Ni la productividad ni la formación ni la experiencia explican por qué una mujer sigue cobrando menos que un hombre por el mismo trabajo
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Bastó que el sorprendido Presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, se negara en una entrevista a responder a una pregunta sobre la desigualdad salarial entre hombres y mujeres con un “No nos metamos en eso” para que se pusiera el foco mediático de forma más intensa sobre el asunto.
De acuerdo con GESTHA, la brecha salarial en España se situaría en torno al 29.1% mientras que un informe de UGT la estima en el 22,86%. Esto ha conllevado cálculos como que más de 7 millones de mujeres cobran de media casi 6.000 euros menos al año que los hombres. O por ejemplo que una mujer española trabaja gratis 54 días al año por la brecha salarial.
Esta desigualdad de salarios entre hombres y mujeres no sólo provoca una menor disposición de salario actual sino que también implica un efecto negativo sobre las futuras pensiones, calculadas sobre las cotizaciones sociales proporcionales al salario.
La brecha salarial no sólo tiene interés en España. Islandia ha sido el primer país en legislar sobre la brecha salarial prohibiéndola. 170 trabajadoras de la BBC denunciaron discriminación salarial ante el Parlamento. Las periodistas francesas reclaman mayor igualdad en cargos de dirección. La preocupación por la desigualdad entre hombre y mujer y la persistente brecha salarial es algo no exclusivo de un país.
Aunque se reclaman medidas legislativas contundentes para atajar el problema, no deja de ser sorprendente que en España ya existe una ley al respecto desde el 2007 que a día de hoy sigue sin aplicarse como debiera. La presencia equilibrada en los consejos de administración de las empresas públicas que exige la ley no se cumple. Si las propias empresas públicas no cumplen con la legislación del Estado, ¿qué cabe esperarse del ámbito de la empresa privada?
Se argumenta en ocasiones que el mercado es el regulador eficiente de los salarios y que, por lo tanto, si existe brecha es porque en el mercado se reflejaría una mayor productividad de los hombres frente a las mujeres. Pero esto en la realidad no es así.
Los estudios refutan tal argumentación porque en primer lugar, las empresas en España no referencian los salarios tanto por productividad sino por tiempo de presencia en el puesto de trabajo. Por otra parte, si se calcula la brecha por niveles de educación, ésta se muestra prácticamente estable. En consecuencia, la formación no es un factor que pueda explicar esta brecha. Lo mismo sucede con los años de experiencia.
Esto implica que no solamente el mercado no refleja la productividad y sus diferencias, sino que además, existen factores no relacionados con el mercado, la formación o la experiencia están condicionando esa brecha. Y es que sigue de fondo un aspecto cultural que debe ser cambiado, la idea de que el mismo trabajo realizado por una mujer debe ser menos retribuido que si lo hace un hombre.
El día que nos demos cuenta de la importancia que tiene cambiar ese lastre cultural para nuestro presente y futuro como sociedad inevitablemente nos sentiremos impelidos a responder al presidente Mariano Rajoy “Pues sí, sí nos metemos en eso de la brecha salarial.”