Las heridas emocionales son experiencias dolorosas de la niñez que construyen nuestra personalidad adulta, quienes somos y de qué forma enfrentaremos la vida con todo lo que venga. Es decir, son un factor determinante de nuestro actuar en la edad madura.
Todos tenemos algún tipo de herida emocional profunda que gestamos en la niñez, que nos dejó huella y que nos encaminará hacia el tipo de adulto que seremos: miedosos, inseguros, punitivo, controlador, etc. La buenísima noticia es que también tienen sanación y podemos mejorar. De aquí la importancia de reconocerlas lo antes posible y hacer un trabajo personal profundo para enfrentar de forma valiente -porque el trabajarlas duele y mucho- todas las consecuencias que estas heridas nos hayan dejado.
Se hablan de 5 -o más- heridas emocionales -o del alma- de la infancia que persisten cuando somos adultos. Son las que Lisa Bourbeau menciona en su libro “Las cinco heridas que impiden ser uno mismo”.
1. Herida – La humillación
Nace cuando sentimos que los demás no están conformes con quienes somos. Hay una sensación de desaprobación y de crítica hacia nuestra persona. Cuando de niños de continuo escuchábamos frases como: “Eres un tonto”, esas palabras impactaron nuestra autoestima y esta se lastimó.
Por lo tanto, al día de hoy -adultos- se nos dificulta labrar un amor propio de forma sana porque quizá, como mecanismo de defensa, aprendimos a ser egoístas y algo tiranos, hasta a ser los primeros en humillar para así evitar ser humillados. También se genera una personalidad emocionalmente dependiente.
Para sanar esta herida se requiere de trabajar hacia una independencia y libertad sana.
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