación sistemática de Derechos Humanos y asuntos de conmoción interna, como es el caso venezolano, lo que constituye también (la calificación de) ‘personas refugiadas’ en cuanto huyen para salvar su vida.
En este marco, nuestra respuesta ha sido la de acoger a estas personas como quienes huyen para salvarse, o porque existe la posibilidad de un daño irreparable a su dignidad humana.
Así las cosas, hemos implementado un plan que tiene dos fases o momentos: el de atención humanitaria y el de enfoque de derechos y reinserción psico-social, lo que incluye socorro y recuperación.

La atención es integral…
Ciertamente. El plan de respuesta está enfocado en asistencia humanitaria, orientación jurídica y acompañamiento psicosocial, lo cual tiene una perspectiva integral. Entendemos que hay una gran migración, pero lo que pretendemos es acompañar (principalmente) los enfoques diferenciales.
Entonces ¿hay énfasis hacia la población más vulnerable?
Sí. Hacia aquella población que resulta especialmente marginada y excluida o que presenta mayores posibilidades de vulneración con respecto al resto.
Quisimos enfocarnos, debido a nuestra capacidad y experiencia en ello, en mujeres gestantes y lactantes, mujeres con jefatura de hogar, mujeres con niños y en situación de enfermedad; así como en familias colombianas mixtas que están en situación de retorno y necesitados de orientación legal y jurídica. También abordamos de manera especial el tema de personas refugiadas con un nivel de persecución y violencia directa.
¿Cuál es el objetivo central de la asistencia legal y la atención psicosocial?
La legal es porque creemos que aquí hay un marco de derechos qué proteger, y la recuperación emocional porque las personas necesitan superar el impacto que a nivel emocional surge de la migración tras dejar a sus familias y llegar a un país extraño; mientras que algunos padecen violencia en el tránsito hacia su nuevo (y muchas veces forzado) hogar.
Otro momento es el nivel de incidencia y de interlocución con autoridades del Estado y organismos internacionales para evaluar la situación y buscar respuestas particularmente estructurales entendiendo que esto es una situación que desborda la capacidad de las organizaciones sociales y que necesita atención mayor.
En América Latina tienen presencia en Venezuela, México y Ecuador. Se apoyan tanto en la red jesuita de migrantes como en otros organismos de la Compañía de Jesús. En Colombia realizan su silenciosa e impactante labor desde hace más de veinte años y se encuentran en diversas regiones del país, como: Nariño, Buenaventura, Valle del Cauca, Soacha, Barrancabermeja, Bolívar y Bogotá.
Al Norte de Santander llegaron hace ocho años, por invitación del entonces Obispo de la Diócesis de Cúcuta, la Iglesia que literalmente alimenta a los venezolanos que cruzan la frontera. Sin duda, una de las muchas formas en que Dios se hace presente del lado cafetero de la frontera para brindar su contundente, invaluable y silenciosa ayuda.