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Mons. Audo, obispo caldeo de Alepo: Los cristianos no venden Siria

RAQA CROSS

Delil Souleiman - AFP

Paul de Dinechin - publicado el 13/02/18

Monseñor Antoine Audo, obispo caldeo de Alepo, uno de los feudos cristianos más antiguos de Siria, se puso al servicio de los sirios como presidente de Cáritas durante los seis años de la guerra. Hoy, quiere seguir sirviendo a su país

La Iglesia caldea forma parte de las Iglesias católicas orientales, duramente perseguidas en Siria e Irak. Sus representantes fueron recibidos en audiencia por el Papa el 5 de febrero de 2018, durante su visita ad limina. Durante su entrevista con el Sumo Pontífice, ¿qué asuntos trataron?

Abordamos muchos desafíos, expusimos los sufrimientos y las dificultades. Por supuesto estuvo muy presente la cuestión del mundo arabo-musulmán: sus gestaciones y las respuestas que debemos ofrecer. Y, claro está, la cuestión de Daesh. Quedamos verdaderamente impactados al constatar hasta qué punto el Soberano Pontífice estaba al corriente de todas estas cuestiones. Sigue las cosas muy de cerca.

¿Cómo fue la conversación que tuvieron?

Quedé realmente impresionado por su atención y su proximidad. En un momento dado, nuestro Patriarca se percató de que ya habíamos pasado un buen rato con él. Entonces, empezó a dar gracias al Santo Padre, con el fin de retirarnos. Normalmente, es el Papa quien se levanta y despacha a las visitas. Pero el papa Francisco respondió: “Si todavía tienen alguna pregunta que plantearme, tómense su tiempo, no tengo ninguna prisa”. Esta disponibilidad, esta atención, fue bastante sorprendente. Lo que más me conmovió fue su lenguaje franco: no se anda con palabrerías y no se rodea de protocolo ni de prohibiciones. Se expresa tal y como piensa, sin dar rodeos y sin temor a abordar los problemas. Verdaderamente, es una gran novedad para un pontífice romano.

¿Le manifestó su deseo de venir expresamente a Siria y a Irak?

Los iraquíes le han declarado que les encantaría que viniera a Irak. Un obispo incluso le afirmó que todos los países de Oriente Medio han sido visitados por un Papa, ¡a excepción de Irak! Está el ejemplo de Juan Pablo II, que vino aquí a Siria, a Damasco. No le he invitado a Siria porque creo que, por el momento, la prioridad está en Irak y porque le resultaría demasiado difícil venir, aunque lo desee. Pero es una cuestión de seguridad, en un contexto de guerra.

Si la situación mejorase, ¿a qué ciudades podría dirigirse?

A Damasco, en primer lugar, como lo hizo Juan Pablo II en 2001. Es la capital, es san Pablo. Ahí es también donde hay más cristianos actualmente. Cuando llegó el Papa polaco, también esperábamos que viniera a Alepo porque es una ciudad con una presencia cristiana muy antigua. Pero no pudo ser porque había demasiadas amenazas a su seguridad. Tradicionalmente, Alepo tenía la mayor concentración de cristianos. Con sus comunidades y su historia, la presencia de iglesias y de obispos. Sin embargo, desde la independencia de Siria, en 1946, y hasta ahora, ha habido un soplo de aire fresco en Damasco, como sucediera, por cierto, en Bagdad con los caldeos venidos del norte. Las universidades de la capital atraen, además del trabajo.

Con el final de la guerra, ¿podría afirmarse que la organización Estado Islámico ha sido derrotada definitivamente?

El 15 de marzo de 2018, harán siete años. Recientemente hemos tenido varias reuniones en diferentes dicasterios de Roma. Durante uno de ellos, me llamó la atención escuchar a un diplomático decir que, por un lado, Daesh había sido derrotado pero, por otro lado, eso no significaba que el fundamentalismo musulmán hubiera sido derrotado. Puede resurgir de otra manera porque existen otras tendencias extremistas en el islam.

¿Sigue siendo posible dar testimonio de la fe cristiana en Siria?

