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De cómo la corrupción tumba gobiernos: por ejemplo, en Perú

KUCZYNSKI

Twitter @congresoperu

Macky Arenas - publicado el 26/03/18

El proceso que ha acabado políticamente con Kuczynski recuerda otros precedentes...

Muchos temen que la crisis política peruana podría afectar el activismo intenso que el gobierno de PPK desplegó en respaldo a los cambios en Venezuela por rescatar la democracia. No parece probable mientras permanezca el relevo del vicepresidente y embajador en Canadá, Martín Vizcarra, quien ha compartido sin esguinces la postura de Kuczynski a respecto. Vizcarra es un hombre con reputación de constructor de consensos, quien regresó al país de inmediato, “indignado por lo ocurrido”.

Otra de las angustias del otro día, cuando se consumó la dimisión del presidente peruano, embargaba a los venezolanos residentes en Perú, tan bien recibidos en ese país, acogidos con cariño y respeto, una vez llegan desde Venezuela. Se preguntaban qué suerte correrían en adelante.

Pero lo verdaderamente crucial, como lección, del caso peruano, es el peso de la corrupción y sus mecanismos en la complicada tarea de mantener la gobernabilidad en medio de las componendas políticas más insólitas. PPK no es un político. Quienes lo conocen aseguran que es un hombre amable y buena persona, lo cual “no basta para transitar los intrincados caminos de la política peruana”, según observó un experto en el tema.

El recién renunciado presidente llegó a la jungla política de manera tan imprevista como lo hizo el propio Fujimori, quien irrumpió en el cuadro político peruano encaramado en un tractor como el outsider del momento. PPK llega al poder por el temor de la mayoría de los peruanos a un reingreso de Fujimori por la vía de su hija Keiko.

Pero se va por la acción de otro Fujimori, su hermano Kenji, el operador político que maniobró para fortalecer su bancada al tiempo que lograba el indulto para su padre a cambio de aportar un poco de estabilidad a PPK en el conflicto que mantenía con sus detractores en el Congreso. Complejo, pero típico de los desaguisados en nuestra Latinoamérica que desembocan en situaciones que se colocan con demasiada facilidad fuera del control de quienes las provocaron.

Un analista político comentaba en estas horas de incertidumbre: “Después de todo, tenemos que concluir que Fujimori sigue mandando en el Perú”.

Aún hay plazo para que las cosas tomen rumbo. Sea cual sea la figura que permanezca al frente del poder, se debe convocar elecciones en el plazo de un año.

En riesgo está la realización de una importante reunión en puertas. El 13 y 14 de abril, Perú sería anfitrión de la Cumbre de las Américas, donde deben darse cita distintos líderes internacionales, e incluso se esperaba la presencia del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La salida de PPK del Ejecutivo, desplegó un manto de dudas sobre la participación de algunos presidentes en el foro. Ya Macri y Santos habían declarado: “Si cae el gobierno, no podremos ir”. Chile aun lo piensa. Pero es un hecho no descartable que aumente el número de mandatarios que no viajen y la cumbre sea suspendida.

No obstante, la Cancillería de Perú informó que el país continuará organizando la Cumbre de las Américas luego de que Martín Vizcarra asuma la presidencia de la nación. Habría sido el mismo Vizcarra quien ordenó proseguir con los preparativos, según informó Cayetana Aljovín, canciller saliente.

En su discurso inaugural, Martín Vizcarra, nuevo presidente constitucional de la República, mostró tino político en su debut presidencial. Señaló que la transición debía marcar el “punto final de una política de odio y confrontación que no ha hecho otra cosa que perjudicar al país” y que ocasionó una “situación de inestabilidad y zozobra institucional”.

La oposición parlamentaria tramitaba un pedido de destitución para el exmandatario de 79 anos, Pedro Pablo Kuczynski, acusado de recibir dinero de la constructora Odebrecht y de comprar votos del Congreso. Sin embargo, Kuczynski se adelantó y dimitió. “Frente a esta difícil situación que se ha generado y que me hace injustamente aparecer como culpable de actos en los que no he participado, pienso que lo mejor para el país, es que yo renuncie a la presidencia de la República”, dijo en un mensaje grabado y transmitido por televisión, rodeado de la mayoría de su gabinete, desde el Palacio de Gobierno.

Salvando las diferencias, se repite un cuadro que ha venido a la mente de muchos venezolanos recordando la defenestración de un presidente elegido democráticamente –Carlos Andrés Pérez (1993-1998) y depuesto por una confabulación de grupos opositores, lo que abrió la brecha para la colada de Hugo Chávez y su mesianismo refundacional de una república que hoy se encuentra sumida en la peor crisis de su historia.

Pérez era un político avezado que resistió dos intentonas de golpe de Estado antes de dejar el poder. Kuczynski, un músico y empresario devenido en efímero político. Pero ambos, conscientes de que su permanencia en el poder agudizaría la ingobernabilidad, se retiraron por sus propios pies. Ello es otra semejanza entre los procesos venezolano y peruano. Eso sí, lo que todos alertan debe impedirse es la deriva que esa crisis representó para Venezuela.

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