Aleteia logoAleteia logoAleteia
martes 23 abril |
San Jorge, mártir
Aleteia logo
Espiritualidad
separateurCreated with Sketch.

Cómo ser feliz en la imperfección

personas-desordenadas-codigo-nuevo

Carlos Padilla Esteban - publicado el 21/02/18

Miro mi desorden, miro mi camino, y sonrío

A veces tengo claro lo que tengo que hacer y me pongo manos a la obra. Actúo, decido, pienso. Y soy coherente con lo que emprendo. Mis pensamientos y mis acciones parecen ir al unísono por un tiempo. Hay armonía.

Pero no dura demasiado. Súbitamente surge algo que me distrae. Me aleja de lo importante. O de lo que yo creo que es lo más importante.

Y me encuentro pensando en cosas diferentes a las que de verdad deseo. Me veo navegando por mares que no he soñado. O alcanzando cimas jamás pensadas.

Puede ser mi apego a mis riquezas lo que me hace débil. Esas riquezas del mundo que tientan mi alma. Son los síntomas que me muestran que no estoy en paz conmigo mismo o con la vida que Dios me regala.

¿Cuáles son mis riquezas? ¿Qué me entristece y tienta en este mundo que llama a la puerta de mi corazón?

Voy con prisas. Surgen los miedos. No soy tan libre como deseo y me pesan las cadenas. Estoy atado a mi vida.

Me da miedo no ser fiel a lo emprendido. O dejar de soñar con lo más grande para mi vida. O pensar que ya está bien de malgastar mis días sirviendo sin que nadie lo valore. Y tiemblo.

La vida es muy corta. O puede que demasiado larga. Según se mire. Y quiero poseer todo lo que me tienta. El cielo y la tierra. La eternidad y el presente. El amor y el poder. La juventud y todos los sueños. Me veo desordenado por dentro. Lleno de deseos.

El otro día leía: “El hombre es un ser relacional. Si se trastoca la primera y fundamental relación del hombre – la relación con Dios – entonces ya no queda nada más que pueda estar verdaderamente en orden. De esta prioridad se trata en el mensaje y el obrar de Jesús. Él quiere en primer lugar llamar la atención del hombre sobre el núcleo de su mal y hacerle comprender: Si no eres curado en esto, no obstante todas las cosas buenas que puedas encontrar, no estarás verdaderamente curado[1].

Miro mi mal. Mi pecado. Mi tentación más grande. Me detengo en mi orgullo y en mi vanidad. Me veo tan lejos de Dios.

Me consume por dentro el deseo de vencer siempre. De salirme siempre con la mía. De conseguir todo lo que quiero. Sin tener en cuenta a quién dejo derrotado en el camino.

La obsesión por controlar las horas. La pasión por ser admirado y querido por todos y siempre. El desorden de mi corazón herido que busca afecto.

No he aprendido a perdonar del todo las heridas de antaño. Y me alejo lentamente del Dios de mi vida al que juzgo y condeno. Él, que camina conmigo y me hace ver una y otra vez que si me distraigo y alejo de Él todo empieza a dejar de tener sentido.

Vuelvo hoy la mirada a ese Dios impotente ante mi miseria.

Me dice el padre José Kentenich: ¿Cómo nos ayuda Dios a resistir las tentaciones? No podemos hacerles frente nosotros solos. Es Dios quien nos dará las fuerzas necesarias. Nos convenceremos de ello en la medida en que nos convenzamos del desorden de nuestra naturaleza y de los efectos del pecado original”[2].

Las tentaciones de un mundo en estampida, que corre por los caminos de la vida sin un sentido claro… y me tienta. Y yo me adhiero a las propagandas que me invitan a guardar mi vida, a enriquecer mi vida. A soñar con lo que no poseo.

En una película le preguntaban al protagonista: “¿Y eres feliz? ¿Qué te falta, qué deseas que aún no posees, para ser feliz?”.

Me despierto con esta misma pregunta prendida en la piel. ¿Soy feliz? ¿Qué me falta? Miro mi desorden. Miro mi camino. Y sonrío.

¿Qué más deseo? En realidad lo tengo todo para ser pleno. Si me miro bien sólo puedo dar gracias a Dios por lo vivido.

El protagonista respondió: “Paz. Sólo quiero paz”.

Tal vez me falta esa paz para ser feliz. Para vivir sin prisas, sin stress.

No me importan tanto las distracciones. Son parte del camino. Y Dios me habla en ellas. Me susurra. Porque al caminar veo lo que me rodea y me distraigo.

Y en esas voces del camino me encuentro con Dios hablando. Y me dice tantas cosas. Me recuerda mi misión última. La de dar la vida.

Y me dice que mire dentro de mi corazón. Que no me equivoque buscando fuera. Que ahí me habla aunque a veces me tiente lo que no me da paz. Y me cueste entender sus silencios.

¿Por qué me obsesiono con poseer lo que al final tal vez no me haga tan feliz? Ese puesto de trabajo soñado, esa persona con la que compartir la vida para siempre, ese hijo que no llega, esa casa que deseo, ese coche, ese viaje, ese proyecto, esa tranquilidad económica, ese perdón que no logro, esa respuesta a mi pregunta que no escucho, esa persona que no regresa y me perdona…

Hay tantas cosas todavía por arreglar… Tantos sueños que no se hacen realidad en mi camino…

Me da miedo no ser feliz deseando lo que no me hace feliz. Y no quiero desaprovechar el presente que Dios me regala para encontrar sentido a todo lo que hago.

Hoy miro mi corazón. Me desnudo ante Dios que se acerca a mi vida. Despacio. Y pongo en sus manos mis sueños y mis miedos. Lo que no me hace feliz, lo que me alegra. Voy de su mano. Que Él venga a mí es lo único que me salva allí donde me encuentro.

[1] Benedicto XVI, La infancia de Jesús

[2] J. Kentenich, Envía tu Espíritu

Tags:
felicidad
Apoye Aleteia

Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia.  Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.

  • 20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
  • Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
  • Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
  • Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
  • 600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
  • Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
  • Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).

Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.

ES_NEW.gif
Oración del día
Hoy celebramos a...




Top 10
Ver más
Newsletter
Recibe gratis Aleteia.