Una grave crisis de confianzaLa crisis de Facebook, la mayor red social del mundo, es profunda, porque es una crisis de confianza de sus usuarios y de sus inversores y accionistas. Su presidente Mark Zuckberger, de 33 años, no ha convencido, hasta ahora, ni a usuarios ni a inversores. Facebook tuvo unos ingresos, en 2017, de 27.640 millones de dólares y un beneficio de explotación de 10.220 millones.
Y como esto es una caída de dominó, ha afectado también a otras redes sociales, como Tesla Inc, en la que el primer inversor (un billón de dólares), que es un fondo soberado noruego, no ha aceptado que el primer ejecutivo, Elon Musk, realizara la operación de opciones sobre acciones por valor de 2.600 millones de dólares.
Facebook tiene 2,167 millones de usuarios, y su presidente Mark Zuckberger ha comprado WhatsApp, que ocupa el tercer lugar entre las redes sociales con más usuarios del mundo (con 1.300 millones), lugar que comparte con Facebook Messenger, que cuenta también con 1,300 millones de usuarios. En segundo lugar está YouTube con un total de 1,500 millones de usuarios. We Chat tiene 980 millones, y QQ con 843 millones de usuarios, son redes sociales chinas. La penetración de las redes sociales es del 42 por ciento entre la población mundial.
Las redes sociales se basan en la confianza de inversores y usuarios, y por ello Facebook, que ya tuvo problemas anteriormente, ahora se puede decir que ha quebrado la confianza al “vender” 50 millones de usuarios norteamericanos a Cambridge Analytica, la cual los utilizó para publicidad y para fines electorales. Al descubrirse el escándalo, Zuckberger tardó cuatro días en responder: él, el hombre que respondía todo a la velocidad del viento. Y lo peor, sus explicaciones no han convencido. Así, Facebook ha perdido en bolsa unos 40.000 millones de dólares. Además Zurckberger deberá responder ante el Congreso de los Estados Unidos y ante la Unión Europea.
No es de agorero, pero muchas personas, muchísimas, creía que el escándalo de venta de usuarios para fines comerciales y políticos era cuestión de tiempo. Cuando unos negocios mueven tantos billones (con b) de dólares y están en manos de pocos, está claro que alguien se provechará a dar un golpe con el que ganar muchos miles de millones de dólares, y del control de los usuarios pasará al control de los estados a través de campañas políticas apoyadas por estas gigantescas redes sociales.
Facebook no ha ignorado nunca el uso comercial de sus redes, pero de ahí a un uso político para ganar unas elecciones, hay un abismo. Ahora sale a relucir el peligro que representan las redes sociales para todos los ciudadanos del mundo. ¿Dónde queda el derecho a la privacidad?
Y es más: ¿Qué derecho tienen los propietarios de estas redes –grandes o pequeñas—para manipular a sus usuarios? ¿No es superior el derecho humano a la propia intimidad? Y finalmente, ¿por qué la comunidad internacional no legisla ante estos fenómenos que tan directamente afectan a las personas y a sus derechos primarios?
No me importa si Mark Zuckberger, resulta afectado o no económicamente de sus errores de cálculo en la seguridad de sus redes, lo importante es que la comunidad internacional tome cartas en el asunto, y no sea en adelante una cosa menor el uso del ciberespacio y de las tecnologías de la información por parte de unos pocos que por afán de poder o de dinero no dudan en utilizar a las personas –sus datos—sin escrúpulo alguno. La venta de datos de Cambridge Analytica fue descubierta por el periodismo de investigación. Ni Rusia, ni Estados Unidos, ni China pueden alterar la convivencia con bombardeos de mensajes a usuarios –ciudadanos—a los que nadie ha dado permiso para ello. Es un problema humano de calado.