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Celos que matan el amor

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Zyta Rudzka - Marzena Wilkanowicz-Devoud - publicado el 12/02/18

“Quien no está celoso no está enamorado”, escribió san Agustín. Celos, vale. Pero con moderación. Cuando los celos amorosos se vuelven excesivos, pueden destruir el matrimonio.

Una cena en casa de unos amigos. Fluye la conversación y estallan las risas. Una mujer mira a tu marido con admiración. Él mantiene la mirada sin avergonzarse ni incomodarse. Entonces, discretamente y en privado, le montas una escenita con ironía y humor. Es incluso agradable. Le demuestras tu amor y cuánto te preocupas por él. Luego, parece incluso que vuestra relación se estrecha más.

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En nombre del amor

Sin embargo, estas “escenitas” de pareja, que a menudo saben dirigirse con gracia, encanto y chispa, a veces pueden introducir peligros descontrolados.

La persona con celos enfermizos es capaz de desarrollar unos reflejos en los que la sospecha y la duda se insinúan perniciosamente.

Busca posibles indicios en los bolsillos de la pareja o en su móvil o su Facebook o su bandeja de correo electrónico. Está al acecho de una mirada, de un esfuerzo inusual en la vestimenta, de un objeto nuevo… Todo en nombre del amor.

Este deseo de querer controlar cada vez más al otro nos hace perder el control de la propia vida. La sospecha nos exige estar en constante vigilancia, nos vacía de la energía y la alegría de estar juntos. Distorsiona la vida de pareja.

Y si no hay pruebas de culpabilidad, la imaginación puede encargarse de todo y crear todas las piezas. Así, la percepción del otro se deforma.

Cada detalle toma un significado sesgado y provoca sufrimiento.

Los tipos de ideas que atraviesan nuestra mente son algo como:

  • No tiene ganas de hablar… es una mala señal, ¿no?
  • Vaya, ahora sí quiere hablar… tendrá algo que le remuerde la conciencia…
  • Tiene aire ausente… ¡estará pensando en ella!
  • Está triste… ya no sabe cómo salvar nuestro matrimonio…
  • Anda, me ha comprado flores… ¿de qué se sentirá culpable?
  • Vaya, ha olvidado comprarme flores… ¿es que ya no significo nada para él?

Los celos, cuando se vuelven enfermizos, pueden crear sospechas por todo y por todo lo contrario. Ponen en marcha una máquina de rumiar eterna, destilan veneno para quien los experimenta y también para el objeto de los celos.

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G-stockstudio - Shutterstock

Una dependencia afectiva

La persona celosa siente deseos de poseer al otro. No quiere que se le escape. Depende del otro emocionalmente.

A menudo es necesario buscar las causas de los celos excesivos en la infancia, especialmente con quienes se sintieron traicionados, engañados, ridiculizados o abandonados.

Para salir del círculo infernal de dudas, de angustia y de sentimientos de inferioridad, la persona celosa debe, ante todo, recuperar su autoestima y aprender a realizarse por sí misma. Debe aprender a confiar en sí misma para poder confiar en la otra persona.

Celos
Mal humor. Un hombre está molesto por la discusión con su novia

¿Se pueden curar los celos excesivos?

Según los numerosos estudios que abundan en la psicología de la pareja, encontramos celos tanto en hombres como en mujeres con la misma frecuencia e intensidad.

La diferencia radica en nuestra manera de actuar. Los celos femeninos destruyen a la mujer desde dentro. Ella sufre en silencio. Los del hombre explotan hacia el exterior y toman la forma de agresión verbal o física.




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La mayoría de los psicólogos coincide en que los celos nunca se curan.

Por otro lado, existen numerosas terapias, tanto individuales como colectivas, que pueden ayudar a reducir el daño y evitar arruinar la vida de una pareja y destruir el matrimonio.

La práctica de una vida espiritual, del perdón y de la oración puede ayudar y abrir un camino para la curación. Es un complemento indispensable al acompañamiento terapéutico para aliviar las consecuencias de los celos enfermizos, especialmente en la pareja, a falta de poder purificarlos completamente.

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