Sí, así lo creo. Lo hicimos mucho durante la guerra. Fui presidente de Cáritas-Siria durante seis años. Creo que uno de los beneficios de esta guerra es que muchos musulmanes han descubierto la auténtica caridad de los cristianos. Y lo reconocen.

En este país han sido posibles unas relaciones pacíficas entre cristianos y musulmanes. ¿Sigue siendo este el caso en Siria?

Por un lado, los musulmanes tienen una mejor visión de nosotros. Se ha profundizado. Los musulmanes han descubierto en los cristianos a unos ciudadanos de calidad: personas que no venden su país, que son altruistas.

Los cristianos no explotaron esta guerra como otros han podido hacerlo, como Daesh, Al-Nosra y todos esos extremistas. Desafortunadamente, por otra parte, algunos cristianos se sintieron decepcionados y horrorizados incluso por el comportamiento de esos extremistas.

Esperábamos cualquier cosa menos ese nivel de violencia, esa destrucción, por mezquinos intereses. Los cristianos se han sentido decepcionados, pero los musulmanes admiran más a los cristianos. Es paradójico, pero es la realidad. Tendremos que reconstruir esa confianza.

¿Sigue existiendo el diálogo interreligioso en Siria?

El diálogo interreligioso no existe en su forma occidental. Distinguimos varios niveles de diálogo. En primer lugar, el diálogo de vida: vivimos juntos, en la escuela, en la universidad. Es buena vecindad, hay diversidad. Somos amigos: nos visitamos, nos ayudamos mutuamente. Pero lo más difícil es el diálogo teológico y dogmático. Y esto, en mi opinión, no deberíamos evitarlo necesariamente, pero es mejor dejárselo a los especialistas. De lo contrario, no sirve para nada y se cae en situaciones superficiales, irónicas o incluso agresivas. Fomentamos más el diálogo de vida, el desarrollo de un buen entendimiento amistoso, el respeto mutuo, diciendo la verdad, siendo sinceros con el interlocutor.

Hace unos días se celebró misa en una iglesia devastada en Deir Ezzor. ¿Está volviendo la esperanza?

Es muy simbólico celebrar misas en tales lugares. En Deir Ezzor, teníamos una pequeña presencia caldea, unas cincuenta familias. Antes de los sucesos, yo iba allí cada año para una visita pastoral. Hoy ya no queda nada, todos se han ido. En Alepo, otro ejemplo, hay una iglesia –la catedral de los maronitas– completamente destruida.

Los maronitas me invitaron a rezar allí con ellos. Nuestro patriarca ocasionalmente regresa a la llanura de Nínive para celebraciones en iglesias destruidas. Son gestos de esperanza para decir que queremos permanecer a pesar de las dificultades. En cuanto a nuestra catedral de Alepo, que está al lado de una gran mezquita, se salvó por su posición. Pero muchas familias y muchos jóvenes se han ido. Esto también es destrucción, también es sufrimiento.

¿Ahora los cristianos tienen más ganas de implicarse en política? ¿Son bien recibidos?

Los cristianos continúan implicándose, siempre se sienten honrados de poder servir y poner sus habilidades al servicio del país. Bachar el Assad nombró a cinco cristianos para puestos muy importantes, en particular los ministerios de Educación superior, Sanidad y Economía. Tradicionalmente, siempre ha habido tres o cuatro en estos puestos. Desde los sucesos, ¡ahora son cinco! El nuevo presidente del Parlamento también es cristiano. Es un verdadero mensaje político.

¿Su opinión sobre el futuro?

En primer lugar, la presencia cristiana en Siria y Oriente Medio es muy valiosa. Tanto para los cristianos de Oriente como para la Iglesia universal. Aquí está la cuna del cristianismo. Luego, para mí, los cristianos de Oriente Medio, estos cristianos arabohablantes, dan testimonio de una gran capacidad de diálogo y reflexión. Como señala el papa Francisco, no podemos imaginar Oriente Medio sin la presencia de cristianos orientales. Y continuaré sirviendo a la Iglesia para contribuir a ello.

Entrevista realizada por Paul de Dinechin

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