El problemasuperó las previsiones. Los desplazamientos aumentan a un ritmo vertiginoso, tan descomunal como la grave crisis generada por el gobierno de Nicolás Maduro que hace huir a los venezolanos en busca de un mejor futuro.
Cambió por completo la situación de la frontera. Y no para mejor. Lo advierte el sacerdote José Laureano Ballesteros Blanco, en conversación exclusiva con Aleteia, al analizar la particular situación que se vive entre Colombia y Venezuela.
Ballesteros es actualmente párroco de Cristo Rey en San Cristóbal, tras estar casi veinte años a cargo de la parroquia Divino Maestro de la Universidad del Táchira. También es director del Diario Católico, producto editorial de la Diócesis de San Cristóbal que cuenta con casi un siglo de existencia y que debido precisamente a la crisis se vio obligado a dejar de circular todos los días.
Además de sus estudios en periodismo, es psicólogo de profesión y sacerdote. Sus trabajos pastorales con jóvenes en Roma y Alemania le dieron el sustento para insertarse en Colombia, donde durante muchos años fue rector del Seminario de Cúcuta y más tarde responsable de la parroquia del Espíritu Santo.
Conoce la frontera, en medio de un tejido social que impide distinguir con claridad dónde termina Venezuela y dónde empieza Colombia. Históricamente, la fusión de sus culturas hace que se mimeticen, casi sin lograr una distinción precisa entre ambos lados del puente internacional y las trochas que separan a estos pueblos hermanos.
¿Cómo está la situación? ¿Qué se observa al cruzar el puente en zona fronterizo?
Un descomunal desplazamiento de la masa humana que cambió la cotidianidad de la frontera. Estuve en Cúcuta hace dos días. Aquello fue tremendamente impactante: ver jóvenes sentados ahí en la calle esperando que los cucuteños les den comida. ¡Eso es lo que se ve! Sentados en la calle, como perritos, allí, esperando que les den comida…
Entonces, ¿se ha intensificado la mendicidad?
La mendicidad y el crimen, porque la gente roba. Algunos lo hacen porque se desesperan al no tener comida y terminan atracando a los cucuteños. La gente de Cúcuta está haciendo protestas sumamente fuertes en contra de los venezolanos. ¡Es terrible!
¿Cómo es la posición con respecto a los venezolanos que tradicionalmente han vivido allá?
El venezolano que está trabajando y que tiene a su familia está bien, lo quieren, lo aceptan, comprenden su situación y no tienen problema con ellos. El problema es el que llega de última hora que no tiene trabajo, ningún oficio, se sienta en una esquina a esperar que le den comida; o que vende un pedazo de pan porque lleva de aquí para vender allá, o pone una soga de un lado a otro de la calle para pedirle dinero al que pasa, como si fuera un pago obligatorio, en realidad es un robo…
Esos son los que no caen bien de ninguna manera.
¿Con todos es así?
No. Al venezolano normal lo quieren, lo aprecian. En Colombia hay una campaña de que también en Venezuela, cuando hubo persecución y muerte y todo allá (en Colombia), Venezuela les brindó la mano; sobre todo cuando había muerte y persecución y guerrilla. Muchos barrios, por ejemplo, el de Petare (en Miranda), se formó con un promedio de 800 mil colombianos que llegaron allí; eso lo dicen claramente las noticias y la historia…
Así como Venezuela le abrió las puertas a Colombia en un momento de crisis, también Colombia recibe a los venezolanos, siempre y cuando lleguen a portarse bien, como hace la mayoría.
¿Dónde está el mayor problema de la migración?
Es que están llegando en masas completamente indocumentados. Llevan apenas una caja de cartón. ¡Es que es muy doloroso! ¡Si usted viera! Fui nuevamente el viernes a dar una vuelta, aquello es terrible. Lo que uno ve: una masa de jóvenes, de adultos y no son solamente jóvenes: están llorando, esperando que alguien les dé un pedazo de pan; van tristes, con las caras más desencajadas, usted no se imagina. ¡Aquello es terrible!
Y cómo maneja esa situación tan delicada la Iglesia, más allá de que la Diócesis de Cúcuta ha estado sumamente activa desde hace más de 4 años…
De dos maneras: pidiéndole al gobierno (de Juan Manuel Santos) que declare la zona como una especie de ‘zona de refugiados’. Que definitivamente monte una zona de refugio, como hay en Grecia, como hay en Italia y como hay en otros países adonde llegan por millares.
¿Tan así? ¿Comparables con esos sitios?
¡Sí, señor! Esa es la conclusión que yo saco. Que se monte, apoyado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) un lugar de abastecimiento, de salud, de comida, de bienestar para la gente; porque es tal la cantidad que ya el gobierno (colombiano) no puede resistir.