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Brasil, Colombia, Ecuador, México y Perú lideran el camino en América Latina, según la Red de Banca Sostenible (SBN), que cuenta con el respaldo de la Corporación Financiera Internacional (IFC). Su más reciente reporte señala que la región ha dado “un paso importante” para cumplir con losObjetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por la Organización de Naciones Unidas (ONU) para el año 2030.
Aunque hace menos de un lustro, en 2014, fueron deforestadas casi 150.000 hectáreas de bosques en Colombia, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de esa nación también hizo importantes esfuerzos visibles un año más tarde (2015) para incautar más de 13.000 ejemplares de fauna silvestre que serían vendidos en el mercado negro.
Al menos 34 países han impulsado reformas bancarias que permitan expandir los préstamos sostenibles. Gracias a ello, los mercados emergentes han adquirido mayor músculo para impulsar el desarrollo y enfrentar el cambio climático. La conclusión se desprende del Informe de Progreso Global de la Red de Banca Sostenible, que brinda elementos de valor al analizar el comportamiento de la región en materia de protección ambiental.
Del grupo, cuya inversión asciende a los 42,6 billones de dólares en activos bancarios, 11 países están en Latinoamérica. Aunque solamente ocho del total (Bangladesh, Brasil, China, Colombia, Indonesia, Mongolia, Nigeria y Vietnam) alcanzaron una “etapa avanzada”, figura la región cafetera entre los principales, tras implementar “reformas a gran escala” y sistemas para la medición de resultados.
Gracias a este esquema, los bancos evalúan e informan los riesgos involucrados en sus operaciones de préstamo, y establecen incentivos de mercado para que los bancos otorguen préstamos a proyectos ecológicos.
Y es que proteger el planeta es una responsabilidad compartida, la cual implica una relación entre lo público y lo privado. Así lo concluyó en Brasil la Declaración de Río de Janeiro en 1992, lo señaló la Cumbre del Milenio de la Organización de Naciones Unidas en el año 2000 y lo ratificó la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo en 2002.
Es también una de las grandes preocupaciones del papa Francisco, que este 2018 acudió al coliseo cerrado de Madre de Dios, en el corazón de la selva peruana, donde recordaron un pensamiento suyo, que ha sido parte fundamental del Pontificado: “Hemos de estar unidos en demostrar misericordia con nuestra casa común ―la Tierra― y valorizar plenamente el mundo en el cual vivimos como lugar del compartir y de comunión”.
“Toda persona que vive en este planeta” debería estar consciente de “la devastación del medio ambiente (…) Dios nos hizo el don de un jardín exuberante, pero lo estamos convirtiendo en una superficie contaminada de ‘escombros, desiertos y suciedad’”, dijo.
Al igual que en Europa, los oídos de Latinoamérica han estado atentos al llamado del Papa y algunos han puesto manos a la obra para responder a la necesidad de construir un mejor planeta.
Protocolo verde
Una de ellas es el denominado “Protocolo Verde” de Colombia: un proyecto que suma esfuerzos para promover el desarrollo sostenible del país, al tiempo que motiva la preservación ambiental y el uso responsable de los recursos naturales. El acuerdo surgió en el año 2012, gracias a una alianza entre el gobierno y el sector financiero para asumir los “retos ecológicos” de forma eficiente.
Sostiene la Convención Bancaria, que en junio de 2017 lo respaldó por medio de 17 entidades a las que ya en 2018 se han incorporado cinco, que Colombia es un “país privilegiado por su base natural, compuesta por una importante variedad de ecosistemas y con alto potencial de ofrecer servicios ambientales en cuya base está el crecimiento del PIB de muchos países en los próximos años”.
Advierte también que si no se toman medidas inmediatas para la conservación y protección de este patrimonio ambiental, “la nación quedará rezagada en su potencial de crecimiento, lo que conllevaría a inequidad social y elevados índices de pobreza”.
No en vano, en repetidas ocasiones el Papa ha alertado acerca de una “deuda ecológica” entre el norte y el sur, por lo que continuamente ha reclamado que se tome cuidado de la naturaleza de los países más pobres, “proporcionándoles recursos financieros y asistencia técnica que les ayuden a gestionar las consecuencias de los cambios climáticos”.