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Liliana Segre conoció el horror de los campos de concentración, aunque su apariencia no deja entrever nada de eso. Liliana Segre tiene la mirada clara. La mirada de quien ha visto atrocidades y ha sido víctimas de ellas, pero que continuó avanzando, costara lo que costara, para hacer prevalecer la vida. Durante cuarenta años no dijo nada. Hasta que se dio cuenta de la fuerza del testimonio, de su testimonio. Desde entonces, se comprometió incansablemente con la transmisión de su historia y el encuentro con estudiantes de múltiples escuelas milanesas.
Hace unos días, el presidente italiano Sergio Mattarella decidió nombrarla senadora vitalicia. “La vida de Liliana Segre es un testimonio de libertad. Como senadora, demostrará el valor de la memoria”, dijo Paolo Gentiloni, presidente del Consejo de ministros italiano. Según la Constitución, el presidente puede nombrar a los ciudadanos para este cargo por haber “honrado a la Patria en virtud de sus méritos en los ámbitos social, científico, artístico y literario”.
En enero de 1944 fue deportada con su padre a Alemania a Auschwitz-Birkenau
Nacida en Milán en 1930, Liliana Segre fue víctima de las leyes raciales fascistas a la edad de 8 años y se vio obligada a dejar la escuela primaria en septiembre de 1938. Cinco años después, mientras intentaba huir a Suiza con su padre y sus dos primos, fue arrestada y devuelta a Italia. En enero de 1944, es deportada con su padre a Alemania, a Auschwitz-Birkenau, donde fue sometida a trabajos forzados durante casi un año en la fábrica de municiones. Su padre y sus abuelos no regresaron. A finales de enero de 1945, fue trasladada al campo de mujeres de Ravensbrück y luego al campo de trabajo de Malchow, en el norte de Alemania. Finalmente fue liberada el 1 de mayo de 1945 y regresó a Milán en agosto de 1945.