Después de un siglo de agitación en Bosnia, dos familias demuestran lo que de verdad significa amar al prójimo.En el último siglo, los ciudadanos de Sarajevo, capital de Bosnia, han sido testigos de una contienda que ha supuesto la persecución tanto de judíos como musulmanes. Sin embargo, de entre toda esta miseria surge una historia en la web The Vintage News que apunta al mismísimo corazón de todas las religiones: ama a tu prójimo.
La historia empieza en 1941, cuando los nazis ocuparon la ciudad, por entonces yugoslava, y saquearon la antigua sinagoga, destruyendo a su paso unos valiosos rollos de la Torá de 400 años de antigüedad.
También enviaron a su muerte a 10.000 de los 14.000 judíos que componían esta importante comunidad. Sin embargo, durante la invasión nazi, una familia judía, los Kabiljo, se salvó gracias a la valentía y el sacrificio de sus amigos y compañeros de negocio, los Hardaga, una familia musulmana.
Con la gestapo establecida en su cuartel general frente al hogar de los Hardaga, la familia fue testigo de los terribles sonidos de judíos siendo torturados por la noche.
Entonces, decidieron ayudar ocultando a Yosef Kabiljo, a su esposa y a su hija, que habían perdido su hogar durante un bombardeo, hasta que pudieran escapar a Mostar, otra ciudad bosnia bajo gobierno italiano.
Sin embargo, antes de que Yosef pudiera huir, tenía que quedarse atrás para dejar en orden sus negocios. Los nazis lo capturaron y lo enviaron a un campo de trabajos forzados. Su devota vecina, Zejneba Hardaga, llevó a su amigo comida después de descubrir dónde se encontraba preso.
Con el tiempo, Yosef consiguió escapar y regresó a esconderse en el vestidor de los Hardaga. Por desgracia, los nazis se percataron de que los Hardaga y su familia extendida estaban ayudando a judíos.
Como resultado, Ahmed Sadik, otro familiar que había participado activamente en la elaboración de documentación identificativa que concedía a los judíos nombres cristianos, fue asesinado como represalia.
Afortunadamente, los Kabiljo pudieron abandonar el país y escapar a Jerusalén.
Más tarde, durante las Guerras Yugoslavas en los años 90, cuando diferentes repúblicas dentro del país luchaban por su independencia, los musulmanes fueron objetivos de ataques y, durante el genocidio bosnio, fueron asesinados decenas de miles de civiles, incluyendo niños.
Una vez más, Sarajevo estaba en el centro de todo este sufrimiento, solo que ahora le llegaba el turno de esconderse a la familia Hardaga.
Los Kabiljo, en Jerusalén, no habían olvidado a sus salvadores. Al darse cuenta del peligro que corrían sus amigos, contactaron con un periodista de guerra para ver si podía descubrir alguna novedad sobre la familia.
A través de una red de comunidades, el periodista descubrió que Zejneba Hardaga, de 76 años entonces, y su hija menor, se ocultaban en su sótano. Los Kabiljo lograron la ayuda del primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, que autorizó una misión de rescate, después de lo cual ofrecieron refugio a la familia en Jerusalén.
Esta historia de compasión y de amor demuestra que únicamente cuidándonos mutuamente podremos ser rescatados o capaces de rescatar a otros en tiempos de necesidad. Esperemos hacerlo nosotros en circunstancias menos extremas, como con un coche averiado o vigilando a los hijos de un vecino cuando a los padres les surja una emergencia.