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Ante una enfermedad grave, ¿qué nos pasa cuando nos dan el diagnóstico?

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María Reales - publicado el 14/03/18

La reacción, tras recibir un diagnóstico adverso sobre nuestra salud, suele ser diferente en cada individuo; en la mayoría de los casos, imprevisible. Sin embargo, todos experimentamos  la tormenta emocional que se desencadena cuando nos dan la “mala” noticia, que dará  paso a sentimientos y pensamientos que nos guiarán durante el proceso y el resto de la vida conforme al grado de nuestra resiliencia.

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No debería ser preciso repetirlo, pero merece la pena recordarlo: la experiencia personal nos  demuestra que no todos somos iguales. Para constatar las diferencias bastará con respondernos a la pregunta: ¿qué ocurre en nuestro interior cuando nos dicen que las cosas no van bien y hay que afrontar la nueva situación?

¿Cómo reaccionamos cuando nos transmiten el diagnóstico?

A pesar de los diversos tipos de reacciones que se producen, resulta frecuente y común, en la mayoría de los pacientes,  tener la sensación de sumergirse en un baño de humildad. Tal vez sea la consciencia de la fragilidad de la vida.

A continuación, un proceso a “cámara lenta” se pone en marcha: empieza un viaje al mundo emocional, un retorno inevitable al interior.

Las emociones, los sentimientos y los pensamientos se mezclan y confunden;  también bloquean y, en ocasiones,  aportan luz a la oscuridad. Es cuestión de segundos que el mundo se pare para coger un respiro, pero entonces, se siente con absoluta intensidad que el corazón de la vida sigue latiendo.

Una de las claves para no detenerse en el bloqueo es confiar y creer que de la experiencia siempre surgen nuevos y, a veces,  grandes aprendizajes. ¡Ánimo!




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Hay que darse la oportunidad de vivir la experiencia con plenitud. Como punto de partida sabemos que nos deparará sufrimiento, dolor e incertidumbre, pero la intensidad del momento también proporciona vivencias positivas. Aprender a escuchar puede liberarnos de vivir una pesadilla.

Centrémonos en una enfermedad: el cáncer. Se da ya con tanta asiduidad que, prácticamente, todo el mundo, ha entrado directa o indirectamente, a formar parte de este universo, mejor dicho: de un escenario donde diferentes personajes aparecen y desaparecen con papeles protagonistas, personajes secundarios  o como puros figurantes.

Las madres, los padres, los hijos, los familiares, los amigos, los que no están pero están presentes…

El cáncer en todas sus manifestaciones, desde las de pronóstico más benigno hasta las más graves,  proporciona esta peculiar puesta en escena.

Cada cual interpreta su papel como sabe, puede o quiere y, en esta función, no existen los estereotipos. Es pura improvisación y, sin embargo,  —aunque podría parecer lo contrario—, paradójicamente, estamos ante una obra de autor.




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  • ¡Tengo miedo a la incertidumbre!

Por supuesto. Es  una de las emociones que peor se lleva en cualquier situación de la vida. Ante una enfermedad que nunca se “curará” es comprensible sentir miedo.

No es sólo miedo a la muerte sino, sobre todo y en la mayoría de casos, a lo que implica asumir la vida en otros términos, su levedad.

Las reglas del juego han cambiado y hay que partir de 0 con humildad porque “¿no sé si sabré hacerlo?”.  Claro que sí.

Para ayudar hay grupos de soporte y asociaciones de pacientes que acompañan y enseñan a los/las “nuevos/as” y a sus familias. Allí se imparte un tipo de conocimiento que está basado en la emoción y el sentimiento a partir de la experiencia vivida.

Esta sí es una buena escuela porque cada uno aprende según sus capacidades sin pasar exámenes.

  • ¿Qué he hecho mal?

Nada. Simplemente, la rabia confunde e induce a sentimientos de ira porque ésta  se resiste a abandonar la lucha.

Todo lleva su tiempo y, antes o después, todo se transforma en pura y profunda tristeza porque no hay más remedio.

Es el  momento de desterrar el sentimiento de culpa porque nadie tiene la culpa de nada y tampoco cargar con la culpa de que la vida de los nuestros sufrirá cambios o será más “difícil” por nuestra causa.

  • ¿Puedo ser mejor persona y reinventar mi vida?.

Este es el reto aunque parezca imposible de alcanzar. Quienes han pasado por ello dicen que de una  experiencia traumática siempre se obtienen aprendizajes positivos, que se convierte en una oportunidad excepcional para ser mejor persona.

Cuesta de creer pero al final resulta ser cierto o algo de verdad hay.

Después de la travesía se produce una revelación y se reenfocan algunos valores y prioridades.

Hay que poner empeño y tesón para alimentar una esperanza truncada y para que el desánimo del día a día no supere ni  arrebate la fortaleza que permite seguir adelante con sosiego y dignidad.


DOHERTY

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Tags:
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