Conforme pasan las horas posteriores al tiroteo de la escuela preparatoria de Parkland (Florida, Estados Unidos) Marjory Stoneman Douglas, el pasado Miércoles de Ceniza, en el que Nikolas Cruz mató a 17 personas e hirió a otras 15 (dos de ellas se debaten entre la vida y la muerte) la sociedad estadounidense sigue atónita ante la magnitud del crímen.
Sigue indefensa, preguntándose por qué nadie hizo nada para salvar del horror a alumnos y personal de la escuela, masacrados por un ex alumno problemático y pendenciero.
El FBI, por ejemplo, supo al menos seis semanas antes (el 5 de enero de 2018) que Nikolas Cruz era una persona peligrosa.
Había recibido una llamada informativa para que le dieran seguimiento a este personaje que gustaba de alardear de sus uso de armas, estaba entrenándose militarmente y tenía “cuentas pendientes” con su antigua escuela, la Marjory Stoneman Douglas High School, de donde había sido separado por conductas impropias (llegó a vender cuchillos en la hora del almuerzo).
Pero el mismo FBI reveló horas después del asesinato masivo que sus agentes no estimaron conducente darle seguimiento a la información recibida, no obstante haber provenido de fuente confiable.
Por lo demás, información fácilmente contrastable, pues incluía las imágenes de pantalla del múltiple asesino, mostrando –en YouTube y en otras redes sociales—una arsenal bastante inquietante de cortas y largas.
El 5 de enero, la persona que llamó dejó información sobre la posesión de armas de Cruz, el deseo de matar gente, el comportamiento errático y sus publicaciones inquietantes en las redes sociales, así como la posibilidad de que él realizara un tiroteo en la escuela, dijo el FBI en un comunicado.
“Según los protocolos establecidos, la información proporcionada por la persona que llama debe haber sido evaluada como una amenaza potencial a la vida”, indicó la declaración.
Por lo demás, siguiendo el comunicado, “la información debería haberse enviado a la oficina local del FBI en Miami, donde se hubieran tomado las medidas de investigación apropiadas. Se ha determinado que estos protocolos no se siguieron para la información recibida por la (línea para ofrecer pistas) el 5 de enero”.
El director del FBI, Christopher Wray dijo: “Hemos hablado con las víctimas y las familias, y lamentamos profundamente el dolor adicional que esto causa a todos los afectados por esta horrible tragedia”.
En otras palabras: ustedes disculpen; sabíamos de la posibilidad de que una cosa así sucediera, pero no seguimos los protocolos adecuados. Un “consuelo” bastante pobre para las familias que han perdido, de forma estúpida y brutal, a sus seres queridos.
Por lo demás, todos los que conocían en el condado de Broward (donde se encuentra Parkland) a Nikolas Cruz, un joven de 19 años adoptado y cuya madrastra había muerto de neumonía hacía poco tiempo, sabían que que se trataba de “un chico problemático”.
Tenía muy pocos amigos, había asustado a varios estudiantes, había sido expulsado de la escuela donde mató a 17 personas y había dejado en claro en la mente de sus compañeros que si “alguien iba a disparar” en la Marjory Stoneman Douglas High School, esa iba a ser Nikolas Cruz, pues, como dijo un ex compañero suyo, “siempre portaba armas”.
Y eran armas “legales”. Estados Unidos tiene algunos de los controles más débiles del mundo sobre quién puede comprar un arma y qué tipo de armas se pueden comprar. Según la Segunda Enmienda de la Constitución, la gente tiene el derecho de poseer armas de fuego para su defensa.
Y si uno demuestra que no tiene antecedentes y no tiene problemas mentales, puede adquirir una AR-15 como la que uso Nikolas Cruz para llevar a cabo la peor masacre de la historia en escuelas de ese país.
Y lo peor es que todos sabían, hasta el FBI, de la actitud errática, desviada y presumiblemente asesina de Nikolas Cruz, pero nadie hizo nada: 17 muertos son mudos testigos de esa inacción.
Hoy celebramos a...